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Atenas se mueve entre la apatía y la desesperada idea del éxodo

La capital griega está plagada de ruinas, solo que las de ahora son producto de malas políticas.

PATRICIA SALAZAR FIGUEROA
Una Acrópolis semivacía de turistas, durante un sábado de vacaciones de invierno en varias capitales centroeuropeas –donde las temperaturas bajo cero de comienzos de año no pueden competir con el clima primaveral de quince grados en las costas del Mediterráneo–, se impone como otro indicador valioso y estremecedor de la profunda soledad y crisis que oprime a Grecia.
Apenas 105 turistas, la mayoría japoneses, seguidos de suizos, americanos, más uno que otro español, un alemán y un latinoamericano visitaron, el sábado 31 de enero, el imponente complejo de ruinas de la Acrópolis, conjunto arquitectónico de templos y teatros, en la cima de Atenas, que alberga los monumentos más importantes de la edad dorada de la Grecia Clásica, como el Partenón y el Teatro de Dionisio.
Después de un recorrido de tres horas, hacia las 5 de la tarde –momentos antes del cierre–, con una mirada tan ausente como apesadumbrada, la funcionaria de turno en la casilla de venta de tiquetes para el ingreso al complejo ratificó y redondeó el cálculo sobre el número de visitantes.
“Pregunta abajo” musitó, primero en griego y luego en inglés cuando intenté seguir en conversación con ella, para acercarme a su opinión de perita sobre los posibles motivos para la ausencia, tan notable, de visitantes en el considerado símbolo universal de la civilización clásica.
Con tono de voz, ni siquiera inamistoso sino lacónico y seco, la funcionaria dejó en claro que no tenía sentido seguir intentando una conversación con ella, ni sobre dioses ni turistas. Estos últimos, en lo que hace a la Acrópolis, les aportaron ese día a las precarias arcas griegas la paupérrima cifra de 1.260 euros en boletos de entrada.
“Abajo”, extendida entre una neblina tibia pero densa y grisácea se divisa la gran Atenas, compuesta por 38 distritos donde viven la mitad de los 11 millones de habitantes de Grecia.
En el transcurso del primer fin de semana tras la elección del nuevo gobierno de coalición de extremos, el pesado color del cielo hacía juego con el lúgubre estado de ánimo generalizado entre los habitantes de esta metrópoli histórica que por donde quiera que se la vea se presenta sumida en el desespero, la humillación e impotencia.
“No es solo en estos días. Por naturaleza, los griegos éramos arrojados, emprendedores y alegres, pero desde hace más de una década nos ha caído sobre los hombros la realidad muy ingrata de haber perdido el timón de nuestra identidad como nación moderna y no haber logrado la adaptación a las exigencias del euro. Como siempre, el pequeño ciudadano es el que lleva la mayor parte de la carga de este golpe prolongado de mala fortuna. Eso es lo que hace que la gente parezca tan apática; en realidad están sobrecargados,de penumbra y miedo al presente”, explica el periodista griego Nikos Chilas, del periódico To Vima.
En las calles de Atenas, ya sea en las amplias avenidas del todavía acomodado sector de Kolonaki o en los callejones desvencijados del barrio obrero de Anafiótika, el desasosiego como estado prolongado de los griegos contemporáneos se traduce en un lenguaje corporal generalizado y caracterizado por rostros de mirada ausente y evasiva, lo mismo que por movimientos mecánicos y pasivos que tardan en reaccionar a estímulos externos básicos como preguntas, peticiones, o reacciones de agrado o desagrado frente a un servicio.
“Estamos viviendo una catástrofe social. La gente no sabe de dónde sacar más ánimo, y no lo puede ocultar. La mayoría está entrando al límite de su capacidad de aguante. Eso es lo que se debe entender cuando se hable de Grecia”, especifica Georgios Pappas, analista y reportero del canal griego de noticias ERT.
Las cifras de la catástrofe social pueden visualizarse en cada esquina. Múltiples edificaciones en pleno centro y suburbios de la ciudad evidencian haberse convertido en ruinas que amenazan con caerse de un momento a otro.
De hecho, ante la incapacidad para comprar aceite de calefacción, muchos griegos capitalinos recurren a la quema de muebles viejos para calentar el ambiente en sus hogares en las épocas de frío, lo que explica la densa nube de esmog que sofoca el cielo ateniense.
La tragedia del desempleo que alcanza la cifra del 27 por ciento entre adultos y de 51 por ciento para la población joven entre 15 y 26 años cobra día a día nuevas víctimas.
Una ausente UE
En un improvisado recorrido de metro entre los populosos sectores de Sintagma y Agua Marina, Ariosto, ingeniero de sistemas de 31 años, relató con voz entrecortada y en alemán cultivado rasgos de su drama, paradigmático de lo que vive uno de cada dos griegos, según estadísticas.
“Hace dos años vivía en Keiserslautern. Estuve allí por un año y medio y trabajaba como contratista de sistemas. Tuve que regresar porque mi madre cayó gravemente enferma y mis dos hermanas sufrieron crisis nerviosas y de depresión por la falta de empleo y la carga de obligaciones. Eso las imposibilitó para ayudarse y ayudar a mi madre”, asegura.
