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Un guayabo terciario / Opinión

Obama y sus asesores no se han despertando aún de la celebración del triunfo. Siguen todavía ebrios de victoria.
Desafortunadamente, no van a tener mucho tiempo para recuperarse porque lo que les espera en el frente económico es lo más parecido a un guayabo terciario.
Los mercados no han recibido con generosidad la reelección de Obama. Ayer, las bolsas cerraron con una de las caídas más fuertes de los últimos seis meses. La señal que envían los inversionistas es que tienen miedo de la capacidad de Washington -Casa Blanca y Congreso- para resolver un rompecabezas fiscal y tributario que amenaza con caer como un piano sobre la débil recuperación económica de los últimos meses. A esto se lo conoce como el 'precipicio fiscal', el despeñadero al que se están acercando las finanzas públicas de los Estados Unidos.
Si antes del 2013 el Presidente y los legisladores no se ponen de acuerdo para cambiar la Ley del Control Presupuestal del 2011, de manera automática se dispararán más impuestos y se eliminarán exenciones que significarían un incremento de un 20 por ciento en la carga tributaria para los estadounidenses. Igualmente, se aplicarán recortes presupuestales inmediatos en áreas como servicios sociales y el gasto en defensa. Llegar a ese punto sería como pararse en la manguera de oxígeno de un enfermo grave. La recuperación económica y el empleo entrarían en paro respiratorio.
Estamos prácticamente a mes y medio de un eventual colapso. En la práctica, incluyendo el Día de Acción de Gracias y la Navidad, Obama tiene escasamente un mes para resolver el problema. Es un asunto que no da espera. Es decir, la salud económica de EE. UU., de Colombia y del planeta está ahora en manos de los políticos, algo que no ha sido nunca fácil, en particular después de unas elecciones, donde quedan moretones y heridas abiertas.
¿Qué puede pasar? El primer escenario es el suicidio. Los republicanos deciden ahondar la crisis para destruir la gobernabilidad de Obama y noquearlo antes de que empiece su segundo periodo, y por eso se abstienen de colaborar para encontrar una decisión.
No nos olvidemos de que Washington está dividido, con los demócratas en control de la Casa Blanca y el Senado, y los republicanos con las mayorías en la Cámara de Representantes. Y es por la Cámara por donde tienen que entrar todas las normas presupuestales y fiscales.
El segundo escenario es el de la lucidez. En este caso, los dos partidos dejarían la polarización y pondrían los intereses de la nación por encima de sus rivalidades y sus rencores para encontrar una solución equilibrada, estructural y duradera. La verdad, eso no ha ocurrido antes y no parecería que pueda ocurrir ahora.
El tercer escenario es el del acomodo. Ante la imposibilidad de ponerse de acuerdo, después de mucho teatro y discursos, de vestiduras rasgadas y actos de bravuconería política, se llega al acuerdo de mantener el statu quo, con algunos ajustes cosméticos. Mejor dicho, se patea el balón para adelante. Este parecería ser el escenario con mayores posibilidades.
Obama tiene el oxígeno de la victoria, pero no el tiempo suficiente para implementar soluciones definitivas. Los republicanos, que están exhaustos y frustrados por la campaña que culminó, tampoco quieren desgastarse más frente a un público cada vez más escéptico con los políticos. Y, la carta oculta, Romney. No tendría nada que perder. Al mostrarse colaborador y constructivo, empresarial y ejecutivo, además de no partidista, podría convertirse en el socio de Obama para construir una solución bipartidista, así sea transitoria. Las paradojas de la vida. A Obama lo podría salvar quien fuera hasta hace unas pocas horas su peor enemigo. Ojalá, por el bien de Colombia y de la economía mundial.
GABRIEL SILVA LUJÁN
EXEMBAJADOR DE COLOMBIA EN ESTADOS UNIDOS
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