¡Hola !, Tu correo ha sido verficado. Ahora puedes elegir los Boletines que quieras recibir con la mejor información.

Bienvenido , has creado tu cuenta en EL TIEMPO. Conoce y personaliza tu perfil.

Hola Clementine el correo baxulaft@gmai.com no ha sido verificado. VERIFICAR CORREO

icon_alerta_verificacion

El correo electrónico de verificación se enviará a

Revisa tu bandeja de entrada y si no, en tu carpeta de correo no deseado.

SI, ENVIAR

Ya tienes una cuenta vinculada a EL TIEMPO, por favor inicia sesión con ella y no te pierdas de todos los beneficios que tenemos para tí.

Archivo

Debemos abordar el tema con un enfoque preventivo

Urge intervenir en el ámbito de salud y promover hábitos que ayuden a la resolución de conflictos.

 "Los colombianos somos bastante híper-reactivos, en general; reaccionamos muy rápidamente y a veces no tenemos ese segundo aire, cuando tratamos de responder frente a hechos que nos generan situaciones conflictivas".
¿Cree que los colombianos somos agresivos al celebrar? Desde su posición como médico, ¿qué nos lleva a ser tan violentos cuando celebramos?
Creo que los colombianos tenemos la tendencia a usar la violencia. No es un fenómeno exclusivamente nuestro, pero acostumbramos a darnos látigo por esto. En el mundo hay fuertes fenómenos de violencia ligados al fútbol, que han ocupado las páginas de los periódicos múltiples veces. Sí es cierto, sin embargo, que hay una evidencia cualitativa de que en momentos de celebración de ciertas fiestas o ante eventos de cierta naturaleza, los colombianos solemos tener una respuesta agresiva fuerte, que desemboca en homicidios, lesiones, situaciones de esta naturaleza.
¿Existen factores fisiológicos que nos lleven a actuar de esta manera? ¿Cuáles son?
En la literatura médica se ha hablado de diferentes temas relacionados con comportamientos agresivos. En genética se habla, por ejemplo, de algo llamado trisomías, que son ciertas características o mutaciones genéticas que llevan a que ciertas personas sean más agresivas, especialmente, los hombres. A algunos, desórdenes enzimáticos también se les ha atribuido una mayor preponderancia en la generación de conductas agresivas. Sin embargo, se ha encontrado también que esto no explica, desde el punto de vista biológico, la agresividad como tal. Es decir, hay evidencia de que ciertos individuos que tienen ciertas características pueden ser más violentos que otros, pero a nivel societario, de sociedad, esto no explica, realmente, las diferencias en violencia.
¿No habría nada, entonces, de carácter fisiológico?
Yo creo que hay elementos un poco más atávicos –digamos– de la historia del hombre y de la naturaleza propia del ser humano como ser cazador que todavía no ha terminado ese ciclo, razón por la cuál tendemos, de alguna forma, a resolver nuestros conflictos de manera violenta. Ahora, si la pregunta es sobre valores biológicos frente a valores socio-antropológicos, yo diría que son mucho más fuertes los socio-antropológicos que los propiamente fisiológicos.
Esa violencia al celebrar, ¿tiene algo que ver con la naturaleza del colombiano? ¿Está en sus genes?
Mi visión personal es que los colombianos somos bastante híper-reactivos, en general; reaccionamos muy rápidamente y a veces no tenemos ese segundo aire, cuando tratamos de responder frente a hechos que en la cotidianidad nos generan situaciones conflictivas. Creo que hay sociedades en las cuales existen una formación y una educación que llevan a buscar y alcanzar una mejor introyección de la violencia, lo que se conoce en inglés como embodiment. Evidentemente, además, nosotros tenemos una historia y un entorno de violencia muy fuerte en nuestra sociedad, que hace que en determinados momentos podamos tener respuestas violentas más concentradas.
¿Cuál es la influencia del uso de sustancias sicoactivas, el alcohol y otras, en esta problemática?
Aquí se dan factores causales y factores de confusión. Según el estudio de Forensis, el alcohol no es un actor muy relevante en la explicación de los homicidios, por ejemplo. Menos del 1% de los homicidios pueden ser explicados diferencialmente por situaciones específicas de alcohol. Esto, sin embargo, tiene un factor de confusión fuerte, en la medida en que cuando hay celebraciones hay alcohol, pero además hay aglomeración, hay ciertas conductas y relaciones sociales y familiares que pueden ser exacerbadas por la presencia de esta sustancia, hay una cantidad de hechos que se conjugan y no es solo el alcohol.