“En Alemania ganaba poco porque mis contratos no siempre fueron renovados. Me alcanzaba para la supervivencia en la ciudad. La opción no era negativa a largo plazo. No me importaba que los alemanes no me invitaran ni a un vaso de agua en sus casas los fines de semana. Pero no pude negarme a auxiliar por lo menos con mi presencia a mis hermanas y a mi madre. Regresé al vacío. Ahora trabajo en una pastelería por horas. Gano 400 euros al mes. Una hermana sigue enferma. La segunda busca trabajo y se ayuda lavando pisos en algunos restaurantes”.
Aunque sus lazos emocionales no sean fuertes, para Ariosto la Unión Europea (UE) no queda en Grecia sino en Alemania y sus vecinos. Pronuncia en voz muy baja el nombre de Angela Merkel para quejarse de lo poco que, en su criterio, la mandataria germana ha hecho por fomentar los lazos de unidad social y cultural en el bloque.
“No soy un entendido, pero aquí a Atenas no ha venido Merkel a ofrecer alternativas a los jóvenes o a invitarlos a buscar trabajo en su país, como sí hizo en España hace algún tiempo. Solo exigencias, reproches. Con solo hablar de deudas e ignorar los propios errores políticos, ha conseguido arruinar nuestra autoestima, sin propiciar soluciones”, sentencia el profesional griego, quien, a pesar de su mala suerte, no tiene objeción en dar pistas generosas para entender Atenas y enseñar el camino hacia sitios donde la gente está hablando de política.
¿El ‘Moisés’ griego?
En la noche del último viernes de enero, mientras el nuevo primer ministro, Alexis Tsipras, terminaba su debut de primera ronda de enfrentamiento con los pesos pesados de las finanzas europeas, periodistas e intelectuales se concentraban en las calles aledañas a la Universidad de Atenas, así como a lo largo de la calle Omirou, poblada de establecimientos y restaurantes internacionales.
También allí la mítica palabra “éxodo”, plena de vida en el vocabulario griego y omnipresente en todas las estaciones de bus, metro y demás lugares públicos, reinaba en el ambiente y contenido de los diálogos atenienses en torno a las expectativas frente al nuevo gobierno de coalición de extremas, presidido por Tsipras.
Éxodo, salida, escape, control, freno de la crisis, de la pobreza, de las deudas, de las presiones germanas, de las de Bruselas, del desempleo, del complejo de culpa e inferioridad con respecto a sus conciudadanos centroeuropeos e incluso al éxodo de la UE, si eso conlleva el final de la crisis, es lo que espera Atenas, y por ende Grecia, del recién posesionado ‘Moisés’.
“Alexis Tsipras no es un recién llegado a la política. Aquí en Atenas lo conocemos bien. Se ha forjado desde que tenía 16 años. Tiene talante y orgullo intacto. Eso es lo que cuenta para nosotros”, dice Adriano, un veterano mesero de un bar intelectual.
“Que sea de la izquierda o de la derecha, o que sean las dos juntas, es lo de menos. Ahora lo que cuenta es que Grecia tenga a un hombre que hable por ella”, dice un comensal en la barra del mismo restaurante.
“Comenzó con el pie derecho al anunciar medidas de urgencia para remediar en parte la situación de calamidad de la gente más pobre, como los ancianos, los enfermos y los funcionarios que fueron despedidos recientemente. A clara vista, eso no es suficiente, pero ya es algo que va a hacer retroceder el estado anímico de ‘no presente’ en el que han caído los habitantes” completa el periodista Nikos Chilas.
Pappas no está muy de acuerdo. “Esas medidas son de retroceso a la dependencia hacia el Estado. Por supuesto que auxiliar a los más necesitados es su obligación, pero al tiempo lo que se necesita es un cambio hacia la modernización, a la generación de empresa, un llamado a intentar ser competitivos”.
“El camino tendría que ser la repartición de la deuda”, añade.
“Lo que sí es claro es que Grecia ha tocado fondo. Y lo único bueno de la situación es que el mundo se está enterando de que la mencionada vagancia griega es un mito. Lo que ha pasado es que hemos sido las víctimas de un experimento de la UE para salvar el euro”, sentencia un exfuncionario de prensa gubernamental que pide reserva de su nombre.
Su tesis no es afiebrada. La misma, en otros términos, ya está haciendo carrera, respaldada incluso por renombrados expertos economistas alemanes como Sebastian Dullien, catedrático de la Escuela Superior de Economía de Berlín y asesor en el Consejo Europeo de Relaciones Exteriores.
Citado, esta semana, por los semanarios Die Zeit, Der Spiegel y Focus, Dullien sostiene que Grecia nunca va a poder pagar su gigantesca deuda y que ello ya era evidente en el 2010.
“Independientemente de qué tanto moleste la postura del nuevo gobierno de extrema izquierda en Grecia, la observación en rigor de la situación señala que en algunos aspectos a Tsipras le asiste la razón. Viendo las cosas en retrospectiva, se puede decir que Europa habría sacrificado a Grecia para poder salvar el euro. Ahora, lo que conviene es llamar a una conferencia de deudores que propicie la repartición justa de la deuda griega entre los miembros de la Unión”, sostiene Dullien.
Lograr inclinar la política de Berlín y Bruselas hacia la discusión de esa variante antes de ofrecerle una visita a Angela Merkel en Berlín parece ser la estrategia del primer ministro Tsipras para conducir a su pueblo hacia un mejor futuro.
PATRICIA SALAZAR FIGUEROA
ENVIADA ESPECIAL DE EL TIEMPO
ATENAS
PATRICIA SALAZAR FIGUEROA
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