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Lecturas Dominicales

Imaginar significa recordar

La escritora rumana Ana Blandiana es una de las invitadas especiales a la Feria del Libro de Bogotá.

La escritora rumana Ana Blandiana es una de las invitadas especiales a la Feria del Libro de Bogotá.

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La literatura de Ana Blandiana aspira al encuentro de lo milagroso, dice el escritor Juan Cárdenas.

Más allá de lo que diga cierta crítica oficial, resulta difícil encajar el trabajo de la rumana Ana Blandiana dentro de los parámetros de la literatura anticomunista producida en los países del desaparecido bloque soviético. Y es que, si bien sus textos están plagados de marcas donde es posible reconocer una gestualidad de rebelión contra la censura y la opresión, en todos los libros de Blandiana el tratamiento de casi cualquier asunto cae bajo una lógica cuya ambición y profundidad exceden el comentario de coyuntura o la protesta efectiva contra un régimen particular. No es exagerado decir que la literatura de Blandiana aspira al encuentro de lo milagroso, que, por extraño que parezca, en este caso es sinónimo de un desmontaje de las condiciones donde se produce la ideología entendida como muerte del lenguaje; el milagro como la posibilidad de sugerir un nuevo materialismo, incluso una nueva historia donde lo negado resurge como iluminación. Sus cuentos están construidos alrededor de situaciones donde la extrema vulnerabilidad –cognitiva, económica, en últimas, humana– da lugar a toda suerte de peripecias fantásticas, solo que aquí la fantasía no se emparenta con la evasión o el entretenimiento consumista sino con la exploración de un misterio que, unas veces, es el misterio del lenguaje –como idioma de la Caída, como cuerda floja tensada sobre lo incomunicable–, y otras, es el misterio de una tupida intriga zurcida con retazos de memoria y de olvido.

El milagro como la posibilidad de sugerir un nuevo materialismo, incluso una nueva historia donde lo negado resurge como iluminación.

Nacida en Timisoara, en 1942, Blandiana (pseudónimo de Otilia Valeria Coman) es hija de un sacerdote ortodoxo acusado de conspirar contra el Estado. Solo por su condición de hija de un detenido político, desde muy joven, la poeta vio cómo sus libros eran objeto de una férrea censura. Incluso se le prohibió publicar en su país durante más de una década y, como sucediera con tantos otros intelectuales de aquel lado de la Cortina de Hierro, sus obras se dieron a conocer gracias a las numerosas ediciones extranjeras que, paulatinamente, la llevaron a ser considerada una de las escritoras más relevantes de Europa y todo un símbolo de resistencia a los regímenes comunistas. Quizás por todas estas circunstancias, más políticas que literarias, su poesía y su figura pública han sido comparadas con la de otros célebres rebeldes como Ana Ajmatova, Ossip Maldelstam o Václav Havel. No obstante, creo que en sus cuentos el tratamiento de la memoria como proyección deseante se acerca más a la sensibilidad del polaco Bruno Schultz, donde la morosidad descriptiva opera como una lenta danza de revelaciones animistas. En su relato “Recuerdos de infancia (El Otoño)”, incluido en Las cuatro estaciones (1977), su primer libro de cuentos, en la oscura y fría habitación de una casa en ruinas alguien ha dejado un balde con ropa remojada e hirviente. No hay nadie más en esos recintos, donde la soledad es tal que “el único ser vivo parecía ser el agua en ebullición, que producía gemidos casi humanos”. La otra gran influencia de Blandiana, evidente en el ejemplo anterior y mencionada por la propia autora, es su compatriota Lucian Blaga, un poeta formidable y extraño que conocemos en español gracias a las traducciones del venezolano Igor Barreto. “Lo fantástico no se opone a lo real, sino que constituye sólo su representación más llena de significados. Al fin y al cabo, imaginar significa recordar”, escribe Blandiana, casi resumiendo el espíritu que anima su ficción.
Hasta el momento, de toda su extensa obra en nuestro idioma solo se han publicado dos libros de relatos fantásticos, Proyectos de pasado (Periférica, 2008) y Las cuatro estaciones (Periférica, 2011), además de los volúmenes de poesía Mi patria A4 (Pre-Textos, 2014) y El sol del más allá y El reflujo de los sentidos (Pre-Textos, 2016).
Que sirvan estas breves líneas para recalcar cuán maravillosa y necesaria es la obra de Ana Blandiana, tanto más en estos tiempos en que las nuevas formas de opresión y censura se multiplican sobre las ruinas del otrora llamado “mundo libre.”
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