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EEUU

El desarme nuclear no puede ser solo para los de ruana

Protesta en Londres contra la política del gobierno Trump sobre armas nucleares, las que considera “cruciales”.

Protesta en Londres contra la política del gobierno Trump sobre armas nucleares, las que considera “cruciales”.

Foto:Reuters

EE. UU. exige que Norcorea renuncie a su arsenal nuclear, mientras perpetúa su propio monopolio.

Hay dos tipos de política exterior: la que se basa en ‘la ley del más fuerte’ y la que se basa en el Estado de derecho internacional. Estados Unidos quiere las dos: estar exento de responder ante el derecho internacional, pero exigir cumplimiento a los otros países. Y en ningún tema esto es tan visible como en la cuestión de las armas nucleares.
Es hora de exigir que todos los países, incluidos Estados Unidos y otras potencias nucleares, cumplan las normas internacionales de no proliferación.
Estados Unidos exige que Corea del Norte respete el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) y sobre esa base alentó al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas a imponerle sanciones. Asimismo, Israel pide sanciones o incluso una guerra contra Irán para evitar que desarrolle armas nucleares en infracción del TNP. Pero Estados Unidos viola el TNP descaradamente, y peor aún Israel, que se negó a firmar el tratado y se arroga el derecho a poseer un inmenso arsenal nuclear, que hasta el día de hoy no reconoce.
El Tratado de No Proliferación Nuclear se firmó en 1968, con tres acuerdos fundamentales. En primer lugar, los Estados que tienen armas nucleares se comprometen a no transferirlas y a no ayudar a Estados que no las tienen a fabricarlas o adquirirlas, y los Estados que no tienen armas nucleares se comprometen a no recibirlas ni desarrollarlas.
En segundo lugar, todos los países tienen derecho al uso pacífico de la energía nuclear. En tercer lugar, todas las partes del tratado, incluidas las potencias nucleares, acuerdan negociar el desarme nuclear (y, de hecho, el desarme general). Como señala el artículo VI del TNP: “Cada parte en el Tratado se compromete a celebrar negociaciones de buena fe sobre medidas eficaces relativas a la cesación de la carrera de armamentos nucleares en fecha cercana y al desarme nuclear, y sobre un tratado de desarme general y completo bajo estricto y eficaz control internacional”.
El propósito central del TNP es revertir la carrera armamentista nuclear, no perpetuar el monopolio nuclear de unos pocos países. Menos aún perpetuar el monopolio regional de países que no firmaron el tratado, como Israel, que ahora parece creer que su apabullante poder militar lo exime de negociar con los palestinos.
La mayor parte de la comunidad internacional reiteró el llamado al desarme nuclear con la aprobación en 2017 del Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares, que exhorta a los Estados que las posean a cooperar para “verificar la eliminación irreversible de su programa de armas nucleares”. Votaron a favor 122 países; uno, en contra; uno se abstuvo, y 69, incluidas las potencias nucleares y los miembros de la Otán, no votaron. Hasta el cierre de esta nota, 58 países habían firmado el tratado y ocho lo habían ratificado.

Pero es asombroso el descaro con el que Estados Unidos demanda no una auténtica desnuclearización, sino la continuidad de su dominio nuclear

Estados Unidos exige que Corea del Norte se haga cargo de sus obligaciones conforme al TNP y se desnuclearice, y el Consejo de Seguridad coincide. Pero es asombroso el descaro con el que Estados Unidos demanda no una auténtica desnuclearización, sino la continuidad de su dominio nuclear.
La nueva estrategia nuclear de Trump propugna una modernización a gran escala del arsenal nuclear estadounidense, mientras que de las obligaciones conforme al TNP solo hace una defensa insincera: “Nuestro compromiso con los objetivos del Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares (TNP) se mantiene firme. Pero debemos reconocer que el entorno actual hace extremadamente difícil un mayor avance hacia la reducción de las armas nucleares en el corto plazo (…) Esta modificación (de la estrategia) se basa en una verdad innegable: las armas nucleares tienen y seguirán teniendo, hasta donde es posible prever, un papel crucial en la disuasión de ataques nucleares y en la prevención de la guerra convencional a gran escala entre Estados con armas nucleares”.
En síntesis, Estados Unidos exige que solo los otros países se desnuclearicen. Desnuclearizarse a sí mismo sería “difícil” y contrario a la “verdad innegable” de que las armas nucleares sirven a las necesidades militares de Estados Unidos.
Dejando a un lado el incumplimiento estadounidense de sus obligaciones conforme al TNP, otro enorme problema es que las necesidades militares de Estados Unidos no tienen que ver con la disuasión. Este país es la entidad más belicosa del mundo, contendiente en guerras electivas en Medio Oriente, África y otros lugares. En el último medio siglo, su ejército se lanzó a reiterados intentos de cambio de régimen, totalmente violatorios del derecho internacional y de la Carta de la ONU; esto incluye dos operaciones recientes para derrocar a líderes (Saddam Hussein, en Irak; y Muamar Gadafi, en Libia) que habían accedido a las demandas estadounidenses de poner fin a sus programas nucleares.
Digámoslo así: el poder corrompe, y el poder nuclear crea la ilusión de ser omnipotentes. Las potencias nucleares bravuconean en vez de negociar. Algunas derrocan gobiernos ajenos a su antojo, o al menos lo intentan.
Estados Unidos y sus aliados nucleares se han arrogado el derecho a ignorar el Consejo de Seguridad de la ONU y el Estado de derecho internacional; por ejemplo, con los ataques ilegales de la Otán contra el régimen de Gadafi en Libia y las incursiones militares ilegales de Estados Unidos, Israel, el Reino Unido y Francia en Siria.
Debemos exigir una desnuclearización rápida y efectiva de Corea del Norte; pero también debemos, con la misma urgencia, hablar del arsenal nuclear de Estados Unidos y otros países.
El mundo no vive una ‘Pax Americana’; vive en la zozobra, con millones de personas arrojadas al torbellino de la guerra por la maquinaria militar desquiciada de Estados Unidos, y miles de millones bajo la amenaza de la aniquilación nuclear.

El poder corrompe, y el poder nuclear crea la ilusión de ser omnipotentes. Las potencias nucleares bravuconean en vez de negociar. Algunas derrocan gobiernos ajenos a su antojo, o al menos lo intentan

Una amenaza latente en datos

2.000 armas nucleares en ‘estado de alerta’ permanente tienen Estados Unidos y Rusia, es decir, listas para ser usadas.
Un solo submarino nuclear de Estados Unidos podría matar a 420 millones de personas, según una portavoz de la Campaña Internacional para Abolir las Armas Nucleares (Ican), que ganó el Nobel de Paz 2017.
Rusia anunció a fines del año pasado que tiene un misil, conocido como ‘Satán 2’ en occidente, que puede transportar 16 ojivas nucleares teledirigidas con las cuales puede borrar del mapa un área del tamaño de Texas.
Aunque una sola cabeza nuclear puede destruir una ciudad completa, los efectos secundarios de una guerra nuclear matarían a cientos e incluso a miles de millones por radiactividad, hambrunas, lluvia ácida y otros problemas.
JEFFREY D. SACHS*
Project Syndicate
* Profesor en Columbia University, Estados Unidos.
Nueva York
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