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Arte / Sensualidad de fondo y forma

Fernando Botero sigue cosechando éxitos con su más reciente serie, 'Boterosutra'.

“Es increíble el éxito que ha tenido esta exposición. La gente no deja de venir. La abrimos en septiembre del año pasado y pensábamos tenerla abierta hasta mayo, pero como el número de visitantes no ha dejado de crecer, decidimos prolongarla hasta septiembre de este año. Es que algunos están descubriendo a Botero, otros están fascinados con volver a ver sus obras y sobre todo con esta serie, que es muy poco convencional”, comenta Marie-France Bertrand, directora del Museo Würth, en la ciudad francesa de Erstein, a diez minutos de Estrasburgo y a otros diez de la frontera con Alemania.
Se refiere a la exposición ‘Fernando Botero’, integrada por toda la serie ‘Boterosutra’ y otros lienzos de series anteriores, creados desde los años sesenta y hasta hoy, y que Bertrand organizó de manera cronológica y temática con el fin de presentarlos en una primera sala y a manera de introducción para el público europeo.
Obras de contexto
El lienzo que da la bienvenida a la muestra es Buenos días, señor Botero (1982), en el que se ve a un hombre de paraguas en el brazo, levantando su sombrero en un gesto de saludo cordial, frente a cinco banderas de Colombia que ondean en una angosta calle de lo que parece un pueblito paisa. A esta le sigue una selección de pinturas de la serie ‘Tauromaquia’, que hace evidente cómo Botero se inscribió en esa tradición pictórica de la cultura hispánica a la que también se consagraron Goya y Picasso, por ejemplo.
Y justo antes de iniciar el recorrido por esta sección se puede ver una cronología que detalla los momentos más destacados de la trayectoria de Botero; uno de ellos, su ingreso a una escuela de tauromaquia, a los 12 años, por obra de su tío. La relación del hombre y el animal desarrollada en ‘Tauromaquia’ continúa y da un paso hacia adelante con la serie ‘El circo’. A esta le sigue una serie de lienzos sobre América Latina, con un texto en el que se recuerda que Botero se autoproclamó “el más colombiano de los artistas colombianos”, precisamente por la manera en que ha ligado su obra a la cultura popular del país, incluyendo, claro, el tema de la violencia. Y para ilustrarlo, se presenta el cuadro Masacre de los inocentes (1967).
Por último, una serie de obras en las que reina la voluptuosidad del cuerpo humano y que recuerda los desnudos de Rubens, y también algunos lienzos en los que Botero cita al arte europeo; es decir, en los que hace sus propias versiones de grandes obras de la historia del arte, como una de las Meninas, de Velázquez, o la Fornarina, de Raphael.
Una vez terminado este recorrido, se puede ingresar a la segunda sala, en la que se encuentra ‘Boterosutra’. Lo primero que se ve es el resplandor del color fucsia con el que están pintados todos los muros y que prepara los sentidos para la lección de artes amatorias que se disponen a experimentar, pues –tal y como lo indica el nombre de esta muestra– se trata de una versión pictórica, al mejor estilo Botero, del libro hindú del Kama-Sutra, escrito hacia el siglo III por Vâtsyâyana Mallanâga y que explica de manera didáctica cómo conducir juegos eróticos y encuentros sexuales.
Óleos, dibujos, acuarelas, sanguinas y esculturas componen ‘Boterosutra’. Sin embargo, esta serie, al tiempo que se basa en el libro del Kama Sutra, también se aleja de él en varios sentidos. En primer lugar, está lejos de mostrar las contorsiones acrobáticas que propone el libro, para que los miembros de la pareja obtengan el mayor placer posible durante sus encuentros sexuales. De hecho, el artista recrea las posiciones más convencionales, con cuerpos que parecen moverse con lentitud, no mucha destreza y cuyos órganos sexuales no aparecen nunca.
“No son obras pornográficas, son eróticas y mi idea no es excitar la libido de alguien, sino mostrar la belleza de dos cuerpos juntos”, explica el artista en el catálogo de la muestra.
