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Licencias sin conductores, algo muy común en nuestro país

La falta de una real exigencia al realizar el curso de conducción en el país pone en duda las capacidades de los conductores colombianos.

Daniel Otero Bravo
Redactor de EL TIEMPO
Tal como mostramos en nuestra pasada edición, entre las propuestas que componen el Plan Nacional de Desarrollo, que ya se extendió en 1.500 proposiciones más, se encuentra un posible aumento a las tarifas correspondientes a los cursos de conducción, las cuales actualmente oscilan en unos 650.000 pesos para automóviles y entre 380 y 450.000 pesos para motos.
Sin embargo, los controles a las empresas que dictan dichos cursos y la exigencia de parte de las mismas siguen sin evaluarse y mucho menos reevaluarse, aun cuando una propuesta que hacía parte de una reforma (por supuesto ya atropellada) del Ministerio de Transporte buscaba hacerse cargo de ello.
Una mirada al Código de Tránsito, específicamente al Artículo 56, revela que “se establecerá como obligación en la educación Preescolar, Básica Primaria, Básica Secundaria y Media Vocacional, impartir cursos de tránsito y seguridad vial previamente diseñados por el Gobierno Nacional”, una medida tan omitida (e ignorada) como las señales de tránsito.
Esto quiere decir que los problemas vienen desde la raíz y el primer contacto real que tendrá un ciudadano colombiano con las leyes de tránsito y los conocimientos básicos para conducir un vehículo será cuando realice su respectivo curso en alguno de los Centros de enseñanza automovilística (CEA), algo que para nadie es un secreto, no siempre sucede.
Por si eso fuera poco, que las personas completen el curso de conducción y expidan su licencia tampoco garantiza nada, pues al parecer los controles y las exigencias de parte de los CEA no son los más estrictos. Todo el mundo pasa y nadie “se raja”.
La gran problemática de esto reside en que, seguramente incentivados por un servicio de transporte público ineficiente, incómodo e inseguro, muchas personas han decidido dirigir sus ahorros y capacidad de endeudamiento hacia la compra de un carro, o en algunos casos a tomar el riesgo de subirse por primera vez a una moto.
En 2014, junto a otras causas, esto se tradujo en un total de 328.526 vehículos y 659.279 motos vendidas en Colombia, mismo año en que según el Runt 910.103 personas realizaron el curso de conducción, es decir, casi el 10 por ciento de quienes tienen pase (9.226.528) en el país.
Esto debería derivar en que todo aquel que se pone al mando de un vehículo y sale a la calle está debidamente capacitado y tiene todos los conocimientos pertinentes para hacerlo de forma segura, pero la realidad es que las conductas de una gran mayoría demuestran totalmente lo opuesto y se reflejan claramente en las cifras de accidentalidad.
Con esto en mente y sabiendo que nadie “se raja” en las pruebas teóricas y prácticas para recibir el certificado necesario para realizar el trámite de la licencia de conducción, es claro que hay un sinnúmero de vacíos, desde la formación que (no) se da en los diferentes niveles de la educación, hasta en el proceso de expedición de la misma.
Peor aún, las pocas medidas que se han tomado al respecto están dirigidas hacia donde no deberían.
Difícil, no; exigente
Para contextualizar (¿o descontextualizar?) los peligrosos vacíos al sacar el pase en Colombia, no basta sino mirar el mismo proceso en Alemania, cuya fama por sus buenos conductores y autopistas sin límites de velocidad no deberían extrañar.
En primera instancia, el proceso es para mayores de 18 años (o 17, siempre y cuando conduzcan acompañados de un mayor en todo momento) y el costo total puede estar alrededor de los 1.300 euros. Con una duración de hasta seis meses, el curso consta de una parte inicial teórica que debe ser superada para poder iniciar la práctica.
Sonará sencillo, pero es todo lo contrario. El examen teórico, que se toma después de unas 12 horas de clases, consta de 30 preguntas seleccionadas de forma aleatoria de un set de 1.000, que en caso de no ser superadas (como le pasa a la mayoría) obligan a tomarlas nuevamente, luego de pagar unos 80 euros más. Si falla tres veces, debe volver a empezar el curso.
Una vez se aprueba la parte teórica se llega a la práctica, que corresponde a unas 22 horas de manejo en todo tipo de escenarios, tanto de día como de noche, para finalizar con el examen que tarda unos 45 minutos. En promedio, más del 66 por ciento de los aspirantes “se raja”, mientras que quienes pasan y reciben su licencia se afrontan a un año de prueba donde cualquier infracción se puede traducir en la suspensión o cancelación de la misma.
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