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'Al final siento que ganamos'

Habla Asher Ud, de 86 años, quien en el Holocausto perdió a sus padres y a su hermano menor.

JANA BERIS
El 27 de enero se convirtió en el Día Internacional de Recordación de las Víctimas del Holocausto tras esa jornada en la que, hace 70 años, el Ejército Rojo descubrió Auschwitz. El escritor judeoitaliano Primo Levi, quien murió en 1987, contó en sus escritos sobre la mirada confundida de los soldados soviéticos, que veían espantados esos escenarios de muerte y horror dejados por los nazis. Allí estaban también aquellos judíos que lograron sobrevivir. “No se puede explicar lo que era Auschwitz”, dice a EL TIEMPO Asher Ud, de 86 años, oriundo de Polonia. “El que no estuvo y no vivió aquello no lo puede entender”. (Lea también: Auschwitz: a siete décadas del peor horror)
“Durante 50 años no abrí la boca”, dice Ud, quien en el Holocausto perdió a sus padres y a su hermano menor. Creyó haber perdido también al mayor, hasta que 40 años después del fin de la guerra se enteró de que había logrado sobrevivir. “No recuerdo haber tomado la decisión de mantenerme en silencio, pero se ve que inconscientemente sí lo había hecho, porque durante mucho tiempo mis amigos, ya en Israel, ni siquiera sabían que yo había pasado por la guerra. Pero hoy no puedo parar. Siento que si hablo y cuento el Holocausto no se olvidará, y entonces, no se podrá repetir”.
Moshe Haelion, otro sobreviviente, recuerda que no creía que pudiera ocurrir.
Tenía 16 años cuando la guerra llegó a su Salónica natal, en Grecia. Durante un año y medio, los nazis, cuenta, no tomaron medidas especiales contra los judíos, hasta que todo cambió. Con 18 recién cumplidos, fue enviado a Auschwitz, donde apenas llegó perdió a su madre y hermana menor, enviadas a las cámaras de gas.
“Recuerdo que me encontré con un excompañero de escuela y me enteré de que había estado en Birkenau, junto a Auschwitz, donde oí que habían llevado a mi madre y mi hermana”, cuenta en su apartamento en la ciudad israelí de Bat Yam. “Le pregunté por ellas, si las vio, y me dijo que no. Que no pudo verlas porque habían sido asesinadas en las cámaras de gas y sus cuerpos fueron quemados en los crematorios”.
Moshe suspira y se detiene por unos segundos, como para recuperar fuerzas. “Pensé que estaba loco, que eso era imposible. ¿Cómo el pueblo alemán, tan culto, el pueblo de Goethe, iba a hacer algo así? Pero era verdad”.
“No pensé nunca en vengarme. Mi venganza, o mejor dicho mi victoria, fue cuando años después de la guerra fui a Auschwitz con mi hija y mi nieta, que tenía a mi bisnieto en su vientre. Cuatro generaciones estaban presentes donde habían querido exterminarnos. Al final, con todo el sufrimiento, siento que ganamos”, asegura Haelion.
JANA BERIS
Corresponsal de EL TIEMPO
Jerusalén.
JANA BERIS
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