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Tarjeta roja en Ferrari

Después de 23 años de dirigir una de las compañías más emblemáticas del mundo, Luca di Montezemolo fue cortésmente marginado de su cargo luego de una catastrófica presentación de los carros de la Escudería Ferrari en el Gran Premio de Italia.
Montezemolo es un tipo brillante y “ferrarista” de corazón. Muy distinto del comerciante más hábil que tiene en este momento el mundo del automóvil, como lo es su sucesor, Sergio Marchionne, para quien la ambición, la plata y los resultados son la esencia de su trabajo, como corresponde a un CEO de Fiat. Quien, con los magros resultados y los fondos de esta firma –también parte esencial de Italia– logró hacerse al control de Chrysler y ahora pretende multiplicar vorazmente la producción de la línea de automóviles de Maranello, sin mayores escrúpulos por las tradiciones ni la exclusividad que defendió siempre Enzo Ferrari y que Montezemolo preservó con celo, amparado por el apoyo de Piero Ferrari, heredero sin poder del 10 por ciento de las acciones de la empresa de su padre.
A pesar de restringir la producción a siete mil unidades por año, el doble de lo que Enzo sostenía como el tope para que los autos no se desvirtuaran, los resultados económicos de la firma son proporcionalmente monumentales y la modernización de sus plantas, un modelo industrial. Con los bancos siempre en negro, Montezemolo funcionaba como una isla dentro del grupo de Fiat, y eso no dejaba de producirle rasquiña al cuello de Marchionne.
Enzo Ferrari tuvo la producción de sus automóviles como una herramienta para sostener a su equipo de carreras, y cuando le vendió el 90 por ciento a la Fiat hace muchos años, escapando de las garras de Henry Ford, en ese negocio quedó claro que la Escudería tendría todos los recursos y un manejo omnipotente e independiente por parte del respetado pero caprichoso “Commendatore”.
En tiempos ya recientes, el declive inocultable del equipo de carreras desde la salida de su dirección multinacional, que arranca en 2011, indica que todo lo que hagan los monoplazas en la pista sigue siendo algo esencial en la vida de la marca, por lo cual el desastre técnico se llevó la cabeza de Montezemolo. No valieron sus pergaminos. El otrora consentido secretario privado de Enzo Ferrari cuando apenas tenía 25 años, a los 27 director de la Escudería en los años victoriosos de Niki Lauda, director del Mundial de Fútbol Italia 90 y, a su regreso a Ferrari, patrocinador de la toma extranjera de su equipo de carreras para llegar a los gloriosos años de los cinco títulos de Michael Schumacher, fue remplazado con la misma histórica espada que siempre ha cortado cabezas en Maranello. No valieron su prestancia ni su peso específico, que le han valido ser citado como posible candidato a la presidencia de su país.
Debajo de todo este episodio que estalló dos días después de la carrera de Monza cuando chocaron definitivamente las posiciones de Marchionne y Montezemolo, accidente en el cual era inevitable que ganara el más jefe de los dos, queda al descubierto la calamitosa gestión técnico-deportiva que significó la “latinización” del equipo luego de la salida de Schumacher y su corte. Que era una multinacional: director francés, jefe técnico inglés, diseñador surafricano, aerodinamicista griego, motorista y llantas japonesas, combustibles y aceites holandeses, pilotos alemán y brasileños.
Todos salieron y asumieron los mandos los italianos que estaban bajo esa talentosa cortina, y ahí empezó el bajón técnico y en los últimos meses la predecible poda interna de quienes habían trabajado con los gurús pero no lograron seguir en su nivel, a pesar de los ingentes y únicos recursos técnicos a su alcance.
El cuerpo técnico fue podado en el curso de este año y hasta el director fue remplazado por otro brillante hombre de negocios –del corte Marchionne–, que manejaba las ventas en Estados Unidos pero sin conexión con el mundo de la F1. La última ejecución fue la de Luca Cordero di Montezemolo.
Lo que sigue es una incógnita pues ya la nueva dirección dijo que el espíritu y el rumbo de la empresa serán muy diferentes, y esa masificación sin duda banalizará la marca. Pero más allá de eso, el gran hueco está en saber quiénes serán capaces de poner al famoso “cavallino” en el galope de sus rivales y si podrán sostener a unos pilotos, como Fernando Alonso y Kimi Raikkonen, a bordo de una montura renqueante.
El futuro no es claro y es posible que la leyenda y la religión de Ferrari comiencen a desgranarse cuando en Maranello se siente un director que, si bien se dice respetuoso del pasado, tiene los ojos puestos en un mañana financiero y cuyas habilidades para reconstruir la escudería son desconocidas.
Por lo tanto, en el gran fondo, no solamente es incierto el futuro del más famoso equipo de carreras del mundo, sino también el de la F1 si se sigue apagando la llama más importante que calienta sus tribunas.
“Ferrari es norteamericano”, habría dicho Montezemolo en las vísperas de su dimisión. ¿Será este su rumbo?
FRASE
“No solamente es incierto el futuro del más famoso equipo de carreras del mundo, sino también el de la F1 si se sigue apagando la llama más importante que calienta sus tribunas”.
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