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Dilma, una presidenta cada vez más maniatada

Bajos índices de popularidad de la Presidenta de Brasil y precaria economía le quitan apoyos.

ARTURO LEZCANO
“Nadie puede resistir tres años y medio con un índice de popularidad tan bajo. Si la economía mejora, puede volver a un índice razonable, pero si continúa con 7 u 8 por ciento de popularidad, será difícil”.
Con esa frase textual referida a Dilma Rousseff y su mandato, el vicepresidente brasileño, Michel Temer, desató la semana pasada una tormenta de reacciones en el mundo político del país. Más que un aliado (preside el PMDB, el partido de mayor presencia en el vasto territorio brasileño), Temer pareció convertirse en un enemigo que ponía el dedo sobre la llaga.
Por si fuese poco, el lunes pasado apenas cruzó palabra con la presidenta en el desfile conmemorativo del Día de la Independencia de Brasil. Esa noche, Rousseff dijo en su discurso que el gobierno tendría que utilizar “recursos amargos” para intentar reanimar la economía, refiriéndose a un posible aumento de impuestos. Al día siguiente, Temer la volvió a desautorizar diciendo que estaba contra la subida de cargas fiscales y usaba la misma expresión: “Si se usan remedios, deben ser lo menos amargo posible”.
De todo este proceder se podría inferir que la relación entre ambos dirigentes está a punto de una ruptura, o bien, que hay un proceso de rebelión en marcha. Lo que nadie discute es que el Ejecutivo vive una crisis que condiciona la gobernabilidad del país.
Sin embargo, la mayoría de análisis políticos rehúyen los tintes apocalípticos y remiten a un escenario inevitable dentro del intrincado tablero político brasileño, lleno de coaliciones políticas y alianzas personales.
Así lo analiza el politólogo Rudá Ricci: “Más allá de lo que se diga en la prensa, Temer no va a provocar la caída de Dilma Rousseff ni nada parecido. Es solo un juego de gabinete, un juego político que consiste en que él tiene la capacidad para mantener la estabilidad, y así se lo hace saber de vez en cuando a la presidenta, a quien tiene contra las cuerdas, bajo control. Para un buen estratega, siempre es mejor eso que provocar un conflicto”, desgrana.
Lo que nadie pone en entredicho es el enorme poder que atesora hoy el dirigente del PMDB, un partido-amalgama que se cuelga el cartel de centrista, pero que es capaz de tener enfrentadas varias tendencias, cada una con su cuota de poder, como es el caso del presidente del Congreso, Eduardo Cunha, abiertamente contrario al gobierno, y Renan Calheiros, ahora en un armisticio con Rousseff. Y en el medio, Michel Temer en el manejo de los hilos.
Según fuentes consultadas por EL TIEMPO, el vicepresidente reunió hace unos días, en su residencia oficial de Brasilia, el palacio de Jaburu, a doce diputados de varios partidos, escogidos a dedo por sus dotes negociadoras.
Entre los doce, solo cuatro del PT, partido gobernante. En la reunión, según dichas fuentes, el vicepresidente verbalizó que, para efectos prácticos, el poder lo ostenta él, aunque la presidenta sea Rousseff. Y dejó claro que todo va a seguir igual, sin cambios drásticos en “su” gobierno.
En realidad, los hechos han ido llevando a la política brasileña hacia una situación cuando menos atípica: Rousseff no controla el Congreso, está enfrentada a Cunha y, hasta hace poco, a Calheiros, y tampoco tiene ya el apoyo expreso de Lula da Silva, según ha trascendido recientemente.
Además, y en una coyuntura económica más que adversa, el gobierno ha confiado el rumbo de las finanzas a Joaquim Levy, un liberal ortodoxo alejado de las tesis económicas del PT, con lo que a Rousseff le queda un panorama de reducidísima capacidad de maniobra.
Todo ello se vio cristalizado el pasado mes, cuando se hicieron públicas una serie de medidas con el nombre de Agenda Brasil, aportadas por Calheiros, que incluían un paquete de medidas económicas miradas con recelo por una parte del gobierno.
Poco antes se anunció que se reduciría el número de ministerios, de 39 a 29, pero sin revelar cuáles serían los afectados. Según las fuentes consultadas, ello responde a un subterfugio para darle más poder al PMDB, sustrayéndoselo al PT e incluso a otros partidos de la base aliada. Curiosamente, al gobierno le queda el apoyo empresarial, pero sustentado por el vicepresidente, lo que cuadra el círculo en el que está encerrada Rousseff.
Sobre el presente de Temer hay otras interpretaciones. María do Socorro Braga, analista y profesora de la Universidad de San Carlos, cree que, “con las declaraciones, él intenta colocarse para la disputa presidencial de 2018, instrumentalizando su retórica para atraer al electorado contrario a la continuidad del grupo que hoy gobierna”.
“Como en el PMDB existe una clara disputa en ese sentido, también busca juntar las fichas necesarias para ser el candidato de ese partido. Su retórica busca ampliar su apoyo en sectores refractarios al gobierno”, concluye.
Ante las insistentes peticiones de dimisión o impugnación del mandato presidencial por parte de miles de manifestantes, el calendario impone otra realidad.
A pesar de la mínima popularidad, los analistas coinciden en que si atraviesa el umbral de diciembre, Rousseff se tomaría un respiro: “No hay factores jurídicos que lleven a la presidenta a salir del gobierno, todo es un conflicto político-partidario. Pero ella aún tiene el favor de las urnas. Ese es el principio que prevalece y la mantendrá en el cargo hasta el final”, señala Braga.
ARTURO LEZCANO
Para EL TIEMPO
Río de Janeiro.
ARTURO LEZCANO
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