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El coronel condenado por insultar al Rey de España

ELTIEMPO.COM habló con el oficial (r.) que fue sentenciado por injurias graves contra la Corona.

“Sí, tú, último representante en España de la banda de borrachos, idiotas, descerebrados, cabrones, vagos y maleantes que a lo largo de los siglos han conformado la foránea estirpe real borbónica”.
Este es uno de los apartes de una columna que el coronel (r.) Amadeo Martínez Inglés publicó el 12 de diciembre del 2011 en el diario digital ‘Canarias Semanal’, en España, en la que se refirió no solo al rey Juan Carlos de España sino a los borbones, y que desató la ira de la Corona.
Estas frases, al igual que otras como “rey sin par que crees provenir del testículo derecho del emperador Carlomagno”, llevó a que la Audiencia Nacional española lo acabe de condenar a pagar 6.480 euros (unos 15 millones de pesos) por “injurias graves contra la Corona”. Para el juez José María Vásquez Honrubia, la libertad de expresión “no puede ponderarse como más o menos prevalente frente al honor de la Corona”, señala el fallo, expedido el 14 de marzo pasado y conocido por este diario.
Así las cosas, a sus 77 años, este veterano de guerra español, exalto mando franquista, pero separado de esa fuerza, se ratifica en esta entrevista con ELTIEMPO.COM de lo que escribió sobre la monarquía. Cuenta que denunció al rey Juan Carlos por su actuación en el fallido golpe de Estado del 23 de febrero (23-F) de 1981, en el que los militares se tomaron el Congreso e insiste en que el rey está “caduco” y “desprestigiado”.
¿Cómo fue el proceso de la demanda? ¿Cuándo se enteró de que existía?
El proceso de la demanda fue inusual y con intenciones aviesas y de intimidación personal por parte del Gobierno. No se dieron cuenta desde el principio que yo soy un veterano militar con experiencia de guerra y habituado a resolver dramáticos momentos personales. Me enteré de la misma, casi tres meses después de que el fiscal general del Estado ordenara abrir el procedimiento y la puesta en escena fue, como le digo, ridícula e infantil: dos coches patrulla de la policía llegaron a mi domicilio, con afán de amedrentarme, y cuatro agentes subieron por las escaleras profiriendo gritos y preguntando a los vecinos donde vivía el denunciado. No les abrí la puerta ni les hice el menor caso, aunque mi esposa se llevó, lógicamente, un buen susto. En aquellos momentos, recordé aquello tan conocido de “la democracia y el lechero” ¡Menuda democracia tenemos desgraciadamente en España! Se fueron después de alarmar a todo el mundo pero al día siguiente se volvieron a estacionar los mismos automóviles a la puerta de mi casa hasta que, después de verme entrar, subieron al piso a entregarme la citación judicial que portaban.
¿Por qué publicó la columna? ¿En algún momento pensó que le podría traer problemas?
Además de coronel del Ejército español separado del servicio activo, en la actualidad soy escritor, historiador y periodista. En esa fecha acababa de saltar a la opinión pública española un caso flagrante de corrupción en el entorno de la familia real, el protagonizado por el yerno del rey, Iñaki Urdangarín, duque de Palma. (Lea sobre la imputación a la infanta Cristina por el caso Nóos)
El enojo de la sociedad española tanto con el susodicho personaje defraudador como con la familia real en su conjunto era grande en aquellos momentos y la prensa lo reflejaba a diario. Yo en mi columna solo puse mi granito de arena aunque, debo reconocerlo, con un lenguaje bronco e, incluso, impertinente, pero nunca eché mano de la calumnia ni la injuria personal. Mis epítetos iban dirigidos contra la dinastía borbónica en su conjunto donde históricamente han proliferado reyes y reinas sin la más mínima cualidad moral o ética. En la columna volví a señalar los presuntos delitos cometidos que yo he investigado durante casi 30 años y que he puesto repetidas veces en conocimiento. Nunca pensé de todas formas que el Gobierno español o la Corona fueran a reaccionar contra mi persona pasando por encima de mi derecho a la libertad de expresión.
