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Ebola, el virus que asusta al mundo

Jueves 1 de septiembre de 2016

Una epidemia tan temida como el VIH

Salario mínimo quedó en 689.454 pesos; sindicatos estudian paro cívico

Tres víctimas mortales y unos cuantos infectados han sido suficientes para que países desarrollados volteen sus ojos a la enfermedad que ya cobró la vida de unas 4.000 personas en África Occidental.

Lo que provoca el virus en el organismo

Conozca cómo se contagia y sus síntomas, y vea el traje de los trabajadores de la salud.

Vivir en medio de la enfermedad

'Sobrevivir al ébola es como ser la muerte viva'

Una joven de Guinea Conakry relata el rechazo al que fue sometida cuando se recuperó del virus.

Safiatou, joven que superó el ébola en Guinea, ahora trabaja dando esperanza a otros pacientes. Foto: Lousie Annaud / Médicos sin Fronteras

 

En marzo de este año, la joven Safiatou* luchaba a tientas contra el ébola en un centro de tratamiento de Conakry, la capital de Guinea. Seis miembros de su familia se habían unido sucesivamente, todos contaminados con esta enfermedad misteriosa y devastadora.

Tras la visita de un tío enfermo proveniente de otro distrito, su familia fue la primera infectada de la ciudad, y en cuanto su primo escuchó por la radio los síntomas y las advertencias de peligro, le ordenó a todos que fueran a un centro de Médicos sin Fronteras.

La joven llegó al lugar sin entender por qué experimentaba una diarrea, un vómito y una fiebre tan extremos. Desconocía el nombre del mal que la aquejaba y se horrorizaba al ver que, sin una razón clara para ella, a diario sus compañeros de camilla cerraban los ojos para siempre. Era la primera vez que el ébola tocaba territorio guineano.

La mantenía el deseo de salir de allí con vida, pero días más tarde le diría a Louise Annaud, periodista de Médicos Sin Fronteras, que de haber sabido que padecía una enfermedad para la que no existe vacuna ni tratamiento, su esperanza de sobrevivir pudo ser menor.

Tras 13 días de aislamiento y litros de suero para no morir deshidratada, la joven sanó milagrosamente. Se cree que entre 50 y 90 de cada 100 pacientes que portan el virus pueden morir, y la recuperación de la joven era una de las raras excepciones a la ley natural, aunque tres de sus familiares no corrieron con la misma suerte.

Sin embargo, al dejar el centro, el suplicio apenas comenzaba.

En las noticias creció el uso de la palabra ébola: ébola, un extraño virus que llega por primera vez a Guinea. Ébola, una epidemia extremadamente contagiosa. Ébola, una enfermedad de la que pocos se salvan. Ébola, ébola, ébola. Su país ahora colgaba de un hilo llamado ébola.

Los vecinos de Safiatou se enteraron de que la joven sufrió este mal, entonces cerraban las ventanas cuando ella caminaba cerca a sus calles y advertían a los conocidos que si la miraban podían contagiarse del peligroso virus.

El rechazo la volvía añicos, y una madrugada, investigando sobre la enfermedad, terminó de derrumbarse: sintió miedo de sí misma, de habitar dentro de esa piel que estuvo infectada, así que desesperada tomó el teléfono y llamó a Lucy, una enfermera del centro donde había sido internada, para rogarle que la dejara volver al aislamiento. “No eres una persona contagiosa y los que te discriminan no están en lo correcto”, le dijo entonces, según le contó la joven a la reportera.

Louise expresa que para la gente que rodeaba a Safiatou, “ella era como si ella fuese la muerte, como si ella fuese la muerte viva andando por las calles”.

Sin embargo, en su última visita a Guinea, que tuvo lugar en septiembre pasado, Louise encontró a Safiatou distinta.

Médicos sin Fronteras le ofreció un trabajo. Todos los días, la joven debe ir a donde los pacientes enfermos de ébola se encuentran aislados. Aunque se supone que por haberse curado es inmune al virus, toma todas las precauciones: el traje, el constante lavado de sus manos y cero contacto físico con quienes la rodean.

Su papel es apoyar moralmente a los enfermos, tranquilizar a los familiares y explicar a la comunidad cómo prevenir el ébola. "Me siento muy bien conmigo misma, me encanta lo que hago, sobre todo cuando puedo convencer a un paciente de comer y tomar su medicina", le dijo a Louise.

De hecho, el 21 de septiembre, a la salida del aislamiento, pese al cansancio y al sudor, la periodista la vio sonriente: una joven que no había comido durante unos días acababa de terminar su plato después de que Safiatou le pidió que, si se curaba, sería testigo de su matrimonio. “Me obligué a seguir porque es mi deber cívico dar esperanza a otros pacientes", dijo entonces.

*Nombre cambiado a petición de la joven cuando entregó su relato a Louise Annaud, periodista de Médicos sin Fronteras. Annaud compartió con El Tiempo un texto que escribió sobre la joven y narró otras partes del testimonio vía telefónica.

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