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África

'El galardón legitima, pero no garantiza un 'final feliz'

Los surafricanos Nelson Mandela y Frederick Le Clerk recibieron en 1993 el premio Nobel de Paz por poner fin al 'apartheid'.

Los surafricanos Nelson Mandela y Frederick Le Clerk recibieron en 1993 el premio Nobel de Paz por poner fin al 'apartheid'.

Foto:REUTERS

Para analistas consultados por EL TIEMPO, un Nobel no garantiza un 'final feliz'.

Como un elemento legitimante del proceso de paz y como un impulso o un apoyo político internacional para el galardonado, así se puede entender lo que significa obtener el premio Nobel de Paz en plena negociación, o si se quiere renegociación del acuerdo, como en la que se encuentra Colombia. (Lea también: El Presidente recibirá el Nobel de Paz el 10 de diciembre en Oslo)
De hecho, el Comité Nobel en varias oportunidades ha concedido premios en prospectiva, es decir, mirando más hacia lo que pueden llegar a ser o a conseguir en el futuro las negociaciones, y no tanto a lo estrictamente logrado. Una especie de dique para que no haya reversa.
Pero los analistas consultados por EL TIEMPO también señalan que un Nobel no garantiza un ‘final feliz’.
“Es un premio a Santos esperando que él apunte a solucionar el conflicto con una aproximación más inclusiva, integrando el lado del ‘no’ en el conflicto. Él ya había empezado a hacerlo, pero ahora tiene más razones para hacerlo”, dijo a este diario Peter Wallensteen, profesor de paz e investigación en conflicto de la Universidad de Upsala (Suecia). (Los diez últimos personajes seleccionados como Nobel de Paz en la historia)
Para Virginia Bouvier, asesora principal para procesos de paz en el Instituto de EE. UU. para la Paz, el premio “provoca que se mantenga el enfoque en el proceso, que se encuentra en un estado de interrupción e incertidumbre, y puede ayudar a que supere este momento vulnerable”.
En similar sentido se expresó Mariano Ciafardini, del Instituto Argentino de Estudios Geopolíticos, quien cree que el premio “es un hecho político que contribuye, y así debe ser usado con inteligencia por los representantes del campo popular de la paz y de los derechos humanos para salvar el proceso del riesgo de un fracaso definitivo. Esto sería calamitoso para Colombia, para América Latina y para la humanidad”.
Para los analistas, el premio le da legitimidad al proceso de paz, pero también consideran que a menudo el impulso que da el Nobel termina consumido por la implacable realidad de la violencia sobre el terreno, o como en el caso del Nobel a la Unión Europea, cuyos principios humanistas terminaron puestos en cuestión por la ola migratoria, y por el brexit. (Lea también: Santos, el segundo colombiano en recibir un Nobel)
Para Kristian Berg Harpviken, director del Instituto de Investigación para la Paz de Oslo (Prio, por sus siglas en inglés), “lo primero que hay que decir es que muchos de estos premios se han otorgado por otras razones diferentes a procesos de paz. Y muchos procesos de paz han sido premiados por lo que ha sido conseguido, en lugar de darlos en un intento por motivar algo que aún no se ha completado. Pero si se mira a los procesos de paz en los que ha habido una ambición parcial de apoyar a los procesos, entonces se puede ver el proceso de Irlanda del Norte, en el que David Trimble y John Hume recibieron el Nobel en 1998. El premio tuvo un efecto motivador y dejó el conflicto bajo la lupa internacional.
Si se piensa en 1994, con el premio que recibieron Arafat, Peres y Rabin, fue también dado en parte para motivar el proceso. En ese momento ya se había firmado el tratado de Oslo. No era un acuerdo como tal, era más una hoja de ruta. Y en ese caso el proceso de paz colapsó. En 1993, el premio lo recibieron Nelson Mandela y Frederick Le Clerk y eso llevó a las elecciones el próximo año”. (También: El impacto que tiene el Nobel de Paz en un país)
Wallensteen asegura que “así como el galardón legitima las negociaciones, también pide cambios en formas y caminos en los que las partes deben trabajar”.
Para Bouvier, “el Nobel es un mecanismo que puede producir un incentivo a la paz en ciertas condiciones. Ese fue el caso con Obama, pues se generó mucha expectativa en cuanto al rol y sus capacidades para resolver conflictos. Pero a veces funciona y a veces no, pues no hay garantías. El proceso de selección de quien recibe el premio implica la aspiración y el anhelo de paz para una situación. El premio, tras la derrota en el plebiscito después de tantas esperanzas, termina siendo como una consolación. Es decir algo como ‘si bien se perdió, hay fe en que puede salir más adelante’, añade Bouvier. 
REDACCIÓN INTERNACIONAL
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