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Música / In Memoriam: Huguette Dreyfus

La gran clavecinista y pedagoga francesa falleció el pasado 16 de mayo.

El mundo cultural europeo se viste de luto por el fallecimiento de la gran clavecinista y pedagoga francesa Huguette Dreyfus, ocurrido el pasado 16 de mayo de 2016. Huguette es recordada hoy por músicos de todos los países y edades, no solo por su contribución excepcional al mundo del arte, sino por su vocación pedagógica y sus grandes calidades humanas.
Dreyfus se inició en el piano a los 4 años de edad, pero tan pronto descubrió el clavecín se consagró de lleno a este instrumento, llegando a ser uno de los faros más brillantes del panorama musical internacional y una figura incontrovertible en el movimiento recuperacionista. Apasionada por la enseñanza del clavecín, dedicó su vida a revivir y registrar un repertorio hasta entonces ampliamente olvidado, a la vez que inspiró a varios compositores contemporáneos a escribir para este instrumento antiguo.
Contemporánea de Gustav Leonhardt y Rafael Puyana, Huguette Dreyfus sobresalió entre todos los músicos de su época como defensora de los instrumentos de época, como un baluarte del movimiento de recuperación de la música barroca y como la última gran clavecinista de su generación. Fue una embajadora universal de la música a través de conciertos, grabaciones y de sus discípulos, por lo que su muerte marca el final de una era.
Su misión internacional de difusión la llevó a todos los países imaginables, incluso a Colombia, donde ofreció un recital de clavecín en la entonces recién inaugurada Sala de Conciertos de la Biblioteca Luis Ángel Arango, en cuyas bodegas reposan hoy cinco clavecines que ya nunca se tocan. De su paso por Colombia solo queda una pequeña fotografía en blanco y negro, olvidada acaso en algún pasadizo de la Biblioteca Luis Ángel Arango, y todavía ningún departamento de música antigua, ni siquiera una sola cátedra de clavecín en todo el país.
A lo largo de su vida, Huguette Dreyfus alternó su ocupada agenda internacional con la enseñanza y difusión del clavecín, empeñándose en que las instituciones académicas, artísticas y políticas apoyasen la música antigua. Por eso obtuvo la Orden Nacional del Mérito, la Orden de las Artes y las Letras, y el Premio de la Presidencia de la República Francesa, aparte de los muchos galardones musicales que obtuvieron sus grabaciones. Gracias, en gran medida, a su contribución, en todos los centros de enseñanza europeos y en varios suramericanos existe hoy un lugar para el clavecín y la música barroca, excepto en Colombia.
Autora de varios cursos inaugurales en la Schola Cantorum, en la Sorbona de París y en el Conservatorio de Lyon, entre sus estudiantes se encuentran intérpretes de la talla de Olivier Baumont, Jory Vinikour, Philippe Leroy, Noë-lle Spieth, Christophe Rousset e incluso un estudiante colombiano, quien escribe estas líneas.
El recuerdo de Huguette está estrechamente entrelazado a las horas más felices de la juventud de todos quienes tuvimos el privilegio de ser sus discípulos. Empero, lágrimas de pena empañan mis ojos al pensar que sus últimas palabras para mí fueron las mismas de Leonhardt y Van Asperen: “Ahora estás listo para volver a tu país, a compartir allí todo lo que has aprendido”, misión que he luchado por llevar a cabo ininterrumpidamente por más de 15 años, solo para comprobar que la siembra no da fruto en una tierra que, pudiendo ser fértil, han vuelto yerma burocracias y mezquindades humanas. Existiendo presupuestos, estudiantes curiosos y clavecines que se pudren en sótanos de teatros, conservatorios y universidades, la desidia de nuestras instituciones sigue empeñada en impedir que florezca la semilla y progrese la educación musical. Pero el brillo de su espíritu era inusual y extraordinario, y su fulgor vive en cada uno de nosotros. Dios nos dé fuerzas para continuar insistiendo en compartir el legado de los grandes en nuestros propios países, aún a pesar de ellos mismos.
ANDRÉS MARTÍNEZ PARDO
Clavecinista bogotano
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