¿Va a pagar la suma por la cual fue condenado? ¿De dónde va a sacar los recursos para ellos? ¿Va a apelar de la decisión para que una segunda instancia revise la decisión?
Sí, por supuesto, voy a recurrir la sentencia y llegaré si es preciso hasta el Tribunal Europeo de Derechos Humanos pues la libertad de expresión es sagrada, es un derecho protegido por la legislación internacional y por la carta de Naciones Unidas y recogido en las legislaciones básicas de los Estados democráticos y de Derecho. Si no me queda otro remedio antes de que el citado tribunal europeo se pronuncie, pagaré la cuantía de la sentencia (6.480 euros) pero, afortunadamente, el movimiento republicano actual es muy fuerte en España, la monarquía está cada día que pasa más desprestigiada, y lo más probable es que esa importante cantidad de dinero sea sufragada, en todo o en parte, por un gran número de ciudadanos españoles que aspiran a un pronto cambio político en este país.
¿Se ratifica en lo dicho en esa columna? ¿Por qué?
Sí, me ratifico en todo lo que expuse en su día en la famosa columna. Porque, como le decía en una pregunta anterior, dejando de lado la forma bronca e irrespetuosa empleada (no conviene olvidar que el artículo fue redactado para ser publicado en Internet) sólo dije en él verdades y denuncias contra el rey de España que, como historiador, ya había publicado en varios libros y centenares de columnas y trabajos periodísticos. En esta ocasión, sin embargo, el Gobierno del Partido Popular (casi, casi, extrema derecha), que acababa de obtener una mayoría absoluta en el Parlamento, estaba muy crecido, exultante de poder, y arremetió contra mi persona, equivocadamente, pienso yo, para tratar de apoyar a un rey desprestigiado y ya caduco al que le quedan muy pocos años, por no decir meses, de aferrarse a su poltrona regia.
¿Es la primera vez que es condenado por la justicia española por sus posturas hacia la Corona? ¿Tiene más procesos por sus posturas?
Esta es la única vez que he sido condenado por la justicia española. Yo soy un militar de Estado Mayor, con multitud de diplomas y estudios españoles y extranjeros, veterano de la guerra de Ifni (Marruecos 1958). Mis problemas con el Gobierno (no con la Corona) comenzaron en el año 1989 cuando formulé una propuesta nacional para erradicar el servicio militar obligatorio en España, puesto que no servía para tener un Ejército plenamente operativo y costaba la vida de doscientos reclutas al año en accidentes y suicidios. Solamente por presentar esta propuesta, salida de mis estudios profesionales, la cúpula militar del momento, todavía franquista de extrema derecha, me encarceló durante cinco meses y me pasó a retiro. Algo increíble en una nación europea y teóricamente democrática, pero cierto. Ante este descomunal ataque a mi persona, y a punto de ascender a general, tuve que reciclarme como escritor y periodista.
Usted pidió al Congreso que se indagara al Rey por sus actuaciones en el 23-F. ¿Qué ha pasado con esa denuncia?
Yo he investigado el 23-F durante casi treinta años y publicado sobre este tema cuatro libros, el primero de ellos en 1994 con el título de ‘La transición vigilada’. Después, títulos como ‘23-F El golpe que nunca existió’, ‘Juan Carlos I, el último Borbón’ y el último ‘La Conspiración de mayo’ en el que saco a la luz pública toda la trama golpista de la época.
Los dos últimos, con los títulos de ‘El rey que no amaba a los elefantes’ y ‘La Conjura de mayo’ están colgados en Internet, de descarga gratuita. La denuncia ante el Congreso, después de cinco intentos, fue aceptada a trámite hace ahora casi tres años pero sigue “en estudio y tramitación” hasta cuando Dios o los arruinados ciudadanos de este país queramos…
Llama la atención que en la sentencia se le cuestiona que asistió vestido de militar al juicio. ¿Por qué lo hizo? ¿No era una manera de provocar al juez de la Audiencia? También, su defensa insistió en que en su columna no se refería al Rey. ¿Se mantiene en esa postura?
