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EEUU

El fantasma de Rusia no le da respiro al gobierno de EE. UU.

Paul Manafort, líder de campaña del candidato republicano Donald Trump.

Paul Manafort, líder de campaña del candidato republicano Donald Trump.

Foto:Chip Somodevilla / AFP

Paul Manafort, exasesor de Trump, confirmó que trabajó hace 10 años para un ruso cercano a Putin.

Fresca aún la noticia de la investigación que adelanta el FBI por los posibles nexos de la campaña presidencial de Donald Trump con el entorno del presidente ruso, Vladimir Putin, comenzó este miércoles a circular un reporte según el cual Paul Manafort, director por varios meses de la campaña del empresario estadounidense, habría recibido varios millones de dólares por un contrato de asesoría destinado a empujar los intereses políticos del Kremlin.
De acuerdo con la investigación, que publicó la agencia de noticias AP, Manafort le habría presentado un plan de trabajo al magnate ruso Oleg Deripaska –muy cercano a Putin– en el que la meta era contrarrestar la oposición en exrepúblicas soviéticas y ganar influencia y cubrimiento mediático tanto en EE. UU. como en Europa. El contrato fue definido en el 2006 e incluía pagos por 10 millones de dólares.
Este miércoles, Manafort reconoció la asesoría brindada a Deripaska, pero aseguró que esta nunca estuvo relacionada con la defensa de los intereses del Gobierno ruso en el exterior.
El tema no deja de ser complicado, pues tanto Trump como Manafort habían negado vínculos con el Gobierno ruso.
Y se suma a otra serie de revelaciones que ya tenían contra la pared a este polémico empresario. Entre ellas, su rol como asesor del expresidente de Ucrania Viktor Yanukovich (aliado de Putin) y, de acuerdo con una investigación que se adelanta en este país, por ser el receptor de millones de dólares en supuestos pagos ilegales.
Así mismo, su nombre salió a relucir en una serie de indagaciones de 'The New York  Times' y 'The Washington Post', según las cuales Manafort era investigado por sus contactos con rusos durante el tramo final de la campaña del 2016.
Como se recuerda, las agencias de inteligencia de EE. UU. habían concluido que el Gobierno ruso era el responsable del hackeo de información confidencial que sufrió tanto el Comité Nacional Demócrata como la campaña de Hillary Clinton.
Esta semana, durante una audiencia en el Congreso, el director del FBI, James Comey, y el de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA), Mike Rogers, confirmaron que la intención de Rusia había sido favorecer a Trump y golpear a Clinton. Asimismo, que el departamento de Justicia tenía una investigación abierta contra la campaña de Trump, la cual buscaba determinar si existió algún tipo de colaboración con el Kremlin para influir en el resultado de las elecciones.
Que el propio jefe del FBI revelara que adelanta una pesquisa contra su jefe volvió a atizar una hoguera que no ha dejado de arder desde que Trump ganó las elecciones en noviembre del año pasado. Entre otras, porque se supone que el FBI nunca revela o hace comentarios sobre sus investigaciones.
La Casa Blanca, desde un inicio, ha negado cualquier vínculo con Rusia y menos con el fin de afectar el curso de la campaña electoral. Pero Trump, el mes pasado, tuvo que despedir a Michael Flynn, su asesor de seguridad nacional, tras revelarse que había mentido sobre sus contactos con funcionarios rusos con los que discutió poner fin a las sanciones elevadas por EE. UU. en los últimos días de la administración de Barack Obama.

Varias aristas rusas

En una nueva arista a la saga de Rusia, el presidente del Comité de Inteligencia del Senado, Devin Nunes, sostuvo que ciertas comunicaciones del equipo de transición de Trump habían sido monitoreadas durante la campaña. Nunes, cuya comisión investiga este mismo caso, afirmó que estas no estaban relacionadas con Rusia y se habían recolectado de manera “incidental”. El legislador no entró en detalles salvo para indicar que planeaba reunirse con Trump de inmediato para informarle sobre esto.
Hace dos semanas, el mandatario acusó al expresidente Barack Obama de haberlo espiado durante la campaña a través de dispositivos colocados en las Torres Trump, en Nueva York. Pero el lunes, tanto el director del FBI como el de la NSA lo desmintieron.
Sin embargo, dado que el FBI ha reconocido que investiga la campaña de Trump, es muy probable que contactos de esta con funcionarios rusos o extranjeros hayan quedado registrados.
Nunes aclaró que no existe nada ilegal en ellos, y le dio cierto oxígeno a Trump, quien dijo sentirse un poco reivindicado con la información.
SERGIO GÓMEZ MASERI
Corresponsal de EL TIEMPO
En twitter: @sergom68
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