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La violencia contra los rohinyás, ¿camino a volverse genocidio?

Según la ONU, esta minoria musulmana de Birmania se enfrenta a una limpieza étnica.

En medio de las crisis humanitarias en Siria y Yemen, así como con el drama de los refugiados que intentan cruzar el Mediterráneo y que en ocasiones logran captar por algunos días la atención internacional, la tragedia de los rohinyás en Birmania pasa fácilmente desapercibida. 
Eso, pese a la gravedad de una situación que, según la ONU, podría tratarse de una nueva “limpieza étnica en el mundo” en pleno siglo XXI.
Pero ¿quiénes son las personas envueltas en esta dramática realidad? Los rohinyás son una minoría musulmana que vive en el norte del estado de Rakáin, en Birmania, y que se calculan en más de un millón, por lo cual constituyen la minoría más numerosa en este país de donde el 89 % de la población practica el budismo. Esta etnia sufre discriminación por parte de las autoridades birmanas, las cuales no les reconocen la ciudadanía, limitan su libertad de movimientos y confiscan sus propiedades.
“La comunidad rohinyá en Birmania vive en campamentos que parecen más campos de concentración, en donde se violan los derechos humanos de 1,3 millones de personas, ante la indiferencia de la comunidad internacional”, aseguró a ELTIEMPO.COM Tun Khin, activista rohinyá y presidente de la Organización Rohinyá Birmana del Reino Unido.
A pesar de vivir en Birmania durante generaciones, los rohinyás son tratados como inmigrantes ilegales. En la década del 80 se les retiró el derecho a la ciudadanía, y aunque su origen étnico es bengalí, Bangladesh tampoco les reconoce ningún derecho.
La situación se empeoró en el 2012 con el estallido de una oleada de violencia cuando supuestamente tres hombres de esa minoría musulmana violaron y asesinaron a una joven budista, por lo que Ashin Wirathu, monje budista y líder espiritual del movimiento antimusulmán en Birmania, lideró una campaña de odio contra esta minoría. Wirathu protagonizó una de las portadas de la revista Time que lo calificó como “El rostro del terror budista”. Después del recrudecimiento de la violencia, miles de rohinyás tuvieron que huir a países como Malasia, Bangladesh e Indonesia.
Desplazamiento en democracia
Birmania estuvo gobernado desde 1964 por una dictadura militar. Solo fue hasta 2015, cuando el partido político Liga Nacional por la Democracia (LND) logró llegar al poder. La líder de este movimiento es Aung San Suu Kyi, quien recibió el Premio Nobel de Paz en 1991 por su lucha no violenta por la democracia y los derechos humanos en el país. En la actualidad se desempeña como consejera de Estado y ministra de Asuntos Exteriores.
“Es paradójico que Suu Kyi, que se supone ha sido una abanderada de los derechos humanos, ahora esté cubriendo todos los crímenes perpetrados por los militares contra los rohinyás”, opina Khin.
Para el analista internacional argentino especialista en Asia, Guadi Calvo, la situación en Birmania no ha cambiado porque los militares siguen teniendo control del poder: “Es solo una lavada de cara de la situación política en el país. Suu Kyi no tiene mucho margen para negociar”, aseveró Calvo en diálogo con este portal.
Los rohinyás se han visto obligados a migrar hacia países como Bangladesh y Malasia. EFE
Los rohinyás han visto incrementar los abusos en su contra, especialmente desde que, en octubre del año pasado, el Ejército birmano desplegó un operativo de seguridad en el estado de Rakáin, tras un asalto armado de rebeldes de esta minoría. La campaña militar ha obligado a unas 65.000 personas a huir a Bangladesh y mantiene la zona cerrada al acceso de la ayuda humanitaria, de la que dependen miles de personas, así como al ingreso de observadores y prensa independiente. Además, la organización Human Rights Watch (HRW) ha denunciado casos de ejecuciones, violaciones a niñas y quema de casas de esta minoría.
“Estos abusos y violencia contra los rohinyás los hace más susceptibles para sembrar ideas extremistas, por la exclusión y discriminación que viven a diario. Debido a esto los jóvenes se pueden volver presa fácil de grupos como Estado Islámico”, manifiesta Calvo.
A pesar de que una solución a este conflicto se ve lejana, el gobierno de Malasia creó una propuesta para ayudar a 300 rohinyás mediante empleos en el sector agrícola y manufacturero. Según datos de la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur), en el país viven alrededor de 55.565 miembros de esta minoría.
“La comunidad internacional debe unirse para detener los crímenes actuales contra los rohinyás antes de que sea demasiado tarde, pues más de un millón de personas se están enfrentando a un genocidio que ya ha sido anunciado”, afirmó Khin, en un llamado desesperado al mundo para detener la violencia contra su comunidad.
DIANA RINCÓN HENAO
Redacción ELTIEMPO.COM
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