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Lecturas Dominicales

Retrato de un padre

La pregunta de por qué su padre se lanzó de un edificio para poner fin a su vida persiguió sin cesar a Martín Sivak. El resultado es 'El salto de mi padre', libro del que hablará en la Filbo.

La pregunta de por qué su padre se lanzó de un edificio para poner fin a su vida persiguió sin cesar a Martín Sivak. El resultado es 'El salto de mi padre', libro del que hablará en la Filbo.

Foto:Ale López.

El periodista argentino Martín Sivak escribió un libro sobre la vida de su padre, que se suicidó.

Cuesta imaginarse a Martín Sivak con los sacos largos de su papá. Durante años, después de que Jorge Sivak se suicidara lanzándose del piso dieciséis de un edificio en Buenos Aires, el escritor se vistió como su viejo. Tenía 15 años. Luego se hizo periodista y siguió la vida, pero nunca dejó de rumiar preguntas, de cargarlas con él, como los trajes.
¿Por qué saltó papá? Esa fue la primera inquietud, la que lo acompañó desde el comienzo. También es el inicio de su libro:
“Antes de tirarse de palito de un piso dieciséis, papá se despidió de la clase obrera argentina.
Un grupo de albañiles que levantaba el hotel Hyatt a treinta metros no le retribuyó el saludo. Intentó detenerlo con gritos cuando puso el pie derecho sobre el alféizar de la ventana. El diario Crónica los consignó en su edición de la tarde:
“¡Cuidado, loco, te vas a matar!”
“No, no, no”.
“¡Entrá para adentro!”
"¿Qué hacés, flaco? No te tirés”.
El salto de papá no es la crónica de un suicidio, tampoco las memorias edulcoradas de un padre, ni el intento del periodista por responder a la pregunta del salto del señor Sivak; el libro es la reconstrucción de la vida de un hombre fascinante: banquero comunista, militante y preso político, detenido durante la dictadura entre 1972 y 1973, imán de negocios fallidos e inviables; un hombre que se movía en el mundo del poder político argentino, que soportó el secuestro y posterior asesinato de su hermano Osvaldo y que decidió lanzarse el día en que su banco fue declarado en quiebra el 5 de diciembre de 1990. La historia de un hombre contradictorio.
“Un padre es un gran enigma, y un suicidio es un gran enigma. Pero yo sabía que no tenía sentido intentar responder por qué lo hizo; lo que quise fue reconstruir la vida de un padre”, dice Martín. Vestido de jeans y chaqueta azul, se ve luminoso. Han pasado nueve meses de la publicación del libro y ya no llora tanto como hacía cada vez que daba una entrevista, aunque al final de esta se atragante por unos segundos. Mientras escribía hubo mucho llanto. “Pero me divertí también, que es una cosa muy de mi familia, reírnos de nosotros mismos. Aunque la historia se lee como algo trágico, secuestro y asesinato de mi tío, quiebra y suicidio de mi papá, también me permitió volver a esa vida llena de amor que tuvimos con mis padres”.

Un padre es un gran enigma, y un suicidio es un gran enigma. Pero yo sabía que no tenía sentido intentar responder por qué lo hizo; lo que quise fue reconstruir la vida de un padre.

El salto de papá comenzó sin ser libro. Martín escribió un texto íntimo para algunos de sus amigos y se lo envió por correo electrónico. Era el año 2000. Estaba concentrado –como le gusta decir– en contar las historias de otros. Como periodista, investigó sobre política argentina, escribió un libro sobre el diario Clarín y otro sobre Evo Morales. Pero su historia íntima, la de la familia Sivak, partida en dos cuando su tío Osvaldo fue secuestrado y asesinado –uno de los hechos que condujeron a su padre a la depresión y al suicidio– estaba sin contar.
Por eso, quizá, El salto de papá tiene un apego especial por los datos periodísticos, las fechas, la reconstrucción de los hechos, el contexto histórico y político en el que ocurrieron. Es una especie de reportaje de duelo. “Es cierto –dice Sivak–, es como un reportaje de duelo pero no entendido solo desde la tristeza que sentí cuando murió mi papá. Yo no busqué hacer un duelo al escribir. Hay un equívoco con la idea de la escritura como salvación. Se cree que uno escribe sobre esto y después se sana. Ojalá. En mi caso era una historia que quería contar y sentí algo de alivio al terminarla, pero no hubo eso de la escritura reparadora”.
Pasó mucho tiempo hasta que decidió convertirla en libro: un doctorado de por medio, irse del país, el nacimiento de su hijo. Martín leyó tantas memorias de padres como encontró. Aún tiene con él varias de ellas y las pone sobre la mesa: El olvido que seremos, de Héctor Abad Faciolince; Mi oído en su corazón, de Hanif Kureishi; Patrimonio, de Philip Roth; La muerte del padre, de Knausgard, entre otros. El de Sivak no se lee como un libro doloroso, aunque los hechos lo sean. No se avanza por sus páginas con un nudo en la garganta: las referencias al fútbol, el amor por el Independiente, las “macanas” o embarradas que se mandaba el señor Sivak como banquero que no usaba champú porque ese “era un acto pequeñoburgués”; los personajes disimiles que invitaba a su casa; los negocios en los que se embarcaba y que nunca funcionaban, le dan el humor que necesita la vida. “Mi papá entendía que esa posición relativa de empresario tenía que ver más con la idea megalómana de llevar a la Argentina al socialismo. Fue un hombre que no pudo escapar al mandato familiar insoportable de ser empresario. Un marginal en el mundo empresarial que no encajaba”. Las referencias musicales como disparadores de los recuerdos también le dan a El salto de papá un alivio a la tragedia de una familia marcada por el secuestro del tío, a quien está dedicado el libro. Para su padre, “la música no podía ser un azar ni un sonido de fondo”.
'El salto de papá', Martín Sivak.

