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Papa promete justicia para abuso de menores, al despedirse de EE. UU.

En su último día de gira, el sumo pontífice visitó una cárcel y se reunió con víctimas de abusos.

DARÍO MENOR
Cuando las víctimas de abusos sexuales le exigían al Papa una mayor actitud frente al tema, Francisco se saltó su programa e incluyó este domingo un encuentro con cinco representantes de este colectivo, en su último día de la gira en Estados Unidos. La cita duró media hora y tuvo lugar en el seminario San Carlos Borromeo, de la ciudad de Filadelfia. (Lea también: El papa Francisco sacude la conciencia de EE. UU.).
Fueron tres mujeres y dos hombres que sufrieron episodios de pederastia por parte de sacerdotes o educadores católicos y familiares. Todos ellos iban acompañados de una persona de confianza e hizo presencia el cardenal Seán Patrick O’Malley, arzobispo de Boston, y el presidente de la comisión creada por el papa para la Protección de los Menores, el arzobispo de Filadelfia, Charles Chaput.
Jorge Mario Bergoglio habló con ellos, escuchó sus historias y les manifestó su compromiso para que la Iglesia católica no vuelva a ocultar nunca más estos casos. (Lea también: El Papa pidió en Congreso de EE. UU. la abolición de pena de muerte).
“Las palabras no pueden expresar completamente mi pena por los abusos que han sufrido”, dijo Francisco, al lamentar que durante años quienes denunciaran estos delitos no fueran escuchados ni creídos. “Sepan que el Santo Padre los escucha y les cree”, afirmó.
Calificó además de “muy inquietante” que hubiera obispos abusadores y aseguró que tanto los prelados como los sacerdotes tienen siempre que “rendir cuentas de sus acciones cuando abusen o no protejan a los menores”. (Lea también: 'El papa Francisco es un líder sólido que vive lo que predica').
Siguiendo con la política de “tolerancia cero” que puso en marcha Benedicto XVI y en la que luego él ha profundizado, el Papa remarcó que “los pecados y crímenes de abusos sexuales a menores ya no deben mantenerse en secreto y con vergüenza” y se comprometió a estar siempre al lado de las víctimas para ayudarlas.
“Les prometo apoyarlos en su proceso de sanación y en siempre estar vigilantes para proteger a los menores de hoy y de mañana”, agregó. Se despidió de ellos con un ruego: “Humildemente les pido a ustedes y a todos los supervivientes de abusos que se queden con nosotros, con la Iglesia”.
Filadelfia, ciudad de la costa este, fue una de las más afectadas en ese país por este escándalo en los años 1980. El pontífice mantuvo ese encuentro poco antes de terminar su viaje pastoral en EE. UU., donde ya había aludido en Nueva York a la “vergüenza” de esos “crímenes”.
Fue el propio obispo de Roma quien informó de esta cita en el discurso posterior que dedicó a los obispos que participaron en el Encuentro Mundial de las Familias (EMF). Dijo que llevaba “grabado en el corazón” las historias y el dolor de quienes sufrieron abusos sexuales por parte de sacerdotes durante su niñez.
“Lo lamento profundamente. Dios llora” en estos casos. Fueron las palabras más duras de Francisco desde que comenzó su viaje a suelo estadounidense. Las víctimas celebraron la reunión y su compromiso para que no se repitan estos casos.
Tras esta cita, el Papa presidió la multitudinaria misa con la que culminó el EMF. En su homilía ofreció la receta para alcanzar la felicidad. Dijo que ésta, como la santidad, “está siempre ligada a los pequeños gestos”, a supuestas nimiedades que “se aprenden en el hogar”.
“Son gestos de familia que se pierden en el anonimato de la cotidianidad, pero que hacen diferente cada jornada”, aseguró. “Son gestos de madre, de abuela, de padre, de abuelo, de hijo. Puso como ejemplo “el plato caliente” de alguien que espera a cenar a un ser querido y el “desayuno temprano” compartido con quien madruga.
En la misa, el Papa volvió a hacer un llamado a las autoridades para que defendieran la familia y unió este empeño con la protección del medioambiente.
Antes de oficiar la eucaristía, Francisco quiso verse cara a cara con algunos de los excluidos de la sociedad y privados de la libertad que tantas veces recuerda en sus intervenciones.
Visitó la cárcel de Curran-Fromhold, la más grande de Filadelfia, donde abrazó y escuchó a los presos y a sus familias. Se presentó como “un hermano” que acudía a “compartir su situación” y a hacerla propia.
En su mensaje en español, criticó que “es penoso constatar sistemas penitenciarios que no buscan curar las llagas, sanar las heridas, generar nuevas oportunidades”. “Este momento en su vida solo puede tener una finalidad: tender la mano para volver al camino, tender la mano que ayude a la reinserción social”, aseguró, señalando que esto “levanta la moral de toda la comunidad”.
Les habló sobre todo de reinserción tendiéndoles la mano para “volver al camino”. “Todos tenemos algo de lo que ser limpiados, purificados. Que esa conciencia nos despierte a la solidaridad, a apoyarnos y buscar lo mejor para los demás”, pidió.
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