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CICR ha recuperado 48 cuerpos en zonas rojas

A través de 13 operaciones desarrolladas entre el 2012 y el 2013.

JUSTICIA
Luego se ser forzada a comer estiércol de caballo y de haber sido torturada por varias horas en plena plaza de un pequeño pueblo de Nariño, Natalia recibió el disparo que terminó con su vida. Su verdugo fue, según relataron testigos al Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), el jefe de una organización armada ilegal que operaba en la región.
Llevaba cerca de un año pretendiéndola y ante la reiterada negativa de la joven, que tenía 21 años, cumplió con la amenaza de acabar con su vida. El hombre advirtió que no permitiría que la sepultaran, y no fue sino hasta el día siguiente que los pobladores lograron convencerlo para que diera el permiso de recoger el cadáver de la plaza central. La enterraron en zona rural, pues no hubo autorización para llevarla al cementerio.
El cuerpo de Natalia fue uno de los 48 recuperados por la Unidad Forense del CICR desde el 2010. Fueron 13 operaciones en el 2012, igual número en el 2013 y 11 más el año pasado: Ocho en el departamento de Arauca, dos en Chocó y uno en Córdoba.
Este organismo internacional realiza esa labor de exhumación únicamente en territorios donde, por razones de seguridad, los miembros de la policía judicial no pueden entrar. Para ello, bajo la más estricta confidencialidad, entra en contacto con los grupos ilegales que operan en las regiones y coordinan sus desplazamientos, tal y como ha sucedido decenas de veces en los últimos años con las liberaciones de secuestrados.
De Natalia solo se sabía que había llegado en el 2010 desde Pasto a la pequeña población acompañada de una amiga, y que desde entonces trabajaba en un bar. En la fosa, el CICR encontró, según relató Roberto Parra, investigador forense de este organismo, un segundo cuerpo: un veterinario de Bogotá que fue asesinado porque se negó a quedarse en la zona revisando el ganado del jefe del grupo armado.
Tras ser exhumados, Natalia y el veterinario fueron entregados a Medicina Legal. Ángel Medina Bejarano, investigador forense del CICR, dice que el primer paso tras la recuperación es el contacto directo con las autoridades para que se encarguen del proceso de identificación y de la entrega del cuerpo a familiares.
Ese proceso se realiza infaltablemente, incluso cuando hay plena certeza de la identidad de las personas por las versiones de los testigos de los hechos o por información de los habitantes de las zonas donde fueron enterrados. Incluso ha pasado cuando son los propios familiares los que dan la ubicación, una situación que se volvió frecuente después de la desmovilización paramilitar.
“El hecho de que el familiar diga que él mismo lo inhumó, que incluso entregue datos de la ropa y que todo esto coincida –dice Medina Bejarano– no garantiza que sea la persona. El Estado tiene que certificar los hechos estableciendo la plena identidad y la manera de la muerte”. En varias regiones sigue habiendo temor para revelar la ubicación de familiares asesinados porque el inicio de las investigaciones penales para dar con los responsables afecta a poderes criminales que aún siguen vigentes. La gente teme que pueda ser objeto de nuevas represalias.
La identificación
Tras el asesinato de Natalia, la amiga con la que había llegado a la población fue amenazada: le dieron dos semanas para que se fuera. Así lo hizo y apenas pudo llamó a la mamá de la víctima y le dijo que estaba muerta.
Durante el desarrollo del proceso humanitario, el CICR también se encarga de la búsqueda de las familias de las víctimas. Así, el Comité logró contactar a la madre de la joven y le pidió muestras de ADN para cotejarlas con el cuerpo recuperado. La coincidencia fue superior al 99 por ciento.
La muchacha llevaba varios meses reportada como desaparecida, luego de que no regresó a su casa tras la jornada escolar. A la familia del veterinario en Bogotá, que hacía 8 años había sido reportado como desaparecido, también le entregaron los restos luego de que la investigación del CICR ubicara a sus dolientes.
La mayoría de las exhumaciones que realiza el Comité Internacional de la Cruz Roja se llevan a cabo por solicitud de las familias, que llegan buscando su ayuda para recuperar los cuerpos de sus seres queridos. Han recuperado cuerpos de miembros de los grupos armados muertos en combate, de personas reportadas como desaparecidas y de víctimas plenamente identificadas que fueron enterradas clandestinamente, y de las que por años nadie se atrevió a hablar.
En el 2012, el CICR recuperó los cuerpos de varios combatientes que murieron en enfrentamientos en la selva del Chocó. Eran cuerpos de menores de edad y gracias a la labor humanitaria se logró comprobar que estaban en una lista de niños que habían sido reportados como desaparecidos en un caserío afro del Chocó meses atrás.
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