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EEUU

Caso JFK: ¿más cerca o más lejos de la verdad?

John Fitzgerald Kennedy fue asesinado en Dallas, Texas, el 22 de noviembre de 1963.

John Fitzgerald Kennedy fue asesinado en Dallas, Texas, el 22 de noviembre de 1963.

Foto:Cecil Stoughton / EFE

Los documentos revelados ni confirman ni ahuyentan el fantasma de una conspiración.

Juan Carlos Rojas
Normalmente es la vida real la que inspira a Hollywood. Pero en el caso del presidente estadounidense John F. Kennedy sucedió todo lo contrario. En 1992, y tras el enorme impacto que causó la película de Oliver Stone sobre su asesinato, el Congreso de Estados Unidos aprobó una ley que ordenaba la divulgación de todos los archivos al cabo de 25 años para así poner punto final a este traumático episodio de la historia del país y a las múltiples teorías de conspiración que lo han rodeado.
El día llegó finalmente la semana pasada, pero estuvo lejos de copar las expectativas acumuladas en dos décadas y media.
Donald Trump, el presidente al que le correspondió dar la luz verde final, hizo públicos 2.800 documentos, pero invocó la ‘seguridad nacional’ para mantener en secreto otros 300, al menos durante los próximos seis meses. Nadie sabe si lo que permanece oculto cambiará la teoría oficial de que Lee Harvey Oswald asesinó ‘motu proprio’ a Kennedy, sin apoyo de agentes extranjeros o de la propia CIA, como sugiere la cinta de Stone.
Pero una mirada a fondo de los archivos develados lo que sí revela es otra historia: la de unas agencias de inteligencia descoordinadas que no pudieron impedir el asesinato pese a que había señales inquietantes; y la de un gobierno, el de Kennedy, metido hasta el cuello en planes para asesinar a líderes extranjeros, tratos con la mafia incluidos.

Oswald, un viejo conocido

Oswald era un viejo conocido de la CIA y el FBI. Le seguían la pista desde que viajó a la Unión Soviética para luego volver a Estados Unidos, poco tiempo después. Ambas agencias, cada una por su lado, tenían archivos sobre su personalidad y movimientos.
Sabían, por ejemplo, que desde los 13 años, cuando fue detenido en un centro para reclusión de adolescentes, ya presentaba conductas psicóticas y complejos de inferioridad que trataba de compensar llamando la atención. Tenían claro también su profundo sentimiento anticapitalista e, incluso, que había intentado asesinar al general Edwin Walker, un reconocido anticomunista.
Así mismo, siguieron sus pasos cuando viajó a México con la intención de buscar asilo en Cuba o en la Unión Soviética, solo dos meses antes del asesinato, y hasta interceptaron una carta que envió a la embajada de Moscú en Washington en la que imploraba por su retorno a ese país.
Habían escuchado, además, una llamada que hizo a la embajada soviética en Ciudad de México en la que dijo haberse reunido, en septiembre de 1963, con Valeriy Vladimirovich Kostikov, un conocido agente de la KGB que, según la CIA, había participado en varios asesinatos encubiertos.

Una persona de las características de Oswald había apostado, en medio de tragos, que Kennedy moriría 'en tres semanas'

En uno de los documentos revelados, la CIA especula que Oswald podría ser un espía, pero luego concluye que una reunión tan ‘pública’ como la que sostuvo con Kostikov indicaba una “falta de precaución” no propia de un agente.
El FBI, por su parte, había discutido su caso semanas antes del asesinato, y sabían que pretendía mudarse a Dallas –ciudad donde murió Kennedy– para fundar una asociación de respaldo a la causa de Fidel Castro. Y también tenían el testimonio de un hombre en Nueva Orleans que afirmó que una persona de las características de Oswald había apostado, en medio de tragos, que Kennedy moriría “en tres semanas”. A pesar de todo esto, Oswald se les perdió del radar dos semanas antes del asesinato.
Los documentos demuestran que la CIA y el FBI no compartieron la información que poseían. Y su silencio en torno al viaje a México de Oswald y su contacto con cubanos y rusos le añade leña a la hoguera de las conspiraciones.
El propio Edgar J. Hoover, mítico director del FBI en la época, le dio una explicación al asunto en una carta que le escribió al vicepresidente Lyndon B. Johnson, en la que le dice que revelar estos detalles los habría puesto en aprietos en la arena internacional.
En otras palabras, que no era inteligente hacer público que interceptaban las comunicaciones de otros gobiernos.
Hoover también se lava las manos con otro hecho clave: el asesinato de Oswald a manos de Jack Ruby, dos días después del de Kennedy. En una carta sostiene que su buró estaba enterado de las amenazas de muerte contra Oswald y que esa información fue enviada a la policía de Dallas, a cargo de su custodia. “Nos aseguraron que lo protegerían”, afirma.
Tras revisar los nuevos documentos, el historiador Timothy Naftali afirma que “las cartas de Hoover muestran que quería ocultar detalles y evitar una investigación independiente, pero no porque su agencia estuviera involucrada en la muerte de Oswald o de Kennedy, sino porque quería tapar su incompetencia”.
En los días que siguieron al asesinato, Washington usó todos sus recursos para establecer si la Unión Soviética estaba involucrada. Lo que hallaron fue la historia de un Oswald tan inestable que la propia KGB lo había desechado como posible espía y le negaron en repetidas ocasiones sus solicitudes de asilo. En una ocasión, Oswald hasta se cortó las venas para impedir su expulsión de Moscú, y ni así pudo evitarlo. “Los soviéticos (...) lo describen como un neurótico maniático que era desleal no solo con su país, sino con todo en general”, dice un memo del FBI enviado al presidente Johnson.

