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Competencias e incompetencias

No pudo ser más desafortunada la reacción del Instituto de Desarrollo Urbano de Bogotá (IDU) al criticar ácidamente las actividades que “tuvo que hacer” la policía de carreteras para tapar huecos y cráteres que estratégicamente afectaban las vías clave de la operación retorno de las vacaciones en las pasadas fiestas. Y que perjudican todos los días a los ciudadanos.
El Instituto a cuyo cargo están todas esas obras y responsabilidades se enfureció y salió a criticar una acción de buena voluntad y solidaridad, de inminente y evidente beneficio para miles y miles de personas, que emprendieron agentes de la policía. El IDU conminó a la fuerza pública a no meterse en esos terrenos por su incapacidad técnica para hacer esos arreglos. Terrenos que son una vergüenza si se trata de calibrar la capacidad técnica del IDU, cuya nómina es una mata de abogados contra una muy modesta dotación de ingenieros. Que hace unas obras con muy cuestionados diseños y calidad, en paquidérmica ejecución y con un pasado tenebroso de corrupción. Las losas de TransMilenio, nombre apropiado para colocar sobre tumbas donde se pudrió la plata de la ciudad por la cual nadie respondió, son apenas un ejemplo.
Por supuesto que estamos de acuerdo en que tapar huecos no es competencia de la policía. Pero que lo haya hecho delata la incompetencia del IDU, entidad que días antes de esta “pavimentación voluntaria” hizo un patético y pobre balance de su gestión al anunciar que al final de esta alcaldía entregaría “la ciudad en el mismo o peor estado en que la recibió en materia de vías… solo se evitó que empeoraran”. Lo segundo es bastante dudoso. Además, le recortaron el presupuesto para ese efecto en 37.000 millones en el 2015 y, en pocas palabras, se lee que la ciudad queda condenada a desbaratarse más de lo que está porque no hay plata, no hay gestión, no hay visión ni, mucho menos, ambición de montar un proyecto para salvar a Bogotá. Claro que este debe comenzar por eximir de las funciones a quienes hoy se sientan en esos cargos.
Lo que hizo la Policía en esos días y en unos pocos sitios puntuales, así como destapar rejillas de alcantarillas para que la ciudad no se inunde, que tampoco es su tarea sino de los bomberos (ahora leo que su director está implicado en los rollos de la compra incorrecta de ambulancias para el Distrito) fue una acción de buena voluntad. Me parece que merece un agradecimiento y, en lo posible, sin que se descuiden sus tareas de vigilancia y organización, deberían seguir haciéndolo. Porque es mucho más útil y funcional un cuerpo de policías en trabajos que sí destraban las calles, así sean temporales, que un agente parado en una esquina soplando pito y haciendo señas con un guante blanco para que la gente cruce más rápido los cráteres.
El IDU dice que el trabajo para tapar esos huecos neurálgicos requiere una enorme técnica, de la cual esa entidad ha dado muestras de carencia, sumada a su falta de oportunidad y capacidad de reacción a juzgar por el diseño, hechura y manutención de las vías. Lo que hicieron los agentes fue un trabajo primario y manual –que la unidad de mantenimiento vial de la ciudad estimula con un programa que llama “pica y placa”– y es, en alguna forma, similar al que hacen las máquinas tapahuecos, cuya tecnología no parece del otro mundo, aunque la hayan vendido como algo extraterrestre para organizar su compra y venida a Bogotá saltándose la sospechosa burocracia de contratación que ronda al distrito. Ojalá para bien.
Les han llovido críticas a esas máquinas que tienen un compromiso de tapar 220.000 huecos (sí, 220.000) en seis meses y apenas llevaban 7.224 el pasado 16 de enero. Dicen que no dura el parche, que es un remiendo, que el granulado se desvanece… Pero hay 7.224 huecos menos, en cuatro meses de trabajos de tres máquinas.
Obviamente, la aritmética de las partes contratantes queda en ridículo si hacemos una cuenta simple y con cifras generosas sobre lo que han producido. Son, en números redondos, 2.400 huecos en tres meses. Tapar los 220.000 requiere 92 meses. Eso son siete años y medio. Supongamos que doblen la eficiencia y se demoren solo más de tres años y medio, y firmaron el trabajo para seis meses.
Si así son las cuentas y la planeación que hacen nuestras autoridades específicas, pues que la policía y los ciudadanos sigan tapando como puedan los huecos, así no sea de una manera técnica ni duradera, porque al menos durante un tiempo no se destruyen los carros, no se desarman los buses, no se estrujan los pasajeros que tanto protege el Distrito pero magulla con sus calles, y la velocidad en algo mejora. Es la única esperanza. O que nombren a “mi general” de turno en la dirección del IDU.
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