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Por Mario Jaramillo

“El tiempo es oro”
No me refiero, claro está, al periódico para el cual escribo esta columna. Hago referencia a la expresión original en inglés: “Time is money”. Aunque ha sido difícil precisar dónde apareció por primera vez, se sabe con certeza que la acuñó Benjamín Franklin (1706-1790). El gran inventor y estadista estadounidense, que entre otras cosas concibió el pararrayos, fue además un fabricante de muchas máximas acertadas. Con “El tiempo es oro” queremos decir, en esencia, que no perdamos el tiempo en nimiedades, que nos apuremos porque la vida se nos va, y, cómo no, justamente todo lo contrario a cuando decimos “matar el tiempo”. La expresión contiene cierto tufo capitalista y de ahí que sea tan usual entre la población rica de los Estados Unidos. Y todo parece indicar que a Franklin le gustaba el metal precioso. Porque también dijo en una oportunidad: “La alegría es la piedra filosofal que todo lo convierte en oro”.
“No dejó títere con cabeza”
Fue Miguel de Cervantes, a quien por estos días se le recuerda por cumplirse 400 años de su fallecimiento en Madrid, quien dio popularidad a esta expresión. En un episodio de “El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha” el genial escritor mostró la conmoción que sintió Alonso Quijano cuando tuvo que desenvainar la espada para defender a Melisendra, una muñeca de trapo. Por poco mata al propio titiritero Maese Pedro, autor de la puesta en escena. En las representaciones con títeres era parte de la tradición ponerlos a pelear con espadas y palos hasta “no dejar títere con cabeza”. La expresión tiene hoy una connotación arrasadora. Es el acto de descabezar. Se emplea cuando alguien, como por ejemplo un político que llega a un alto puesto del Estado, cambia a todo el personal sin ton ni son. O, también, sucede cuando una persona procede de manera semejante para “hacer borrón y cuenta nueva”.
La lectura del Quijote
Termino esta columna con algo más sobre Cervantes, el autor de la más importante obra de la literatura española. Para ello me refiero a un tocayo suyo, Miguel Delibes (1920-2010), grandioso escritor español, nacido en Valladolid, a quien lamentablemente jamás se le concedió el Premio Nobel a pesar de ser eterno candidato al mismo. Autor de clásicos como “Las ratas”, “Cinco horas con Mario” y “Los santos inocentes”, fue también miembro de la Real Academia Española. Creó más de cincuenta obras literarias, varias de ellas llevadas al cine. Captó en sus libros el drama y la dureza de la vida rural. En alguna ocasión le preguntaron si era necesario leer algún libro o conocer un lugar para poder escribir sobre él. Respondió sorpresivamente y sin asomo de duda: “Para escribir un buen libro no considero imprescindible conocer París ni haber leído el Quijote. Cervantes, cuando escribió el Quijote, aún no lo había leído”.
MARIO JARAMILLO
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