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'Lucy es más que tres vértebras'

Familia de desaparecida en el Palacio de Justicia cuenta su drama tras identificación de restos.

De Lucy Amparo Oviedo Bonilla solo quedaron los restos de tres vértebras calcinadas del tamaño de una tapa de gaseosa.
Los huesos estaban guardados, sin dueño, desde hace 17 años en la oscuridad, en unas cajas de la Fiscalía en Bogotá. Fue solo el pasado 20 de octubre cuando a la familia Oviedo Bonilla le llegó la noticia: apareció Lucy.
El 6 de noviembre de 1985, cuando el Palacio de Justicia ardió en el corazón de Bogotá, fue como si el viento se hubiera llevado el resto de su cuerpo. Ese día, Lucy paró de vivir rápido. (Lea también: Palacio de Justicia, una herida que completa 30 años)
Ella no era empleada de la cafetería del Palacio, como han repetido algunos medios de comunicación desde el día de la toma. Tampoco era guerrillera del M-19, el grupo que se tomó a sangre y fuego el palacio hace tres décadas, y que produjo decenas de muertos. Solo ahora, la familia Oviedo Bonilla se decidió a hablar con el único fin de desatar un nudo amarrado por el miedo.
La noticia
La niña mimada de sus padres y sus cinco hermanos mayores se casó a escondidas cuando tenía 15 años porque estaba esperando su primer hijo. A los 23, ya tenía el segundo y había conseguido una vivienda de interés social, pues estaba cansada de pagar arriendo. No alcanzó a mudarse.
La recuerdan como una mujer ambiciosa, soñaba con estudiar Derecho y hacer carrera en la Rama Judicial, aunque estaba recién graduada del bachillerato y andaba por Bogotá con un niño de 6 años y un bebé de 18 meses. El primer paso era una entrevista de trabajo con el magistrado Raúl Trujillo en el Palacio de Justicia.
Jairo Alberto, su hijo mayor, fue la última persona de la familia que la vio con vida. El niño se aferró a la pierna de su madre y le armó una pataleta para que no lo dejara solo a cargo de su hermano menor. Lucy le prometió que volvería pronto porque no pensaba demorarse mucho en la entrevista, se desprendió del niño y salió de la casa. Pero tardó 30 años en regresar.
De ella solo han encontrado restos de tres vértebras que coinciden con el ADN de sus padres.
El fiscal general de la Nación, Eduardo Montealegre, anunció la identificación de sus restos justo el mismo día en que la madre de Lucy, Ana María Bonilla, habría cumplido 84 años. Hasta el último momento de sus vidas, ella y el papá, Rafael Oviedo, tuvieron la esperanza de que su hija estuviera viva y volviera a casa, en cualquier momento, a contarles dónde había estado tanto tiempo.
‘Es una crueldad’
Lucy era alta como Ruth, la primogénita de la familia Oviedo Bonilla. A pesar de que era la menor de la casa, les daba órdenes a sus hermanos y desde niña tomaba decisiones sin consultar a sus padres. “Ella era una vieja. Su actitud era de una persona mucho mayor. Siempre fue muy responsable. Me mandaba aunque yo le llevaba cinco años”, recuerda su hermana Armida mientras se mueve como si fuera una señora de cartera y tacones para imitar su actitud.
Armida carga sobre sus piernas el retrato de su hermana desaparecida. En la foto a blanco y negro, Lucy mira apacible hacia un punto fijo que no es el lente de la cámara. Tiene el cabello oscuro, las cejas claras, un lunar en su mejilla derecha y ni una sola gota de maquillaje.
Al lado de Armida están los otros cuatro hermanos: Ruth, Aura, Rafael y Damaris. Casi nunca están juntos porque Ruth vive en Los Ángeles (Estados Unidos); Aura, en Madrid (España), y Rafael, en Ibagué.
Los convocó en el apartamento de Damaris, en el centro de Bogotá, el reciente hallazgo de la Fiscalía en las cajas 55 y 55A, que guardan los restos óseos exhumados de una fosa común en el Cementerio del Sur, en 1998.
“No sabemos cómo encontraron esas vértebras, ni cómo fue desmembrado su cuerpo, ni cómo esos pedacitos llegaron a esa bolsa, ni dónde está el resto de ella. Es una tortura, es un trato inhumano, es una crueldad lo que cometieron”, dice Armida, quien se encargó de buscar a su hermana entre los cuerpos incinerados que los militares sacaron del Palacio de Justicia.
La primera de los hermanos Oviedo Bonilla está segura de que ese 7 de noviembre su hermana no estaba en la morgue de Medicina Legal. “Por días enteros, yo revisé una a una las bolsas hasta que quedaron las últimas personas sin identificar, que eran cuerpos calcinados pero enteros. ¿Ahora cómo van a decir que aparecen fragmentos por aquí y fragmentos por allá?”, se pregunta.
La búsqueda
Se sabe que Lucy salió viva del edificio porque su hijo mayor, el único que recuerda cómo iba vestida a la entrevista con el magistrado, la reconoció en un video que la familia presentó en el proceso contra el general (r) Jesús Armando Arias Cabrales (condenado a 35 años por los hechos del palacio), pero al final este se refundió y no se usó como prueba.
