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EE. UU. se enfrenta a una amenaza 'hecha en casa'

Son sus propios ciudadanos los responsables de la mayoría de ataques en su suelo después del 11-S.

La masacre de este fin de semana en Orlando (Florida), en la que murieron 49 personas, confirmó un patrón que lleva ya más de una década asentándose en este país y que plantea un inmenso reto para las autoridades: similar al terrorismo que azota otras latitudes, como lo sucedido en Bélgica, lo que Washington enfrenta ahora es una amenaza ‘Made in USA’. (Vea la infografía con la reconstrucción de los hechos)
Ejecutada por sus propios ciudadanos y en la mayoría de casos sin que exista un vínculo formal entre estos y organizaciones terroristas como Al Qaeda o el Estado Islámico (EI). (Lea también: Gais, en la mira del grupo Estado Islámico)
Este lunes, y por primera vez, el mismo presidente Barack Obama se refirió al fenómeno como “extremismo hecho en casa”, al señalar que Omar Mateen, el responsable del ataque de Florida, era un ciudadano nacido en Nueva York de padres afganos y sin que de momento haya surgido alguna conexión con organizaciones terroristas en el extranjero. De acuerdo con el Presidente, Mateen se habría inspirado en la propaganda que este tipo de grupos diseminan por internet.
El caso de Mateen, al parecer, es uno más de 300 eventos terroristas (ejecutados o planeados) que se han presentado en EE. UU. desde los atentados contra Washington y Nueva York de septiembre del 2001. (En imágenes: Los rostros de las víctimas de la masacre en Orlando)
Ese ataque fue el primero y último perpetrado por extranjeros que fueron entrenados por un grupo terrorista (Al Qaeda) y que luego se infiltraron en el país con visas de turismo o ilegalmente. Más complicado aún para las autoridades es que en la gran mayoría de los casos, los responsables de atentados en el país eran ciudadanos comunes y corrientes: padres de familia, estudiantes e incluso miembros de las fuerzas armadas que terminaron radicalizados sin que las autoridades pudieran detectarlo.
Mateen, por ejemplo, llevaba ocho años trabajando en una compañía de seguridad, se había casado, separado, tenía ahora una segunda esposa y un hijo. Y aunque varios colegas de trabajo y su exesposa han dicho ahora que era un hombre violento, ninguno pensó que era capaz de semejante brutalidad. (Además: Terrorismo, homofobia y armas, la mezcla que enluta a Orlando, EE. UU.)
El caso es muy similar al de Nidal Hasan, un mayor del Ejército (nacido en Virginia) que asesinó a 13 personas en el 2010 en el Fuerte Hood, y al de los hermanos Tsarnaev, de origen checheno pero que llevaban más de una década viendo en el país de manera legal antes de detonar una serie de bombas durante la maratón de Boston del 2013. O el de Sayed Farook, de Chicago, y uno de los responsables del ataque en San Bernardino (California) en diciembre del año pasado: 14 muertos.
De acuerdo con estadísticas del Comité para la Seguridad Nacional, el FBI ha adelantado investigaciones que involucran a por lo menos 1.000 posibles simpatizantes de grupos terroristas. Pero de ellos, solo 87 fueron acusados por alguna actividad terrorista.
De hecho, Hasan, los Tsarnaev y Mateen habían pasado por el radar del FBI sin que terminaran procesados. A este último el FBI lo interrogó dos veces luego de que compañeros de trabajo reportaron comentarios inflamados, pero archivaron su caso. (Lea: Atacante del bar llamó y habló con el 911: Policía de Orlando)
Y este, en parte, es uno de las grandes retos de las autoridades. Dado que se trata de ciudadanos de EE. UU., con plenos derechos, es difícil mantenerlos bajo vigilancia o suprimirles, por ejemplo, el acceso a comprar armas, sin que exista evidencia en su contra.
Peter Bergen, experto en temas de terrorismo, explica que además el FBI no cuenta con los recursos suficientes para vigilar los movimientos de más de 1.000 personas en 50 estados. Así mismo, están en desventaja, pues la mayoría de ellos se comunican con terroristas en el extranjero vía mensajes encriptados que dificultan su detección. Necesitan cambiar las leyes.
De acuerdo con estadísticas del FBI, en promedio solo un estadounidense al mes ha intentado viajar a Siria o Irak para establecer contacto o entrenarse con el EI. Pero la organización ha sido exitosa promoviendo a través de las redes sociales e internet la acción de estos ‘lobos solitarios’. (También: Los antecedentes de Omar Seddique Mateen, terrorista frío y metódico)
Y para enredar aún más el problema está la facilidad con la que cualquier persona en EE.UU. puede acceder a armas de fuego y rifles de asalto, un derecho garantizado por la Constitución. En los últimos ocho años se han presentado unas 14 masacres donde murieron más de 4 personas en cada caso. Y en todas, las armas utilizadas son legales.
