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El obrero que arriesga su vida sacando basura del río Bogotá

Colchones, juegos de sala, motos y un cadáver, entre los hallazgos de Santos Medina en su día a día.

El operario Santos Medina Celis lleva más de 22 años trabajando con la CAR y un poco más de dos años en el megaproyecto que busca la recuperación del río Bogotá.
La CAR, la Empresa de Acueducto, Alcantarillado y Aseo de Bogotá (EAB), el Ministerio de Ambiente, el Departamento Nacional de Planeación, el Distrito y la Gobernación de Cundinamarca, entre otras entidades, están encargadas de rehabilitación del afluente más importante de la ciudad.
Cada una de las personas que integran este equipo, desde el sector administrativo, como el de planeación y el operativo, son fundamentales en la ejecución y cumplimiento del mismo. Trabajadores como Santos, que a diario arriesgan incluso su vida, son indispensables en una de las facetas más importantes que tiene la megaobra: la remoción de las basuras del río.
“Todos aquí tenemos un papel importante. Sacar la basura del río es uno de los oficios más duros, pero indispensables para que algún día podamos disfrutar de él”, dice este hombre de piel trigueña, contextura delgada, con varias canas y con un bigote que vislumbra los 52 años que tiene.
Remover la basura del río lo ha llevado a encontrarse con objetos raros, desde colchones, juegos de sala y muebles, hasta motos y partes de carros como puestas y capós.
Pero el hallazgo que más impactó a Santos fue el cuerpo de un hombre que estaba flotando cerca al kilómetro 12 en la cuenca media del río (en el municipio de Soacha).
“Recuerdo que estaba sacando la basura cuando recibí una llamada. Mi amigo me preguntó que si había visto el ‘muñeco’. Yo le pregunté a qué se refería porque no le entendí, y me dice que al muerto; ¡claro!, yo después estaba todo asustado. Vi un bulto con dos chulos, pero no sabía que había ahí”, narra este obrero, vestido con un overol azul, un casco y unas grandes gafas transparentes que debe usar de manera permanente por cuestiones de seguridad.
Cuando la Fiscalía llegó a interrogarlo, jocosamente Santos les respondió: “Yo no sé mucho, pero los que sí saben son esos dos chulos que estaban ahí”.
‘Aún falta por hacer, pero el día a día ya ha cambiado’
La posibilidad de caer al río y ahogarse, de contraer infecciones al conato con el agua o incluso solo con el ambiente son algunos de los riesgos a los que se deben enfrentar diariamente las personas que trabajan en la limpieza de esta fuente hídrica.
“Siempre existen riesgos por todo, pero uno se acostumbra y aprende a vivir con eso. Hay días más difíciles que otros, pero uno sale adelante”, relata Santos, un hombre que asume con tranquilidad cuáles son los peligros de su labor.
El día a día de Santos ha ido cambiando gracias a su trabajo y el de sus compañeros. El mal olor, que aún es una constante, hace unos meses era insoportable.
“Hoy ya podemos trabajar sin tapabocas. Cuando empezamos el olor era tan fuerte que teníamos que estar cubiertos todo el tiempo. Pero hoy que usted puede estar aquí sin usar eso ya demuestra que hemos trabajado y que hemos sacado mucha basura”, agrega Santos.
Al navegar por el río se hace evidente el descuido de una comunidad que no tiene conciencia de la conservación del medioambiente. Las botellas flotando, la madera podrida de lo que un día probablemente fue un armario y varios empaques de ‘galgerías’ hacen parte del escenario de lo que hasta hoy sigue siendo el afluente, después de más de 24 meses de trabajo.
Desde donde embarcan los operarios hasta sus lugares de trabajo, donde están ubicadas las retroexcavadoras con las que sacan la basura, los empleados deben recorrer varios kilómetros de un río de más de 30 metros de profundidad.
“Todos los días cuando uno se va en lancha por el río se da cuenta de que se ha avanzado en el trabajo, pero que igual todavía falta mucho”, relata este hombre que se despierta antes de las 4:00 a. m. para llegar a tiempo a su trabajo. Un recorrido que le toma más de dos horas y que implica tres sistemas de transporte: un bus, una ruta y una lancha.
La satisfacción de mejorarle la vida a la gente
El cambio de lo que era el río Bogotá hace dos años, cuando comenzó la intervención del mismo, no solo es perceptible con el olor. La ampliación del cauce, que pasó de tener 30 metros de ancho a casi 60 en algunas zonas, acompañado de la retroexcavación de la basura, ha permitido que las personas que habitan cerca al afluente tengan mejores condiciones de vida.
“Que nosotros saquemos la basura del río ha hecho que los malos olores disminuyan, además de evitar inundaciones cuando hay temporadas de lluvias. Esas cosas son gratificantes por el trabajo de uno, pero también porque ayudan a la comunidad”, comenta Santos.
La CAR, con la firma FCC Construcción Sucursal Colombia, ha intervenido 43,5 kilómetros de las aguas sucias, de un total de 68,8 km que hay entre las compuertas de Alicachín (Soacha) y Puente La Virgen (Cota).
El esquema de saneamiento del río se proyectó para que estuviera listo, en una primera fase, hacia el 2021. Para esta época se espera que las personas puedan visitar el afluente y presenciar la reaparición de la flora y fauna, que tímidamente ya se puede observar en algunas zonas.
‘Cerca del agua, cerca de la muerte’
Santos Medina comenta que en su oficio existen muchos días difíciles. Asegura que cuando hay lluvia suele ser más complicado su trabajo porque por lo general se expone a más riesgos. Sin embargo, recuerda uno con particular emoción.
“Recuerdo un día que estaba trabajado en el Humedal Córdoba, estaba manejando una maquia muy parecida a esta, una ‘retro’. Había llovido tanto que se había producido mucho barro y mientras trabajaba me di cuenta que estaba metido en un hueco, el barro casi cubría el capó de la maquina (…) decidí hacer un hueco más grande para poder impulsarme y lo logre (…) ese día me asusté y fue muy duro, pero lo logré”, relata.
En la trayectoria de la limpieza del río Bogotá también ha vivido algunos momentos que como él lo afirma lo han puesto cerca de la muerte.
“Un día, así como en el humedal, empezó a llover y la máquina se empezó a resbalar. Yo no me había dado cuenta y estaba casi que a unos centímetros del río. Eso es superpeligroso, ¡imagínese!, uno atrapado en esa máquina y en medio de ese río tan profundo y con tantas infecciones que le pueden dar”, relata Santos.
“Uno tiene que tener mucho cuidado porque o si no va a dar al río, pero con la experiencia que uno tiene, la saca fácil”, asegura.
Según este hombre, la satisfacción del deber cumplido es su aliciente para continuar en su labor y en el trabajo de limpiar el río de los bogotanos.
“Lo más gratificante es verse en el problema y sacarlo adelante (…) uno se siente como bien, como tranquilo de que sí ha realizado bien el trabajo“, afirma este padre de dos hijos, que con su sueldo pudo sacarlos adelante, y que hoy le alegran la vida con el regalo de cuatro nietos con los que convive en su hogar y a quienes anhela ver crecer.
DIANA PAOLA AVENDAÑO
ELTIEMPO.COM
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