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La caída de Odebrecht, el empresario brasilero condenado a 19 años

El hombre, capturado el año pasado, fue acusado por soborno, lavado de dinero y crimen organizado.

ARTURO LEZCANO
En pocos casos como el de Marcelo Odebrecht, de 46 años, pesa tanto el apellido y lo que él representa para la economía de Brasil.
Hijo de Emilio Odebrecht y nieto de Norberto Odebrecht, Marcelo es el tercero dentro de una dinastía que comenzó un imperio en 1944.
Casi media década después, el hijo del fundador tomó las riendas y en el 2008 asumió el trono su nieto, después de una regencia, valga la pena el lenguaje monárquico, de un ejecutivo ajeno a la familia.
Como en las grandes familias nobles, el ‘príncipe’ de Odebrecht fue esculpido desde niño para ejercer el cargo que ostenta, pero este martes fue condenado a 19 años de cárcel por los délitos de soborno, lavado de dinero y crimen organizado.
Se educó en Bahía, su tierra natal, pero también pasó por los mejores centros educativos y universidades en Suiza y, sobre todo, en Estados Unidos.
Es un ejecutivo hecho a sí mismo, pero con las cartas marcadas: siempre dentro de la megaempresa familiar.
Pasó por obras de ingeniería, luego por el sector del petróleo –en la época en que la familia puso en marcha Braskem, una de las petroquímicas más poderosas de Latinoamérica– y, finalmente, aterrizó con alfombra roja en el despacho que culminaba la sucesión planeada de la saga. De él hablan como un directivo calculador de riesgos: apuesta alto, pero se guarda una última carta en el juego.
Así, fue modelando el perfil actual de la sociedad tenedora de acciones que actúa en 25 países y tiene casi 200.000 empleados en la nómina.
Un gigante que se convirtió en el perejil de todas las salsas con ramificaciones en todos lados. Un grupo diversificado en varios polos, pero con la mira puesta en las concesiones públicas de mayor tamaño. Esto último, no ha sido una novedad de los últimos años.
Decir Odebrecht es decir poder. Desde el abuelo siempre estuvo pegado al gobierno de turno, esto es, desde los tiempos de los militares. Y él, no ha sido una excepción en su época”, afirma un consultor empresarial conocedor de la trayectoria de la gigantesca compañía.
Al lado del poder
Entre el 2008 y el 2013, época de mayor expansión en una economía aún caliente, Odebrecht fue ganando prestigio en los círculos empresariales y también en el Palacio de Planalto.
El presidente, en ese entonces, Luiz Inácio Lula da Silva, que estuvo en el poder entre el año 2003 y el 2010, tenía ya una buena relación con la familia Odebrecht –como con OAS o la propia Andrades Gutiérrez, otras empresas grandes–, pero la entonces ministra de la Casa Civil no le dispensaba a Marcelo un trato tan cercano y amigable.
Su nombre es Dilma Rousseff (la hoy presidenta de Brasil) que con los años fue cambiando su parecer hasta presentarlo como el mayor empresario de Brasil, hace algunos meses. (Lea también: Escándalo Petrobras deja cercado a Lula da Silva)
En esos años fue aumentando exponencialmente el crecimiento de su empresa, especialmente en el área de construcción, donde asumió un buen pedazo de las obras del Mundial 2014, los Juegos Olímpicos de 2016 y la revitalización del inmenso puerto de Río de Janeiro.
Pero además, se hizo cada vez más grande fuera de las fronteras brasileñas. Y fue por ahí que empezaron las cosquillas de la prensa en los últimos meses.
La revista 'Época' y el diario 'O Globo' han venido publicando una serie de informaciones en las que se detalla la relación del expresidente brasileño Lula da silva con el conglomerado Odebrecht.
Según la revista, un directivo de la empresa –Alexandrino Alencar, también detenido– le pagó un vuelo secreto a Lula hacia Cuba, República Dominicana y Estados Unidos en el 2013, teóricamente, para actividades que nada tenían que ver con la empresa constructora. (Además: Cronología del caso de corrupción 'Petrolão', en Brasil)
Los medios también hicieron eco de un viaje parecido, pero a África, en el 2011.
Poco después, la misma revista publicó que el Ministerio Público Federal abrió una investigación sobre un posible tráfico de influencias para descubrir si el expresidente Lula da Silva había aprovechado sus contactos para facilitar negocios de Odebrecht “con representantes de Gobiernos extranjeros donde la empresa toca varias obras con dinero del Banco de Desarrollo del Brasil (BNDES)”.
Entre otras obras, se hacía mención a la del controvertido puerto de Mariel, en Cuba, con una inversión de más de 1.000 millones de dólares.
Marcelo Odebrecht dijo entonces: “El único país donde de hecho crecimos gracias en parte a la relación con Lula da Silva es Cuba”. Sin embargo, negó cualquier irregularidad e incluso rebajó la investigación a un mero “pedido de esclarecimiento”. (También: Claves del caso Petrobras por el cual Lula da Silva tuvo que declarar)
El Instituto Lula, la fundación que centraliza las intervenciones públicas del expresidente, aseguró que él ya no ejercía un cargo público cuando viajó con Marcelo Odebrecht y que hacía conferencias para muchas empresas en diferentes países.
ARTURO LEZCANO
Para EL TIEMPO
Río de Janeiro
ARTURO LEZCANO
icono el tiempo

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