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Latinoamérica

Lo que le dejaron 13 años de izquierda a Brasil

Lula y Rousseff, los protagonistas del proceso.

Lula y Rousseff, los protagonistas del proceso.

Foto:Evaristo Sa / AFP

La corrupción minó por dentro un proyecto que sacó a millones de la pobreza. Análisis.

Redacción El Tiempo
El miércoles pasado, con la destitución de la suspendida presidenta Dilma Rousseff, llegaron a su fin trece años de gobierno del Partido de los Trabajadores (PT), el primer partido de izquierda en llegar al poder en la historia de Brasil.
En el recuerdo queda ese primero de enero del 2003 cuando se hacía realidad la historia casi idílica de un trabajador metalúrgico que llegaba a la presidencia, marcando el inicio de una nueva era. Luiz Inácio Lula da Silva, quien fundó el PT el 10 de febrero de 1980, era el protagonista de ese romance con tintes de redención social que al fin se concretaba después de tres intentos (1989, 1994 y 1998).
Pero, como en las novelas de otro hijo del nordeste brasileño como Jorge Amado, el amor y la miseria van de la mano. En el caso del PT y de Lula, la miseria es la corrupción, que comenzó a acompañar su gestión de dos mandatos, que se constituyó en un lastre heredado a Rousseff, su ‘ahijada’ política, y que terminó siendo el arma utilizada por unos jueces (el Senado) no tan probos ni tan santos en contra de la mandataria.

La obra del PT

Uno de los grandes logros que se atribuye el PT con Lula y Rousseff en la presidencia es el de haber sacado a más de 40 millones de personas de la pobreza.
En un estudio publicado en diciembre por el estatal Instituto Brasileño de Investigación Económica Aplicada (Ipea), se constata que entre el 2004 y el 2015 se experimentó una caída del 63 por ciento en el índice de pobreza extrema. Igualmente, el índice Gini (que va del cero a uno, y cuanto más bajo es el índice, más igualitaria es una sociedad) cayó del 0,594 al 0,529.
“La mejor herencia que le dejó el PT a Brasil fue una gran expansión en tamaño de la clase media, y dramáticas reducciones en pobreza”, le dijo a EL TIEMPO Harold Trinkunas, analista del Instituto Brookings, en Washington.
Pero, según algunos, no toda esta reducción puede ser atribuible a las políticas del PT. “Cuando este partido dice que sacó de la pobreza a tantos millones de personas, niega iniciativas pasadas y bien fundadas como el Plan Real, que fue obra del presidente Itamar Franco (1992-1994) y sus auxiliares. Desde ese entonces comenzó esa inclusión social y en el mercado. En el gobierno de Fernando Henrique Cardoso (1994-2002) también se continuó con esos programas, lo que le dio base a la profundización que hizo el PT durante la gestión de Lula”, le aseguró a este periódico el analista Roberto Romano, profesor de ética política en la Universidad Estatal de Campinas.

Los nubarrones

La corrupción comenzó a hacer mella en la gestión del PT en el primer gobierno de Lula (2003-2007). El 18 de diciembre del 2004, la revista Veja publicó una serie de documentos que comprometían a altos funcionarios gubernamentales, entre ellos el jefe de Gabinete, José Dirceu, en pagos mensuales a congresistas de todos los partidos para sacar adelante iniciativas del Ejecutivo. Al escándalo se lo conoció como ‘mensalão’, y fue precisamente Dirceu el primer condenado por la justicia, ocho años después.
No obstante, y a pesar de que todos los indicios apuntaban hacia él, Lula y su carisma ganaron un segundo mandato (2007-2011). “El PT no existe sin Lula, ni Lula sin el PT. Juntos forman una amalgama populista y corrupta en un grado jamás visto en Brasil”, afirmó a este diario Bolívar Lamounier, director de Augurium Análisis.
Pero mientras la tormenta del ‘mensalão’ se estaba disipando, empezaba a formarse otra. Tras investigaciones policiales, se comenzó a descubrir un desangre continuo de las finanzas de Petrobras, con millones de dólares que iban a parar a manos de empresarios y políticos, que la prensa brasileña bautizó como Lava Jato (lava carros).
La Policía y la Fiscalía montaron una división especial para el caso, y ahí los gigantes pies de Lula y el PT comenzaron a volverse de barro, amenazando con que en su caída se llevaran a una muy disciplinada Rousseff, quien, en una jugada desesperada para proteger a su mentor de las garras de la ley, lo nombró Jefe de Gabinete, actuación interpretada como un abierto desafío a la justicia, para darle inmunidad, ya en pleno proceso de destitución. “Dilma intentó en el comienzo de su primer gobierno desmarcarse de la corrupción política general e incluso del mismo PT, pero el problema es que esta colectividad estaba involucrada en todos los fenómenos corruptos hasta la raíz”, agregó Romano.
“El peor pecado del PT fue la falta de atención al Estado de derecho, la corrupción y la poca habilidad para adaptar su programa económico para proteger a Brasil de los efectos del fin del ‘boom’ de los ‘commodities’, añadió Trinkunas.
Y este fue otro grave problema. Con una Petrobras en pleno saqueo, la economía brasileña, que había alcanzado niveles impresionantes (crecimientos que promediaban ente el 7 y el 8 por ciento, según el Banco Mundial), comenzó a decrecer y entró en recesión. El remedio al que acudió Rousseff fue el de recortar gastos y moldear los presupuestos, el diablillo del que se pegaron los enemigos del PT para sacarla del poder.

Michel Temer

Para asegurarse la gobernabilidad, el PT, a muy poco de salir Lula de la presidencia, negoció con el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB) una alianza que le permitía tener presencia en todo el país, y fruto de ello llegó a la vicepresidencia Michel Temer.
En el momento en que la desgracia del PT era inocultable, Temer y su partido, dueño del Congreso, lanzaron el ataque con la activación del juicio de destitución. Dilma y Temer eran enemigos en un mismo Ejecutivo. Ya en mayo, con la suspensión temporal de Rousseff, Temer llegó a un poder que su partido no busca en las urnas desde 1994.
La destitución definitiva de Rousseff no es necesariamente una bendición para Temer. “Tendrá que ajustar las cuentas públicas y mostrar señales de recuperación económica en un plazo muy corto”, añadió Lamounier.
LUIS ALEJANDRO AMAYA E.
Subeditor Internacional
Redacción El Tiempo
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