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Tarkovsky

Maestro del cine a 30 años de su muerte (1932-1986)

“Hoy todo el mundo hace películas, todo el mundo cree que es capaz de hacerlas. No es difícil aprender a editar, a usar la cámara, pero el consejo que puedo darles a quienes empiezan es que no separen su trabajo, su película de su propia vida. El cine es un arte difícil y serio que exige sacrificio de ti mismo, tu deberías pertenecerle, él no debería pertenecerte. El cine utiliza tu vida y no al revés”. Así hablaba el gran cineasta ruso Andrei Tarkovski, de quien en 2016 se conmemoran 30 años de su desaparición. Él como pocos supo hacer coincidir el arte y su forma de vida. De ahí su preocupación por un cine, personal, espiritual y profundo.
En Tarkovski sus películas y su vida están estrechamente relacionadas. De la infancia al sacrificio como los títulos de sus filmes podemos seguir las huellas de un gran artista: ‘La infancia de Iván’ habla de los hijos de la guerra, ‘Andréi Rubliov’ del artista y de su papel en un mundo en guerra, ‘Solaris’ de la búsqueda exterior que remite a la interior. ‘El espejo’ es su autobiografía, ‘Stalker’ ofrece el amor como respuesta a la falta de esperanza, ‘Nostalgia’ refleja la profunda tristeza por el exilio y ‘Sacrificio’ es la muerte por amor.
‘Sacrificio’ (1986), estrenada en el mismo año de su muerte, cumple también tres décadas. La película, que tiene como protagonista a un hombre enfermo de cáncer (como el propio director al final de sus días), responde a su preocupación por una humanidad materialista que ha perdido el sentido de la vida, que funciona mecánicamente y que está vacía espiritualmente. Un mundo donde el egoísmo es protagonista. “La idea del sacrificio por otra persona, por alguna cosa no es muy popular hoy en día”. En la cinta alerta sobre el peligro de la tecnología para la vida espiritual y en su libro de memorias -que tiene total vigencia- escribe: “Nos ahogamos en informaciones, pero los mensajes más importantes, los que podrían transformar nuestras vidas, esos ya no nos alcanzan”. Sin embargo, en toda su obra siempre hay esperanza: “La leyenda del riego paciente y perseverante de una árbol seco que he elaborado en esa película es para mí la más importante”, señala a propósito de su último filme.
Para él hay dos tipos de directores: los que imitan al mundo en que viven y los que crean su propio mundo y que denominaba los poetas del cine. Entre estos últimos incluía a Bresson, Mizoguchi, Bergman, Buñuel, Kurosawa, etc. El cine como arte era su máxima preocupación, ese que presenta una visión personal sobre el mundo.
Esta figura tan importante, como desconocida para el gran público, murió en París a los 54 años lejos de su natal Rusia. Había sido educado en el campo del arte, de la música, de la poesía. Realizó 7 películas entre 1962 y 1986. Fue admirado nada menos que por Ingmar Bergman -quien decía que las películas del soviético eran como milagros- y por directores como Michael Haneke, quien cada año recibe a sus alumnos de la escuela de cine de Viena con la proyección de ‘El espejo’. A propósito de este filme una mujer trabajadora le escribía a Tarkovski: “Todo lo que me atormenta, lo que me falta, lo que ansío, lo que me enfada y lo que me repugna: todo esto lo vi en su película, como un espejo”. Curiosamente había pensado en abandonar el cine después de realizar ‘El espejo’, pero fueron comentarios como estos los que le animaron a continuar.
Tarkovksi consideraba la formación en las artes fundamental para dirigir: “Sin el bagaje de la pintura, la música y la literatura, difícilmente hubiera podido ocuparme de dirigir películas en forma tan seria como lo hago ahora”. Para él el cine es una forma de expresión que aún está buscando su propio camino. Un medio de expresión que acaba de cumplir 120 años y que nació, según Tarkovski, por una necesidad espiritual y para expresar una dimensión del mundo que ninguna de las otras artes había podido expresar.
MARTHA LIGIA PARRA
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