En ese sentido, Bertrand añade que en una época en la que las representaciones de carácter erótico son ha-bituales y banalizadas en la publicidad y, por supuesto, en las redes sociales, Botero ofrece una visión claramente púdica. Este adjetivo no resulta exagerado, ya que cada pieza de esta serie carece de pasión y ardor, y el deleite verdadero está precisamente en la forma de abordar las fisionomías: cuerpos entrelazados mas no desbordados, algo que no se había visto antes en la obra de Botero.
Por supuesto, permanece invariable en su estilo, que ya es inconfundible por exaltar el volumen de todo lo que crea. “La obesidad, según sus propias palabras, transmite sensualidad, pero en una acepción más artística que real. Para él, la gordura es un punto de vista y un método más que una realidad concreta”, escribe el nóbel peruano Mario Vargas Llosa en el ensayo La abundancia suntuosa (1984), que el museo Würth editó en francés y en alemán a propósito de esta muestra, y que retoma en los muros de la exposición la idea de que el adjetivo “hermosa” se suele emplear en español para indicar la belleza de una mujer “bien carnuda”.
Valga aclarar que ‘Boterosutra’ no tiene ninguna relación con otras obras del artista de Medellín en las que pintó cuerpos desnudos o escenas de burdeles. Él mismo explica que “el tema del erotismo brinda a un artista la posibilidad única de mostrar, de manera lógica y conforme a la verdad, el cuerpo humano en posiciones inesperadas”. Por eso, el deseo queda relegado y no es más que un pretexto, porque la verdadera expresión de voluptuosidad se halla en la forma como dialogan los cuerpos redondos. Diálogo que se hace posible solamente en el encuentro amoroso; de ahí la elección del Kama Sutra, como punto de partida.
De la inhumanidad a la sensualidad
Hubo otro aspecto que lo inspiró a crear ‘Boterosutra’: la serie precedente fue ‘Abu Ghraib’, y en ella ilustró la sevicia y crueldad de las torturas y maltratos infligidos a los prisioneros iraquíes por soldados estadounidenses en esa prisión cercana a Bagdad. Pintar la barbarie, el sufrimiento, la desesperación y la inhumanidad no era algo a lo que Botero hubiera estado habituado; por eso, ‘Boterosutra’ simboliza un regreso a la dulzura, pues, como lo señala el crítico alemán Werner Spies: “después de las implacables acusaciones que el artista había pintado y dibujado con un furor sin igual, le era imprescindible encontrar una posibilidad de liberarse de esa pesadilla”.
Y sí que lo hizo, pues pasó de la sevicia al amor, y sobre todo a la sensualidad en términos de fondo y forma, desde un ángulo sereno y mucho más sugerente que explícito; no en vano los protagonistas del acto amoroso están desvestidos —en su gran mayoría— en una habitación en la que se encuentran tirados en el suelo algunos cojines mientras que algunas piezas de ropa están regadas por ahí, lo que contrasta con las acciones casi monótonas de los amantes, que tienen siempre la misma expresión impasible: con los ojos en el vacío “y si ocurre a veces que sus miradas se crucen, es en general como si no se vieran”, sostiene Spies.
Y es que no se puede perder de vista que en las obras de Botero “sensualidad no rima necesariamente con se-xualidad. Ella puede, en ciertos casos, y evidentemente en el mundo plástico de Botero, ser su contrario. Sus mujeres son carnosas pero no carnales. Tienen todas, sin excepción, un sexo pequeñito, cuasi invisible, un vello ligero, perdido y como avergonzado entre las masas impetuosas de las piernas. […] No hay lascivia, el ingrediente sexual es ínfimo por no decir inexistente”, añade Vargas Llosa en su análisis, lo cual guarda precisa sintonía con esta serie. El mismo artista comenta que nunca tuvo “la intención de presentar un manual de encuentros amorosos, sino de crear arte por medio de un modelo sutil. Decidí producir la ilusión de volumen y de sensualidad por el ritmo de las líneas y de una luminosidad de las formas que se contenta con operar con un mínimo de sombra”, añade Botero en el catálogo de la muestra.
Es esta entonces una serie que reafirma la grandeza del artista colombiano, en la medida en que hizo una interpretación completamente personal de un libro efervescente en Occidente por su temática. De ese modo, ‘Boterosutra’ se aleja de los aspectos más evidentes, para poner en el mismo plano dos elementos esenciales: sensualidad y abundancia de las formas.
MELISSA SERRATO RAMÍREZ
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