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Asia

Cumbre Trump-Kim: claves de un muy complejo ajedrez geopolítico

Donald Trump (i.) presidente de Estados Unidos y Kim Jong-un, líder de Corea del Norte. Por el momento se canceló la cita entre los dos mandatarios.

Donald Trump (i.) presidente de Estados Unidos y Kim Jong-un, líder de Corea del Norte. Por el momento se canceló la cita entre los dos mandatarios.

Foto:Reuters

Diferencias y declaraciones de ambas partes han puesto en vilo la cita que ya había sido programada.

Diana Rincón
Así de sorprendente como fue el anuncio de una cumbre entre el presidente Donald Trump y Kim Jong-un para pactar el desmantelamiento del arsenal nuclear del régimen norcoreano, fue su abrupta cancelación el jueves por parte del mandatario estadounidense, así como el reversazo que dio el viernes, cuando dijo que el encuentro podría tener lugar.
Tras varios días de alta tensión y cruce de fuertes palabras, el mandatario estadounidense dio por terminada la cita del 12 de junio en Singapur a través de una carta en la que por momentos se regó en elogios hacia Kim y en otros lo amenazó con destrucción nuclear.
Trump citó como razón principal en su decisión, la “tremenda rabia y abierta hostilidad” exhibida por el régimen en sus últimas declaraciones. Se estaba refiriendo a un comunicado de la viceministra de Relaciones Exteriores de Corea del Norte, Choe Son Hui, en la que amenazaba con cancelar la cita y abría la posibilidad de una confrontación nuclear citando los comentarios “agresivos e imprudentes” del vicepresidente Mike Pence el lunes de esta semana. Pero un día después volvió a abrir la puerta del diálogo.
De todas maneras, la guerra de palabras altisonantes se había casado días antes tras declaraciones de John Bolton, nuevo asesor de seguridad nacional de Trump, en las que se refirió al caso de Libia como el “modelo” por seguir en el acuerdo con Corea del Norte.
Como se recuerda, Muamar Gadafi, entonces líder en Trípoli, aceptó en el 2004 desmantelar todo su programa nuclear a cambio del levantamiento de sanciones y el reconocimiento de la comunidad internacional. Ocho años después, sin embargo, terminó asesinado por sus opositores en medio de bombardeos de la Otán.
El comentario cayó como una bomba en Pionyang, que de inmediato suspendió encuentros pactados con Corea del Sur y planteó por primera vez la cancelación de la cumbre de Singapur.
“Para Corea del Norte se trata de un planteamiento inaceptable, pues tienen muy claro la suerte que corrió Gadafi y otros como Sadam Hussein en Irak. Más aún, tras lo ocurrido con el acuerdo que se pactó con Irán –Trump se retiró hace 15 días– pues demuestra que EE. UU. no cumple con lo que promete”, dice Ellen Barfield, de Veteranos para la Paz.
El lunes, durante una entrevista con Fox News, Pence le puso más sal a la herida al indicar que si Kim no aceptaba los términos que le estaba ofreciendo EE. UU. su suerte terminaría siendo, precisamente, el “modelo libio”.
Trump intentó esta semana matizar los comentarios de sus lugartenientes asegurando que garantizaría la seguridad de Kim si este firmaba un acuerdo y hasta abrió la puerta de una posible “desnuclearización por fases” en lugar de un desmantelamiento total e inmediato como el que antes exigía.

Para Corea del Norte se trata de un planteamiento inaceptable pues tienen muy claro la suerte que corrió el líder Muamar Gadafi en Libia y otros como Sadam Husein en Irak

Para la mayoría de analistas, los problemas son más serios y de fondo que lo que indica la retórica reciente.
Trump mordió el anzuelo de la cumbre ofrecida por Pionyang en marzo pasado ante la promesa de obtener lo que ningún otro presidente de EE. UU. había logrado y con un ojo puesto en un gran triunfo internacional que podría consolidar su presidencia e incluso, quizá, asegurarle otros cuatro años en la Casa Blanca.
Más aún, porque así podría demostrar que su apuesta de mano dura con Pionyang había sido la correcta y que su fama de ser el ‘rey de las negociaciones’ no era infundada.
Kim, por su parte, veía una salida a las devastadoras sanciones económicas que pesan contra su país, pero partiendo desde una posición de fuerza ya que en el último año pudo demostrar no solo que tiene armas nucleares sino los misiles intercontinentales para golpear con ellas a cualquier país.
“La diferencia entre ambos era enorme. Antes es sorprendente que hayan llegado tan lejos”, sostiene Frank Aum, del US Institute for Peace.
En gran parte eso se debe a la enorme distancia entre lo que ambos líderes entienden por “desnuclearización”.
Para Kim Jong-un, el término correcto es desnuclearización de la península norcoreana. Y si bien eso incluye un eventual desmantelamiento de su programa nuclear, también prevé la eliminación de la amenaza nuclear que existe contra su país.
Aunque EE. UU. no tiene arsenal nuclear en la zona, sí tiene bases en Corea del Sur, Japón y el Pacífico y bombarderos con capacidad para portar bombas atómicas. De paso, Pionyang espera la salida de todas las tropas de Washington que hoy están en su frontera.
Así mismo, tiene en mente una desnuclearización gradual –que podría tardar años– y un levantamiento de sanciones que se inicie de inmediato. Es probable, además, que tampoco acepte la entrega de todo su arsenal nuclear sino como máximo los misiles intercontinentales que son los que amenazan a EE. UU. y que pretende retener la capacidad de utilizar tecnología nuclear con fines pacíficos.
De paso, se sabe que China, a la que no le interesa una Corea unificada y occidental en su frontera, ha comenzado a presionar para que Kim no sucumba a las aspiraciones estadounidenses.
Trump y sus asesores de línea dura lo que buscan es una desnuclearización total, inmediata que incluya no solo la eliminación del programa nuclear en todas sus etapas –incluyendo la capacidad de enriquecer uranio y plutonio– sino la entrega de todos los dispositivos nucleares para que sean desmantelados en otro país.
Eso, acompañado de un agresivo sistema de verificación que no tenga limitación alguna. Solo cuando eso suceda, entonces daría paso al levantamiento de las sanciones y ayuda económica.
Muy criticado por sus detractores en EE. UU. por dejarse tentar ante los cantos de sirena de los norcoreanos –según muchos para satisfacer sus ambiciones personales y no las del país–, sería una humillación para el presidente republicano volver de Singapur con un acuerdo igual o peor a los que tanto ha criticado de anteriores mandatarios.
Aum, experto del Institute for Peace, cree que lo más probable es que las partes “cayeron en cuenta de que los objetivos eran irreconciliables y estaban buscando la salida de una cumbre que ya se veía bastante irrelevante”.
Eso es probable. Pero también, que ambos líderes estén jugando sus cartas en una negociación que siempre se supo sería difícil.
Trump, en su declaración del jueves, le puso un pie a la puerta que se cerraba indicando que estaba dispuesto a retomar las conversaciones si las circunstancias cambiaban, como efectivamente anunció el viernes.
Y Kim, como para demostrar que su oferta es seria, siguió adelante esta semana con la destrucción de uno de los complejos que utilizaron para realizar las últimas pruebas nucleares.
Por eso no es insólito que así como se iniciaron –luego se amenazó con terminar– las negociaciones puedan reencarrilarse rápidamente.
SERGIO GÓMEZ MASERI
Corresponsal de EL TIEMPO
Washington
Diana Rincón
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