En EE. UU. mucha gente tiene la idea de que los terroristas que los atacan son extranjeros, cuando en realidad son sus propios vecinos. Aunque seguramente este nuevo atentado volverá a activar el debate sobre la moratoria al ingreso de personas proveniente de Oriente Próximo o África –donde operan estos grupos–, eso no solucionará el problema pues la radicalización está sucediendo en nuestro propio patio”, sostiene Bergen.
Serían cuatro los colombianos heridos
El canal local de Orlando WPLG 10, de la ABC, informó que Paula Andrea Blanco resultó herida tras la masacre. Según el canal, ella y su pareja, Cory Connell, salían de un club cercano al lugar del ataque cuando Omar Mateen les disparó antes de entrar al Club Pulse. La mujer fue llevada al Orlando Regional Medical Center y su condición es estable, mientras que su pareja falleció.
El otro colombiano en estado crítico es Juan José Cufiño, quien se radicó en EE. UU. a fin de buscar un mejor futuro, según dijo a EL TIEMPO Televisión Estiven Ballesteros, un amigo de él. La última vez que estos dos hablaron fue cuatro días antes del ataque, cuando Cufiño le contó que tenía planes de asistir a la fiesta. Según sus familiares están a la espera de un permiso para viajar a ese país y estár con él.
Según Noticias RCN, el tercer colombiano sería Juan Orrego, un bartender del club Pulse. Inicialmente se habló de que tenía heridas de consideración, pero según el propio Orrego, natural de Medellín, dijo que está bien. (Además: Identifican a dos colombianos entre los heridos en masacre de Orlando)
En la mañana de este mates, 'La W radio' informó que entre los heridos estaría un cuarto connacional.
‘Mamá, él está cerca, voy a morir’
Todo el horror de la matanza en el club Pulse de Orlando se ve reflejado en los testimonios que algunas de las víctimas mortales y sobrevivientes dejaron sobre el hecho. (Lea también: Víctima de la masacre en Orlando envió a su mamá mensajes de texto)
Sus impresiones reflejan la sevicia con la que actuó Ómar Mateen contra sus víctimas en el interior del recinto (Infografía: 'conozca  en detalle todo sobre la masacre que estremeció al mundo').
La página web de la cadena de noticias CNN reprodujo los mensajes que envió Eddie Jamoldroy Justice, de 30 años, una de las 49 víctimas mortales del tiroteo, a su madre, Mina Justice, antes de que Mateen acabara con su vida.
Mamá, te amo. Están disparando en el club. Estoy atrapado en el baño. Llama a la Policía. Voy a morir”, dice Eddie en una primera tanda de mensajes, a los que Mina responde, asegurando que ya ha llamado al número de emergencias 911.
“Los estoy llamando. ¿Estás aún ahí? Contesta tu teléfono. Llámame. Llámame”. Eddie, con angustia, le insiste en que llame al 911.
“¡Llámalos ya, mamá!”. A lo que agrega: “Aún estoy en el baño. Él está cerca, voy a morir”. Su nombre aparece en la primera lista provisional de muertos en la masacre publicada por las autoridades. (También: Control de armas en Estados Unidos es prácticamente una utopía)
Amanda Alvear, otra víctima fatal de 25 años, dejó, sin darse cuenta, testimonio de sus últimos minutos de vida al subir videos a su cuenta de la red social Snapchat.
En el último de ellos se le ve gozando de la fiesta que había en ese momento en el Pulse, pero en los últimos segundos se oye una ráfaga de disparos.
Nadie notó realmente los disparos hasta el quinto o sexto. El sonido parecía parte de la canción, bang, bang, bang… Pero ya cuando iban diez o veinte nos dimos cuenta de que todo era real”, declaró a varios medios Luis Burbano, asistente al local.
“Tan pronto hubo una pausa de diez segundos (en el tiroteo) un amigo y yo corrimos hacia un pasillo exclusivo para empleados del lugar y tratamos de bloquear la puerta, porque en ese punto el retumbar de las balas ya se oía más fuerte y cerca. Bloqueamos la puerta, oímos disparos y yo recé por que no hubiera nadie tratando de escapar por allí porque sé que siempre me sentiré culpable. Había como unas veinte personas al frente nuestro en ese pequeño pasillo tratando de escapar, de correr”, aseguró Burbano.
SERGIO GÓMEZ MASERI
Corresponsal de EL TIEMPO
En Twitter: @sergom68
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