Armida buscó en hospitales, cárceles y centros de salud mental. Fue hasta el Cantón Norte, en Bogotá, donde le dijeron que podría estar su hermana, pero los militares no le dieron razón de ella. Una médica forense de Medicina Legal le entregó un cuerpo de un hombre y al lado una T de cobre como la que tenía Lucy en su útero.
–¿Y usted por qué me está entregando un cuerpo de hombre? –le preguntó Armida a la médica.
–Es que a mí me da pesar de usted porque ha venido todos los días y no ha podido encontrar a su hermana. Entierre cualquier cuerpo para que tenga consuelo. Eso es lo que ha hecho mucha gente –le respondió la funcionaria.
La familia Oviedo Bonilla, en cambio, no quiso llorarle a un cuerpo que no fuera el de Lucy.
Los padres gastaron todo lo que tenían en la búsqueda de su hija, pues aunque vivían cómodamente eran una familia humilde.
En la década del 50 tuvieron que abandonar sus tierras en el sur del Tolima para escapar de la violencia bipartidista. Se radicaron en Chaparral (Tolima) y años después, en los 70, los hijos migraron a Bogotá. Allí fue donde Lucy conoció al amor de su vida, Jairo Arias.
Cuentan los hermanos de Lucy que, a pesar de que Jairo formó otra familia cuando tuvo la convicción de que Lucy no iba a volver, “no pudo casarse de nuevo porque no tenía un acta de defunción para demostrar que era viudo”. Aura dice que su cuñado nunca dejó de llorar a su esposa desaparecida. Y sus hermanos tampoco.
“Yo siempre pensaba, hasta ahora que salieron con el cuento de las vértebras, que Lucy estaba viva. Que después de la toma del palacio se le había borrado la memoria y se había ido del país. Yo me armé esa película en la cabeza para poder tener paz”, dice Ruth.
Hoy, después de 30 años, los hermanos Oviedo Bonilla saben por fin cuál fue el destino trágico de Lucy. Sin embargo, los hallazgos de la Fiscalía dejan más preguntas que respuestas. No solo esperan encontrar lo que falta del cuerpo de su hermana –que es casi todo–, sino también conocer las circunstancias de su muerte. (Lea también: Santos pedirá perdón por holocausto del Palacio de Justicia)
“Sinceramente, yo hasta perdonaría a toda esa gente si nos dijeran la verdad. A mí no me sirve que estén en la cárcel. Lo único que me interesa es que me digan realmente qué pasó con mi hermana. Lucy es más que tres vértebras”, asegura Damaris.
Por lo pronto, las esperanzas de que el nombre de su hermana no se olvide están puestas en que el Concejo de Chaparral apruebe el proyecto de acuerdo que busca que la Casa de Justicia del municipio se llame como Lucy.
En cuanto a la justicia, los Oviedo Bonilla tienen los ojos sobre La Habana, donde preliminarmente se ha acordado que los militares se podrían acoger a la justicia transicional para contar la verdad a cambio de beneficios.
“Quisiera que fuera un escenario para que esas personas (los militares) tuvieran compasión de nosotros, los que hemos tenido desaparecidos”, dice Armida.
‘Tres hallazgos, cero verdad’
Hasta el pasado lunes 2 de noviembre, la familia Oviedo Bonilla pudo, por fin, “entregar el alma de Lucy a Dios”, como dijo Ruth en la parroquia San Gerardo Mayela, en la localidad de Teusaquillo, en Bogotá.
Allí, donde debería estar el féretro, había una mesa con rosas, pan y vino. En el altar, nueve velones color naranja, cada uno con una letra, formaban la frase ‘Sin olvido’. Las fotografías de los once desaparecidos en el Palacio de Justicia estaban acompañadas por velas blancas, que las familias no van a encender hasta que se sepa la verdad.
La estola del sacerdote era multicolor. El padre Alberto Franco hace parte de la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz y, desde hace 27 años, acompaña a las familias de los desaparecidos del palacio en la eucaristía que celebran por el aniversario de la toma, el lunes festivo de Todos los Santos.
Este año, además del aniversario número 30 de la toma, se ofreció una misa no solo por Lucy, sino por Luz Mary Portela y Cristina Guarín, las otras dos mujeres cuyos restos fueron identificadas por la Fiscalía el pasado 20 de octubre.
Las paredes de la iglesia le hacen eco a la letra de 'Todavía cantamos', la canción que Víctor Heredia escribió para las víctimas de la desaparición forzada en Latinoamérica. Unas sesenta personas acompañaron el coro.
“Este año se cumplen 30 años de la toma del Palacio de Justicia”, dijo René Guarín, hermano de Cristina, y agregó: “Treinta está compuesto por un tres y un cero. Hay tres hallazgos y cero verdad”.
Ahora, la familia Oviedo Bonilla puede hacer el duelo de Lucy, algo que les alivia el corazón. Pero, al final, tendrán de ella solo dos vértebras, porque la tercera se consumió para hacer las pruebas de ADN.
Estefanía Carvajal Restrepo y José Felipe Sarmiento Abella
Escuela de Periodismo Multimedia de EL TIEMPO
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