En el caso de las sustancias sicoactivas, sí hay una evidencia un poco mayor de explicación de fenómenos violentos con la presencia de estos componentes. Este factor puede estar en un 40% de casos de consumo de las sustancias más duras, no con todas ellas. Evidentemente hay, digamos, espacios sociales o entornos en los cuales se dan ciertos fenómenos violentos, pero son muy encapsulados en esos lugares en donde conviven personas que efectivamente tienen niveles altos de consumo de sustancias sicoactivas.
Estas sustancias sicoactivas fuertes, duras, que menciona, ¿cuáles son?
Pueden ser la heroína, la cocaína, ese tipo de opioides que tienen un mayor efecto que sustancias menos duras, como la marihuana, por ejemplo. Me parece importante anotar que las sustancias provocan diferentes reacciones: algunas son depresivas, otras generan situaciones de ansiedad, algunas de exaltación, pero no puede decirse que haya una direccionalidad específica que se produzca más que otras; simplemente, digamos que se han evidenciado esos fenómenos dentro de esta diversidad de las sustancias más fuertes. Tampoco puede decirse que una sustancia afecta más o de tal forma a las mujeres, a los hombres o a personas de cierta raza en particular. Los efectos están determinados por el consumo, razón por la cual no es fácil decir que existe una regla general, que tal sustancia tiene un efecto mayor en hombres que en mujeres, por ejemplo.
¿Qué pasa en el cerebro y el cuerpo de alguien expuesto a la combinación de euforia-drogas?
Se exacerban cierto tipo de reacciones, como la ansiedad y la agresión, entre otras. Esto no necesariamente desemboca en violencia, pero sí es un hecho que el cuerpo cambia cuando está sometido a ciertas sustancias con efectos reconocidos y diferenciales. La marihuana es un depresor mayor, el LSD es más alucinógeno y genera otros efectos. El alcohol, todos sabemos, tiene unas fases que van desde la exaltación hasta la posterior depresión y obviamente, altera la percepción de la persona frente a las situaciones. Lo que sucede fisiológicamente, sin duda, depende de la naturaleza de cada individuo; hay unos que son acetiladores lentos y acetiladores rápidos y metabolizan el alcohol de diferente manera. Igualmente, el ciclo este de euforia-depresión, no se presenta de la misma manera en todas las personas y las reacciones son muy diferentes, muy ligadas a la personalidad del individuo.
¿A quién le corresponde asumir la solución del problema social que genera esa relación celebraciones-violencia?
Como problema social, creo que es necesariamente un tema intersectorial. Le corresponde a algunas instancias del Gobierno como educación, salud, trabajo, así como a quien hace la celebración y a quien la planea. Es decir, el asunto es competencia de una cantidad de sectores del Estado que deben intervenir y de un buen número de sectores sociales que también tienen que participar en el manejo de la situación. Este tipo de problemas es complejo, usualmente, porque requiere acciones diversas y coordinadas de diferentes agentes.
¿Cree que a este tema se le ha dado la atención que requiere?
Yo creo que el tema de violencia en Colombia se ha estudiado desde diversas ópticas: la violencia política, las violencias partidistas del pasado, la violencia de género, la violencia contra los niños, etc. Cada uno de nosotros toma un segmento de la violencia y lo aborda con una visión particular, digamos, desde lo que nos compete o interesa. En el Ministerio de Salud, por ejemplo, hacemos con frecuencia las encuestas de salud mental y en ellas evidenciamos múltiples cosas, como la conexión existente entre la violencia y las relaciones de familia o las relaciones sociales. Encontramos temas interesantes, por ejemplo, que en Colombia casi el 70% de los habitantes ha percibido algún nivel de agresión y agresión física dentro de su propia familia; todavía tenemos uno alto nivel de resolución de los problemas familiares mediante factores violentos. Casi el 50% refiere, también, violencia sicológica. La familia en Colombia, según la Encuesta de Salud Mental, es un gran protector, porque es la primera institución a la que recurrimos cuando tenemos problemas; sin embargo, se evidencia que es también generadora de problemas y normas de conductas que pueden llevar a acciones violentas.
