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La plaza Taksim, símbolo del fracaso del golpe

Cada día aumenta el número de detenidos por el fallido golpe de Estado.

La plaza Taksim, en el centro del Estambul europeo, se preparaba en la tarde ayer, como cada noche desde el sábado, para celebrar el fracaso del golpe de Estado perpetrado por una fracción de las Fuerzas Armadas turcas contra el gobierno del presidente Recep Tayyip Erdogan la madrugada del viernes al sábado. (Ver también: Mogherini: ningún país con pena de muerte puede ser miembro de la UE)
Miles de ciudadanos iban llegando a Taksim, decorada con banderas turcas de grandes dimensiones y retratos de Erdogan. Niños refugiados sirios –en la ciudad viven casi un millón– vendían banderas y botellas de agua. Los operarios levantaban un escenario para animar la noche con música y discursos.
Taksim es la misma plaza que Erdogan cerró para evitar las manifestaciones en su contra en las celebraciones del primero de mayo. Este lunes era un mar de banderas, puestos de comida y algún grito de “Alahu Akbar” (“Dios es grande”). Los reunidos eran simpatizantes y miembros del partido AKP de Erdogan, de tendencia islamista, en una república cuya constitución defiende un Estado laico.
Erdogan atizó ese islamismo como forma de polarizar a la sociedad. Acaparar ese voto le aseguró durante años casi el 50 por ciento del electorado y le fue reforzando frente a los sectores laicos y nacionalistas.
Burak esperaba sentado en un escalón de la plaza con su mujer y su bebé de pocos meses. Es empleado de la Alcaldía, pero asegura que no tiene carnet del AKP. Dice que estaba en Taksim “para apoyar al presidente Erdogan contra los militares fascistas”. Asegura que en la noche del viernes no salió de casa –como hicieron miles que se pararon ante los tanques– “porque a mi esposa le daba miedo”, pero que ahora “daría lo que fuera por el presidente”.
Ahmet vende simits, una especie de rosquilla de pan con sésamo que se encuentra en cada esquina por unas pocas liras turcas. “¿Está aquí por el negocio?”, pregunto. Con su inglés limitado, pero suficiente para atender a los turistas ocasionales, dice que “siempre” se hace en esta esquina de la plaza, “pero es verdad que estos días hay más gente y vendo más”. “¿Y qué le parecen las concentraciones?”. “Yo solo quiero trabajar y vivir mejor”. Las respuestas son cada vez más cortas y mira más a dos policías que observan a pocos metros al periodista. (Lea: Turquía: la amenaza sigue)
Estambul es en  estos días Taksim y el apoyo a Erdogan, pero también mucho más. Porque en muchas casas hay miedo. Los cabecillas del golpe de Estado del viernes están detenidos o muertos, además, miles de turcos temen ser los siguientes en la lista de detenidos, que ya suma miles de personas, y que en la madrugada aparezca un auto para llevárselos.
Mientras en Taksim se celebra el fracaso del golpe, la Policía y los servicios secretos trabajan a destajo en medio de una purga masiva que parece querer acabar con toda contestación. Más de 3.700 jueces y fiscales y 7.899 policías fueron suspendidos de su empleo, según 'CNN Türk'. Además, hay más de 7.500 detenidos, de los cuales más de 6.000 son militares y casi 650, civiles. Entre los militares arrestados hay más de cien generales y almirantes, un tercio del alto mando de las Fuerzas Armadas turcas.
También están suspendidos 30 de los 81 gobernadores regionales y detenidos 60 importantes empresarios. El Gobierno prohibió ayer que varios millones de empleados públicos abandonen el país y suspendió sus vacaciones. En los aeropuertos con conexiones internacionales se cotejan los nombres de todos los turcos que vuelan al extranjero con una base de datos. (Ver también: Algunos motivos por los que parte del Ejército de Turquía se rebeló)
Todos esos detenidos son acusados por los medios leales al Gobierno de ser parte del “Estado paralelo”, una supuesta estructura administrativa que actuaría en la sombra y a las órdenes remotas del clérigo musulmán exiliado en Estados Unidos Fethullah Gülen, quien durante años fue mentor político de Erdogan. El Presidente turco anunció que en los próximos días pedirá su extradición.
