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'Charlie Hebdo' hace que Francia deje de dudar de Hollande

El modo de afrontar la crisis estuvo a la altura de lo que todos los franceses esperábamos: experto.

ASBEL LÓPEZ
Cuando una democracia declara una guerra o sufre un atentado terrorista en su propio suelo, el efecto casi automático es un aumento de la popularidad del presidente.
Los 20 puntos de opinión favorable que ganó el mandatario francés, François Hollande, después de los atentados que costaron la vida a 17 personas en París hace un par de semanas, no es, en ese sentido, un hecho sorprendente. (Visite el especial: Terror en Paris, atentado contra 'Charlie Hebdo')
Miterrand, en 1991, al inicio de la guerra del Golfo, y Bush en el 2001, después de los atentados del 11-S, vivieron el mismo fenómeno.
Pero hay una segunda razón que explica el repunte espectacular en menos de una semana que tuvo el mandatario francés.
“El comportamiento de Hollande fue irreprochable en el fondo, es decir, lo que dijo, pero también en la forma, es decir, en la manera como lo dijo. El modo de afrontar la crisis estuvo a la altura de lo que todos los franceses esperábamos de él”, dijo a EL TIEMPO el politólogo y universitario Thomas Guénolé.
En una demostración de tolerancia, de espíritu volteriano, Hollande acogió en París a más de cincuenta mandatarios de todo el mundo en una marcha histórica para rendir homenaje a los dibujantes de Charlie Hebdo. Los mismos que habían utilizado detalles picantes de la vida íntima del mandatario para burlarse de él en la portada del semanario satírico.
Y cuando el papa, en medio del debate tras el asesinato de los caricaturistas, se pronunció a favor de la libertad de expresión, pero en contra de los insultos, el mandatario replicó: “No insultamos a nadie cuando defendemos nuestras ideas”. Francia “no da lecciones”, pero “tampoco acepta ningún tipo de intolerancia”, agregó.
Hollande logró encarnar la unidad del país en el momento más doloroso y dramático que ha vivido la nación en varias décadas. Supo defender también los valores de la República. En particular, evitó atizar el conflicto entre comunidades. “El Presidente distinguió entre el islam radical y los musulmanes de Francia, que en su gran mayoría, un 85 por ciento, no son practicantes, según cifras del Ministerio del Interior”, agrega Guénolé.
En unos meses, cuando Francia regrese a la normalidad y se ponga término al actual despliegue de 10.000 militares para proteger lugares públicos, otros temas volverán a ocupar el primer plano. Entre otros, el imparable aumento del desempleo, el estado calamitoso del sistema educativo, la baja del poder adquisitivo y el aumento de los impuestos. En otras palabras, la cruda realidad de un país que va mal.
La popularidad de Hollande, en ese momento, muy posiblemente caerá de nuevo. A comienzos del 2013, durante la intervención militar francesa en Malí, también se habló mucho de Hollande como “jefe de guerra”, pero luego, rápidamente, las cosas volvieron a su curso normal, es decir, a una popularidad que ronda el 20 por ciento.
Hollande es el presidente más impopular que ha tenido Francia desde 1958, cuando se inició la V República, el actual régimen republicano que rige en Francia. Pero hay un aspecto que sí se mantendrá después de los acontecimientos dramáticos. “Es el fin del desprestigio sistemático del Presidente. Esto sí es un cambio. El ‘Hollande bashing’, muy corriente antes de los atentados, quedó en el pasado. Se disipó la duda que había en la población sobre su capacidad para desempeñar la función presidencial. El mandatario demostró que es capaz de estar a la altura del comportamiento que se espera de un primer mandatario en una situación muy grave”, anota Thomas Guénolé.
La cuestión es saber si podrá aprovechar esta súbita, pero pasajera, popularidad para poner en marcha un paquete de medidas que puedan sacar al país del letargo en que se encuentra.
“La acción reformista del Presidente tiene el camino despejado durante un par de semanas o meses. Si quiere remotivar al electorado socialista que votó por él, debe hacer una profunda reforma del sistema bancario y financiero. Debe hacer exactamente lo que dijo que iba a hacer en campaña y que sus electores le reprochan no haber llevado a cabo. Ahora sí tiene la autoridad política para hacerlo”, concluye.
ASBEL LÓPEZ
Para EL TIEMPO
París.
ASBEL LÓPEZ
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