Al Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, obviamente, le interesa la violencia contra los menores; hay muchos grupos de interés en Colombia que se ocupan de la violencia de género y pueden citarse similares otros casos sobre tipos particulares de violencia. Creo, por otro lado, que esta visión de los comportamientos sociales violentos asociados a las celebraciones es algo muy novedoso; es la primera vez que encuentro una mirada de ese tipo y pienso que podría ser interesante para analizar el tema como fenómeno social e, incluso, como un fenómeno sanitario.
¿Qué debería hacer el Estado en el ámbito de salud pública para ayudar con esta situación?
Debemos abordar el tema con un enfoque preventivo, interviniendo desde el ámbito de salud pública en lo referente a la prevención y la promoción de hábitos de vida que conduzcan a una adecuada resolución de conflictos. Este es, creo yo, el papel central que debemos cumplir, en cuanto al tema sanitario. Es obvio que en el sector salud recibimos todas las consecuencias de la violencia, porque debemos atender a quienes llegan a los hospitales, lesionados, heridos, los homicidios, pero, de igual manera, es muy importante que actuemos desde una perspectiva de promoción y prevención. Pienso que esto está muy relacionado con lo que se llama autocuidado, con esa forma en que personalmente y dentro de las familias construimos una visión que nos permite tener y desarrollar acciones preventivas y actuar de manera aceptable, sensata y resolutiva, en lugar de llegar a situaciones de violencia.
¿Qué debe hacer cada uno de nosotros para cambiar esto?
Insisto, yo lo relaciono con el autocuidado: mirarnos dentro de nosotros mismos y conocer cuáles son las situaciones que pueden llevarnos a la violencia. Esto incluye hacerlo no solo a título personal sino dentro de le familia, con la pareja, cuando se está en ámbitos sociales, en espacios institucionales. Idealmente, debemos mantener la calma, conocer, convocar y controlar lo mejor de nosotros mismos, para tratar de abordar las situaciones que nos generan estrés y pueden llevarnos a entrar en conflicto. En medicina está estudiándose un fenómeno llamado resiliencia, que es la capacidad del individuo para actuar de manera equilibrada frente a las situaciones que lo afectan; creo que esto está hasta ahora en desarrollo y debemos abordarlo en cada uno de nosotros. Debemos ver y aprender cómo introyectar en mente y cuerpo las situaciones que nos llevan a la violencia y cómo generar defensas para poder actuar con quienes están en nuestro entorno, de manera que nuestras relaciones no conduzcan a la violencia.
¿Cuál es la solución ideal para enfrentar este problema?
No la hay. Si la tuviéramos, estaríamos aplicándola, indudablemente. Pienso, sin embargo, que hay una gran esperanza. Colombia, por ejemplo, en términos de reducción del homicidio, ha venido teniendo una disminución sumamente importante. Si uno lo mira comparativamente con otros países del continente americano, nuestro país ha tenido una reducción sostenida del homicidio durante los últimos años y eso nos da la esperanza de que cuando se toma una visión preventiva de salud pública, cuando cesan los factores generadores de violencia, de alguna manera puede lograrse una resolución de situaciones problemáticas. Creo, sin embargo, que nadie tiene la fórmula completa. El ser humano interactúa permanentemente y la tendencia a generar situaciones de violencia está siempre latente.
Perfil
Es médico cirujano y magíster en Economía de la Pontificia Universidad Javeriana. Tiene doctorado en Salud Pública. Actualmente se desempeña como viceministro de Salud Pública y Prestación de Servicios del Ministerio de Salud y Protección Social de Colombia. Ha sido consultor para el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo, BID, director de Proyectos de Cooperación Técnica Italiana y Fellow de la Universidad de Harvard. Fue presidente de la Asociación Colombiana de Economía de la Salud, ACOES, y fundador y director del Centro de Proyectos para el Desarrollo, CENDEX, de la Pontificia Universidad Javeriana.
Bibliografía recomendada
Encuesta Nacional de Salud Mental:
MAURICIO SALAS
icono el tiempo

DESCARGA LA APP EL TIEMPO

Personaliza, descubre e informate.

Nuestro mundo

COlombiaInternacional
BOGOTÁMedellínCALIBARRANQUILLAMÁS CIUDADES
LATINOAMÉRICAVENEZUELAEEUU Y CANADÁEUROPAÁFRICAMEDIO ORIENTEASIAOTRAS REGIONES
horóscopo

Horóscopo

Encuentra acá todos los signos del zodiaco. Tenemos para ti consejos de amor, finanzas y muchas cosas más.

Crucigrama

Crucigrama

Pon a prueba tus conocimientos con el crucigrama de EL TIEMPO