Yo soy en la actualidad un coronel del Ejército español con todos los derechos, incluido el de vestir el uniforme militar, aunque esté separado del servicio activo. A la derecha española (el Partido Popular) le incomoda la mera existencia de un alto militar progresista y demócrata que, además, escribe y arrastra voluntades políticas y sociales. A raíz de mi separación del servicio activo ya intentaron que yo nunca más me vistiera el uniforme. Y en el año 2003, cuando yo me sumé en Madrid, con mi uniforme de coronel, a una macro manifestación ciudadana contra la ilegal invasión de Irak por parte del presidente Bush, me llevaron a los tribunales por uso indebido del uniforme reglamentario. Gané la demanda y el juez falló a mi favor resaltando una vez más que yo era un militar que tenía todo el derecho a salir a la calle vestido con mi uniforme.
Ahora, con motivo de la querella por mi columna, el juez (dirigido obviamente por el poder) ha pretendido de nuevo que yo no vistiera el uniforme, a lo que me he negado en redondo. Y acudí a la vista (a la que no entré y no me senté en el banquillo) vestido con el uniforme mimético de combate de los paracaidistas españoles. Mi abogada tiene razón cuando dice que yo no calumnié ni injurié directamente al rey. Mis duras acusaciones en la columna periodística iban dirigidas contra la dinastía borbónica en su conjunto.
A pesar de que tenía una carrera exitosa, ¿cree que sus posturas echaron al traste sus aspiraciones a ascender en la línea de mando?
Antes que ascender a general y meterme para el resto de mi vida profesional en un despacho a leer el periódico y degustar decenas de cafés en charlas con los compañeros de generalato (que es desgraciadamente a lo que se dedican preferentemente los altos mandos del Ejército español donde no abundan las unidades operativas de combate) preferí luchar para modernizar y democratizar ese Ejército profesionalizándolo y dotándolo de modernas Unidades. Me atacaron con saña los propios mandos que se beneficiaban de los 200 mil reclutas que acudían anualmente a filas, a los que convertían en sus lacayos, en sus esclavos. Tuve que abandonar el Ejército y mi carrera pero al final logré lo que me proponía: el Gobierno en el año 1996 quitó el servicio militar obligatorio y profesionalizó las FAS españolas. Todavía estoy esperando recibir algún agradecimiento, por vía oficial, a mi sacrificio.
Sus detractores aseguran que usted fue militar en la época del franquismo, que tanto cuestiona públicamente. También, se le critica sus palabras contra el Rey, cuando él es el jefe de las Fuerzas Armadas. ¿Qué piensa de estos cuestionamientos?
Sí, yo presté mis servicios en el Ejército de Franco porque cuando yo ingresé en él no había otro en España. Siempre he sido una persona respetuosa con la democracia, la libertad y el Estado de derecho pero en los años 50, 60 y 70 tuve que dedicarme en cuerpo y alma a mi profesión comenzando por una guerra y siguiendo con multitud de estudios, cursos y estancia en las mejores unidades de combate: paracaidistas y nómadas del desierto. El rey, es el jefe supremo de los Ejércitos españoles de una forma totalmente protocolaria. Ese cargo, ajeno al de jefe del Estado a título de rey, le fue concedido por el dictador Franco a título personal. Si me permite la descarada expresión: por “deseo testicular” de un autócrata, sin ninguna apoyatura ética, legítima o de deseo del pueblo. Por eso, para mí su magistratura carece de valor.
¿Cuál cree que es el futuro de la monarquía en España?
La monarquía española no tiene futuro. Está acabada. Va a morir por sus errores, sus corruptelas, su inanidad, su desvergüenza, su falta de legitimidad inicial, su ineptitud, su extemporaneidad… y porque el pueblo español ha perdido en los últimos años el miedo ancestral al Ejército y ahora quiere el verdadero cambio que no se pudo producir a la muerte del dictador Franco. La corrupción del caso Urdangarín ha sido solo la gota que ha colmado el vaso pero algunos llevamos muchos años luchando para que se conocieran los presuntos delitos y el abuso de poder continuo que ha cometido un rey como Juan Carlos I, que será con toda probabilidad “el último Borbón”.
ANDRÉS GARIBELLO
REDACCIÓN ELTIEMPO.COM
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