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¿Existen sociedades masoquistas?

Es una tendencia inconsciente del individuo a buscar el sufrimiento.

Un estudio realizado por Sigmund Freud en los comienzos del siglo XX y posteriormente ha sido ampliamente investigado por diversas escuelas psicoanalíticas.
Inicialmente se estudiaron las conductas sexuales de individuos que presentaban perversiones sexuales, quienes buscan placer sexual mediante el sufrimiento físico y psicológico. Posteriormente su investigación se extendió a las conductas repetitivas en que las personas inconscientemente buscan sufrir y hacerse daño en alguna forma. Son individuos que, por ejemplo, hacen relaciones persistentes con gente que los maltrata, buscan el peligro, tienen adicciones que les pueden llevar a la muerte, llevan a cabo conductas antisociales para buscar diversas formas de castigo, llevan a cabo comportamientos repetitivos que les conduce al fracaso, etc. El individuo sufre, pero no se da cuenta de que es él mismo quien busca el sufrimiento. Esta es la llamada conducta masoquista o masoquismo que habitualmente es complementada por la búsqueda de pareja o personas sádicas a su lado, quienes a su vez gozan viendo sufrir al otro. Es decir el masoquismo va de la mano del sadismo.
Las causas de esta tendencia son variadas pero principalmente se trata de una búsqueda de castigo ante culpas inconscientes. Me explico. Todo individuo tiene una conciencia moral con componentes tanto conscientes como inconscientes. Sus valores conscientes rigen en general su conducta. Pero también existe una moral inconsciente que los psicoanalistas llamamos Superyo. Esta entidad actúa permanentemente en el psiquismo del individuo, bien sea de manera sana o enfermiza. Si se trasgreden esos valores se van generando sentimientos de culpa inconscientes, los que a su vez producen una necesidad de castigo. Es por esto que Freud describió a los delincuentes por sentimientos de culpa, aquellos individuos que delinquen para buscar que los castiguen inclusive arriesgando que los maten. Esta conducta está magistralmente descrita en la obra de Fedor Dostoviesky, Crimen y castigo.
Pero el propósito de este escrito no es referirme a la patología de los individuos sino a la de la sociedad y buscar explicaciones psicológicas al comportamiento de las masas sociales. En este sentido me surgen algunas preguntas. ¿Existirá un masoquismo social, es decir, un comportamiento inconsciente de las masas sociales para buscar el sufrimiento? ¿Porqué han existido sociedades que han generado su autodestrucción? Basta pensar en la Alemania nazi en que el 99% de la población eligió a Adolfo Hitler como su líder supremo. Y me refiero a las elecciones populares porque constituyen un útil termómetro para observar qué tanto una sociedad es sana o enferma.
Existen importantes contribuciones psicosociológicas para entender el funcionamiento de las masas. Por una parte la de Gustave Le Bon, considerado como el padre de la psicología social, quien describió lo que llamó el alma colectiva. Plantea que los individuos aislados obran de una manera y en grupo pueden cambiar diametralmente su comportamiento. Sigmund Freud y Carl G. Jung profundizaron el concepto de inconsciente colectivo, es decir, que las sociedades tienden a obrar irracionalmente motivadas por fuerzas psicológicas inconscientes. Wilfred R. Bion desarrolló las teorías de Freud y Jung describiendo las características de lo que llamó mente grupal, en que las masas sociales funcionan al unísono, según su grado de madurez en forma normal o patológica, siendo fundamental la personalidad sana o enferma del líder. En este último caso el grupo enfermo es comandado por un líder cuya patología mental es mayor que la de los demás.
Erich Fromm se ocupó principalmente del sadismo en las sociedades, mostrando el placer de los grupos sociales en ver sufrir a otros. Señala los ejemplos de las sociedades nazi y estalinista, en que era evidente no sólo el sadismo de sus líderes sino el de las sociedades que los acolitaba.
Estas teorías han permitido la comprensión psicológica del funcionamiento de las sociedades, de tal manera que la patología de la sociedad es aprovechada por individuos que se constituyen en líderes.
Si se eligen líderes francamente psicópatas a sabiendas que lo que pretenden es su lucro y poder personal en detrimento de la sociedad, es evidente que estamos frente a una sociedad enferma. Obviamente esos políticos se muestran como “lobos con piel de oveja” y la sociedad ve sólo la oveja negándose a ver al lobo. De esta manera tales líderes pasan a desempeñar el papel sádicos sociales al despreciar el daño que le hacen a la sociedad de la cual se aprovechan.
Ejemplos actuales de esta situación social los vemos no sólo en nuestro país sino a lo largo del mundo. Los casos concretos saltan a la vista. ¿Es entonces el destino de la democracia favorecer esta patología social? ¿Son las sociedades víctimas del masoquismo? ¿Qué culpas estarán expiando estas sociedades para que estén buscando repetitivamente el castigo mediante elegir directivos psicópatas? Las respuestas provienen de diversos enfoques investigativos, como los de la psicología social, la sociología y la historia de cada sociedad. Hay un proverbio que dice “las sociedades tienen los gobernantes que se merecen”. ¡Es la sabiduría popular!
La democracia en sí no es la responsable de esta situación sino que es un sistema social que deja abierta las posibilidades que si la sociedad es sana, elige buenos gobernantes, pero si está enferma tenderá a lo contrario. El meollo psicológico es que la sociedad que está inmersa en ese masoquismo social no se da cuenta de ello, puesto que, al igual de lo que pasa en el individuo, el problema es inconsciente, es decir, no se percata que está propiciando su propia destrucción.
Sólo haciendo consciente esta patología se podrá luchar contra ella y superarla. El primer paso para curar a un enfermo es que se dé cuenta que está enfermo y de esta manera encare sus problemas. Si los niega la enfermedad continua su marcha destructiva que conducirá al caos. Y cuando una sociedad se sume en él, es caldo de cultivo para que surjan como aparente terapéutica, gobernantes totalitarios que fácilmente entran en la corrupción generada por su poder omnímodo y así se perpetúa la patología social.
Alfonso Sánchez Medina, M.D.
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