'El salto de papá', Martín Sivak.

Foto:

Si bien en el libro está basado en hechos reales, por su estructura y narración se lee como una novela. “Este libro me permitió escribir con licencias, cosa que nunca había hecho”, cuenta Martín, aunque finalmente se mantiene firme en sus convicciones de periodista. En la primera parte hay un acercamiento a los recuerdos de infancia, al exilio de su familia en Punta del Este, una época feliz; al retorno al país, luego a la incertidumbre del secuestro y asesinato de su tío, y al dolor de su padre que siempre sintió la culpa del sobreviviente. En la segunda, se nota el esfuerzo que Sivak hizo por entrevistar a los amigos de su padre y armar periodísticamente el rompecabezas sobre quién era o cómo otros lo recordaban y vivieron algunos hechos. “Era un poco extraño porque significaba ir a entrevistar a mi hermano, por ejemplo. Estaba acostumbrado como periodista a hacer entrevistas, pero no a indagar hacia adentro. Mi papá era un hombre muy generoso, lo cual no encaja con el tipo de un banquero. Era un desastre en los negocios, pero el afecto genuino de la gente por él fue uno de los motores que tuve para escribir”.
En ese ejercicio, indagó en los orígenes financieros de la familia, en la historia de cómo el abuelo, Samuel Sivak, aparentemente creó el banco con recursos no declarados del Partido Comunista en los años cuarenta; entrevistó, veinte años después del suicidio, al psicoanalista de su padre y entendió cómo éste se sintió abandonado por el abuelo, por no ser el empresario que siempre se esperó que fuera. Se sorprendió también. Y dejó temas sin resolver, sin explicar, como sucede con la vida misma. “Como a los periodistas nos encantan estas fechas, encontré que la empresa de los Sivak empezó con el nacimiento de mi papá en 1942 y terminó el día que se suicidó, en 1990. La empresa nace y termina con él”. Curiosamente y, aunque dice que no se lo propuso, el libro es visto también como un retrato del poder político argentino de los años setenta y ochenta. La participación de su familia en hechos públicos, la resonancia política que tuvo el secuestro y asesinato de su tío, la presencia del caso en la prensa de la época, la relación que su padre tenía con distintos políticos permitieron que el libro evidenciara la intimidad del poder. “Uno cree que tiene un control excesivo sobre los libros, pero lo hermoso es que ellos tienen su propia vida”.

Era un poco extraño porque significaba ir a entrevistar a mi hermano, por ejemplo. Estaba acostumbrado como periodista a hacer entrevistas, pero no a indagar hacia adentro.

El salto de papá es finalmente un libro en el que se siente el dolor del escritor. La necesidad de recordar a qué olía su padre. Las disputas familiares que se ventilan inevitablemente. El deseo de ponerle punto final a la narración y no saber cómo hacerlo. ¿Cómo terminar un libro que es su vida misma? “Fue lo más difícil –reconoce Martín–. No encontraba cómo hacerlo. Por eso el libro es también la historia de cómo no podía hacerlo, de la sinceridad con el lector”.
El final llegó casi por azar. Martín encontró una forma cómica y provocadora que, seguramente, habría sido muy celebrada por su papá. Hoy ya no carga siempre con los sacos que él usaba. Su historia quedó contenida en ese salto, en el libro que ahora se convertirá en película.
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