Castro, siempre en la mira

Buena parte de los documentos revelados ahondan en los esfuerzos de las autoridades de la época por asesinar a Castro y derrocar a mandatarios que consideraban hostiles, como Rafael Trujillo en República Dominicana y Ngo Dinh Diem en Vietnam del Sur.
Aunque durante años se han contado historias sobre los planes que puso en marcha la CIA para eliminar al líder cubano, entre ellos el famoso cigarro bomba, lo que muestran los archivos es una obsesión que raya con lo escandaloso.
En un memo de 1962 del general Edward Landsdale, encargado en la administración Kennedy de la operación Mongoose, en contra de Castro, le pide al Pentágono desarrollar un plan para introducir un agente biológico dirigido a la población campesina de Cuba con la idea de “enfermarlos” para que no pudieran trabajar en las plantaciones de azúcar y así quebrarle el espinazo a la revolución. El plan fue aprobado hacia finales de ese año, pero no se sabe si se ejecutó. En otro documento se discute la posibilidad de intervenir y sabotear los envíos de repuestos para aviones que llegaban a Cuba desde Canadá para provocar fallas mecánicas en sus aeronaves.

En los archivos queda constancia, también, de que EE. UU. trabajó con la mafia para tratar de matar a Castro

En los archivos queda constancia, también, de que EE. UU. trabajó con la mafia para tratar de matar a Castro. En uno de los documentos revelados se asegura que Allen Dulles, primer civil jefe de la CIA, autorizó el pago de 150.000 dólares para lanzar un golpe que involucraba a Johnny Roselli y Sam Giancana, dos conocidos miembros de la mafia.
Por último, Washington nunca dejó de considerar una invasión a Cuba, pese al fracaso de bahía Cochinos, en 1961. En un documento de 1963 se detalla un plan diseñado por el Pentágono en el que 261.000 hombres tomarían “el control de zonas estratégicas de la isla” en 15 días.

Los soviéticos se asustaron

La desclasificación también sacó a la luz una serie de documentos sueltos que hablan sobre la incertidumbre, a todo nivel, que siguió a la muerte de Kennedy.
Los soviéticos, por ejemplo, estaban convencidos de que el crimen de JFK había sido un “golpe de Estado” organizado por la extrema derecha estadounidense y temían el estallido de una guerra. “Los soviéticos temen que algún general irresponsable decida lanzar misiles contra la URSS aprovechado la ausencia de liderazgo”, se lee en uno de los memos.
Otro menciona cómo Johnson nunca creyó que Oswald actuó solo y decía con frecuencia que la razón por la que Kennedy había sido asesinado era por haber ordenado el asesinato del presidente Dinh Diem, de Vietnam del Sur.
Por supuesto, tampoco podían faltar las historias de los romances de los Kennedy con Marylin Monroe. En otro de los memos revelados, las agencias de inteligencia le advierten al entonces fiscal general (Robert) que estaba a punto de salir un libro en el cual se detallaban sus andanzas con la actriz.
Aunque los documentos, mirados como un todo, consolidan la tesis a la que llegó la Comisión Warren cuando concluyó que Oswald había actuado solo, tampoco disuelven del todo las teorías sobre una conspiración. De hecho, uno de los cables deja con vida el posible rol de la CIA en el asesinato. En la investigación que realizó la Comisión Rockefeller, en 1975, hay una entrevista con Richard Helms, exdirector de la Agencia, en la que se le pregunta si Oswald era un agente de la CIA. Pero su respuesta está tapada con resaltador negro.
Ese hecho y que falten aún 300 textos por hacerse públicos impiden poner fin a la controversia. Aunque hay quienes piensan que la respuesta tampoco está en los documentos faltantes. “Las cosas que faltan probablemente sean bochornosas, pero dudo que despejen lo sucedido”, sostiene Naftali.
Habrá que esperar los 180 días de plazo que dio Trump para saber si, finalmente, el fantasma de JFK podrá descansar en paz. Pero, la verdad, son pocos los que se hacen ilusiones al respecto.
SERGIO GÓMEZ MASERI
Corresponsal EL TIEMPO
WASHINGTON
Juan Carlos Rojas
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