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Los versos que derrotan la delincuencia

Ciudad Bolívar vive procesos de renacimiento social. La música le roba jóvenes a la delincuencia.

EL TIEMPO
Andrés* lideraba su propia banda de fleteo hace quince años, época en la que la violencia consumía algunos rincones de Ciudad Bolívar, en el sur de Bogotá. Salía armado de su casa, en moto y acompañado de algunos de sus cómplices para merodear bancos, encañonar a sus víctimas y luego huir con altas sumas de dinero.
Era una rutina que repitió durante varios años, hasta que un día una de sus víctimas resultó armada, respondió sin titubear y le disparó. Ricardo sobrevivió, pero terminó en la cárcel, en donde estuvo recluido pagando una condena cercana a los diez años. Cuando regresó a su barrio, se encontró con nuevos ‘gatilleros’, nuevas ‘ollas’ y una violencia desatada en algunas de las empinadas y distantes calles de la localidad.
Esa experiencia con la muerte, según cuenta, lo llevó a hacer algo que nunca había hecho: buscar trabajo. Y lo logró. Comenzó haciendo oficios varios para sus vecinos, aquellos que alguna vez le temieron, pero que al final terminaron ofreciéndole empleo para que se alejara de la delincuencia. La confianza en la comunidad la ganó desde que vio en el hip hop el camino para expresarse y hablarle a los más jóvenes sobre lo que le pasó. Comenzó a hacer rimas sobre reconciliación y perdón. Por eso, cuando habla de su pasado, prefiere no dar su nombre. “Quiero que la gente me conozca por lo que hoy hago y no por lo que hice”, sostiene.
Aprendió a componer, a improvisar versos en público y a expresar sus miedos y sueños en una misma canción. Como Ricardo, decenas de jóvenes han dejado de robar, traficar drogas o de pasar horas enteras en las calles, para componer, aprender teoría del color aplicada al grafiti o para controlar la fuerza del cuerpo gracias al ‘breakdance’.
Fabián Rojas, productor musical y gestor cultural en Ciudad Bolívar, da cuenta de esos procesos de reconciliación, porque, según reconoce, él también fue un “joven problemático”. “Todo parte desde la experiencia de vida de los mismos jóvenes, quienes pasaron por circunstancias complicadas en las calles. Ahora son ellos los que escriben y cantan con un mensaje de paz, de optimismo y superación comunitaria”, relata.
Rojas, uno de los líderes culturales más destacados en la zona, ha conformado su propia fundación, para lo cual agrupó a decenas de jóvenes que quisieran aprender del hip hop. Con charlas y motivando a los jóvenes a que trabajen por su comunidad, este ejemplo se ha ido replicando en la localidad, incluso entre menores que usan las redes sociales para publicar sus críticas sobre la delincuencia. (Vea aquí video de menores rapeando: “No maten más”).
Hoy en día, cuando se camina por las calles de Ciudad Bolívar, se percibe cómo el hip hop ha logrado lo que parecía un imposible: que aquellos vecinos que les temían a los jóvenes que se la pasaban en ‘combos’, vendiendo o consumiendo droga, pasaran a confiar en ellos y, en algunos casos, a convertirse en su público más fiel. “Ya no nos echan la Policía. Al principio fue difícil porque creían que seguíamos haciendo daño, pero la gente vio que ahora nos dedicamos a hacer cultura, a dar mensajes de paz a los más pequeños”, cuenta Rojas.
La influencia ha sido tal que los amantes de este género musical se han organizado por colectivos, según sus habilidades y han promovido festivales locales. Cada fin de semana hay un encuentro, un concierto, una muestra de baile o una competencia de improvisación. Hay estrellas del hip hop local, canciones que todos se saben y fiestas a las que la mayoría de jóvenes quisieran ir. Es a esto a lo que los vecinos llaman: “El terreno que la música le quitó a las bandas que se dedican al microtráfico”.
“Aquellos jóvenes que en algún momento estaban por mal camino ahora piensan en hacer arte. Y en hacerlo para la misma comunidad, que ha perdonado y que busca que los días de paz se mantengan”, dice Fabián.
La ‘Calle del hueco’, en el barrio La Estancia, por ejemplo, era conocida por ser una ‘olla’ donde se expendían drogas, los vecinos eran robados y se hablaba de cómo mantener el dominio territorial frente a otros ‘combos’ del sector. Hoy en día, en un proceso que ha tomado varios años, los jóvenes terminaron desterrando la delincuencia para utilizar esa misma calle y convertirla en el escenario donde cada sábado se reúnen en torno al hip hop. De hecho, la tendencia se ha ido expandiendo a otros puntos de la localidad.
“Me parece bien lo que están haciendo estos muchachos. Ya no se la pasan en la calle sin hacer nada. Ahora se les ve pensando en ayudar a la gente”, cuenta Bruno, uno de los vecinos del sector, quien vivió la transformación del barrio.
Rojas, por su parte, aunque reconoce que los problemas de seguridad y convivencia están lejos de ser resueltos, es optimista sobre el futuro de la localidad. Las canciones que se componen hoy en día, según dice, inspirarán a otros a planear una localidad lejos del estigma de violencia e inseguridad.
EL TIEMPO
*Nombre cambiado por solicitud de la fuente.
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