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Nigeria, en medio del terror, vota en elecciones presidenciales

Terroristas de Boko Haram, principal amenaza para el próximo mandatario.

EFE
Nigeria, una de las potencias económicas de África y uno de los focos internacionales del yihadismo, celebra este viernes elecciones presidenciales en un clima de alta tensión por posibles enfrentamientos entre partidarios de los dos candidatos y el temor de atentados del grupo terrorista Boko Haram.
El país africano tiene un largo historial de comicios amañados que han derivado en olas de violencia como la del 2011, en la que murieron 800 personas. A este problema, y con sospechas de irregularidades sobre el actual presidente, Goodluck Jonathan, se suma la extrema violencia del grupo yihadista Boko Haram, que acumula 13.000 asesinatos desde el 2009, mil de ellos desde enero.
En Lagos, la capital económica del país, miles de personas han abandonado la ciudad y los que quedan hacen largas filas para abastecerse de alimentos. (Lea: Boko Haram rompe un indignante récord de secuestro)
El Gobierno ha desplegado 360.000 policías por todo el país, que serán respaldados por el Ejército y la Defensa Civil durante la jornada electoral, en la que 56 millones de personas –de una población de 170 millones– están llamadas a elegir a su presidente.
Cristiano y musulmán
Los dos candidatos son el presidente Goodluck Jonathan, de confesión cristiana –religión predominante el sur, pero minoritaria en el país–, y el musulmán y líder de la oposición Muhammadu Buhari, que se postula por cuarta vez.
El problema más grande de Nigeria es el terrorismo de Boko Haram, secta que se radicalizó en el 2009 y que mantiene un diario asedio contra los estados del norte del territorio, donde tres millones de personas huyeron de sus hogares.
Entre sus acciones más execrables figura el rapto de 200 niñas en Chibok hace un año, menores que fueron vendidas como esposas y de las que nada se ha vuelto a saber a pesar de los supuestos esfuerzos multinacionales por rescatarlas.
Jonathan ha sido criticado por la gestión de este entorno violento, o, más concretamente, por una presunta desatención del mismo, ya que esa zona, en la que no cosecha votos, está fuera de sus intereses electorales y ejecutivos.
El Presidente utilizó la falta de seguridad como argumento para retrasar las elecciones, que debieron celebrarse el pasado 14 de febrero y que se suspendieron una semana antes de su convocatoria.
Según la oposición, el retraso fue una maniobra antidemocrática para evitar la derrota electoral, una prolongación ilegal de la campaña para tratar de recuperar partidarios. Justo ayer, un día antes de las elecciones, el Ejército anunció una operación en la que asegura haber retomado la ciudad de Gwoza, considerada como cuartel general del grupo yihadista, que el pasado agosto estableció un califato en ella.
El terrorismo no es el único de los problemas del país; también está el peligro de un colapso económico por la caída del precio del petróleo y, especialmente, la corrupción, un mal que afecta a todos los estamentos políticos y sociales y que analistas sitúan como el origen de la radicalización de Boko Haram.
Como la más grande muestra de esta situación está el desvío de 20.000 millones de dólares de la Corporación Nacional Petrolera detectado en el 2014. El gobernador del Banco Central, Lamido Sanusi, fue destituido por investigarlo.
Por primera vez en 15 años, la oposición (una alianza cuatripartita denominada Congreso de Todos los Progresistas), tiene la oportunidad de ganar la presidencia, ocupada desde 1999 por el Partido Democrático Popular.
Los analistas pronostican una derrota de Jonathan, criticado incluso dentro de su partido por incumplir el acuerdo tácito de alternancia entre candidato musulmán y cristiano.
EFE
EFE
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