Gülen controla una cofradía con intereses en sectores educativos y empresariales que se habría ido infiltrando durante años, según el Gobierno, en las estructuras policiales, administrativas y militares del Estado turco. Como si el control absoluto de los servicios secretos, las fuerzas policiales y, visto el fracaso del golpe, la mayor parte de las Fuerzas Armadas, no fuera suficiente para controlar el Estado y Erdogan necesitara un enemigo interno.
La purga va también contra los medios de comunicación, que tuvieron el coraje en la noche del golpe de defender las instituciones democráticas. Veinte diarios en línea ya fueron cerrados. El año pasado el Gobierno había intervenido el principal diario opositor del país, 'Zaman'. A la prensa independiente intentaron silenciarla los golpistas y ahora lo hace el poder político. 'Zaman' había develado gran parte de los casos de corrupción que afectan a miembros del Gobierno y sobre todo el trasiego de armas turcas en camiones del Ejército de Tierra para armar al grupo Estado Islámico en Siria.
La prensa que apoya a Erdogan pide directamente venganza. El titular más repetido ayer en las tapas era “La gran limpieza”, se leen frases como “todos los que mostraron simpatía por el golpe, quienes no lo condenaron, son terroristas y pagarán por ello”. El supuesto líder de la intentona golpista, el excomandante de la Fuerza Aérea Akin Ozturk, habría admitido anoche ante el fiscal que quería derrocar al Gobierno para horas después desmentirse.
Las Fuerzas Armadas turcas, tradicionalmente “garantes de la laicidad del Estado” que heredaron de Mustafá Kemal Atatürk y tradicionalmente golpistas como pocas en el mundo –seis golpes en los últimos 60 años–, ven desde hace años cómo su poder es limado por lo que consideran la islamización que Erdogan impone en Turquía. La diferencia con los golpes de Estado del pasado es que por primera vez las Fuerzas Armadas aparecen divididas entre leales a Erdogan y opositores. Esa división ayudó al fracaso del golpe.
La purga va claramente más allá de la detención de los golpistas. Cuesta creer que más de 20.000 personas tuvieran conocimiento de la preparación del golpe y cuesta aún más creer que menos de 24 horas después de la asonada militar ya hubieran sido suspendidos de funciones casi 3.000 jueces y fiscales sin que sus nombres estuvieran en alguna lista o en algún armario del poder.
Este lunes desde Bruselas se le hizo saber a Erdogan esa sospecha. El comisario de Ampliación –porque Turquía oficialmente sigue siendo candidata a ingresar en la UE–, Johannes Hahn, dijo que la lista de jueces y fiscales detenidos “ya estaba preparada” antes del golpe. El canciller turco, Mevlüt Çavusoglu, dijo que en Bruselas no “entienden lo que está pasando en Turquía”.
Medios turcos aseguran que el servicio secreto advirtió al Gobierno casi diez horas antes del golpe de que había ruido de sables. Erdogan dijo en la madrugada del viernes al sábado que el golpe había sido “un regalo de Dios”. ¿Dejó hacer el Gobierno a sabiendas de que el golpe fracasaría y podría utilizarlo para aplastar a la oposición política? Eso piensan algunos diplomáticos europeos consultados por este diario el domingo en Bruselas.
La Otán recordó a Turquía que para ser miembro de la Alianza debe “respetar completamente la democracia y sus instituciones, el orden constitucional, el Estado de derecho y las libertades fundamentales”. La UE mantiene un discurso similar y avisa que una deriva autoritaria sacaría al país de su intento de ingresar algún día en el bloque. Human Rights Watch aseguró en un comunicado que “la velocidad y la escala de las detenciones son las de una purga”.
IDAFE MARTÍN PÉREZ
Para EL TIEMPO
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