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¿Por qué el caso Colmenares atrae tanto la atención de Colombia?

Daniel Samper Pizano hace un análisis del interés que despierta la misteriosa muerte del estudiante.

"Este monstruoso asesinato, que parece tener visos pasionales de una atrocidad desconcertante, ha causado la más profunda consternación".
Publicado en EL TIEMPO, el párrafo anterior parecería escrito a raíz de la suerte fatal que esperaba la madrugada del 31 de octubre del 2010 al estudiante de Ingeniería Industrial Luis Andrés Colmenares. Horas después de tomarse unos tragos con algunos amigos en un bar del norte de Bogotá, Colmenares apareció muerto en el caño del parque El Virrey. Desde entonces se debate si se trata de un accidente o, como lo sugieren los signos del cadáver, de un homicidio.
El caso provoca abundante y cotidiana información en todos los medios y ha sacudido al país. En la costa y en Bogotá se suceden manifestaciones en apoyo al estudiante muerto o a sus compañeras acusadas de ocultar al asesino; en el despacho de Germán Suárez, juez 11 de Conocimiento, se enfrentan tres grandes juristas: el fiscal y dos defensores particulares.
Sin embargo, el trozo de crónica policial transcrito arriba no corresponde al guajiro de 20 años muerto el día de las brujas, sino a un delito igual ocurrido otro 31 de octubre, el de 1949, cuando fue asesinada y desmembrada en Bogotá Teresa Buitrago de Lamarcca, la cuarentona propietaria de una cantina. El crimen de quien pasó a la leyenda como 'Teresita la descuartizada' monopolizó durante semanas los titulares de las páginas rojas y fue tema de alboroto nacional. En las reuniones no se hablaba de otra cosa, y todos -abogados, periodistas, amas de casa, emboladores- lanzaban sus propias hipótesis sobre los hechos y los responsables.
¿Cómo puede ser que seis décadas y tres generaciones después, un caso de policía vuelva a causar tan "profunda consternación" y alimentar el morbo de los medios de comunicación y la imaginación de los ciudadanos?
Desde que los restos de Teresita aparecieron diseminados en una quebrada del humilde barrio La Fragüita hasta cuando se halló el cuerpo maltratado de Luis Andrés, en un pequeño canal del aristocrático sector de El Chicó, han ocurrido numerosos cambios en el país. Bogotá pasó de 700.000 a 7,3 millones de habitantes; nació la televisión, que hoy llega al 96 por ciento de los hogares a través de decenas de canales; la radio se ha extendido y simplificado hasta el punto de que puede escucharse a través de relojes y cámaras fotográficas; Internet inunda con información cada segundo del día; Facebook y Twitter llevan noticias a millones de puntos; EL TIEMPO, donde el cronista Felipe González Toledo publicó el 15 de noviembre de 1949 el párrafo que encabeza esta nota, multiplica por 10 el número de ejemplares que vendía entonces.
Sin embargo, hoy, como ayer, una muerte violenta, entre las 22.354 ocurridas en el 2010 (excluyendo las producidas en accidentes de tránsito y los suicidios), es capaz de atrapar la atención de los colombianos.
Crímenes legendarios
Parece una paradoja, pero no lo es. Al ser humano le ha interesado siempre más el prójimo que las cifras. Por eso la vigencia milenaria de las tragedias y comedias antiguas, comparada con la efímera vida de los boletines del Dane.
El asesinato de cuatro miembros de la familia Clutter en un pueblo de Kansas, Estados Unidos, dejó de ser una estadística criminal del año 1959 y se convirtió en un apasionante drama que han leído millones de personas desde cuando Truman Capote relató los hechos en una serie publicada por la revista The New Yorker seis años después.
Ni siquiera es preciso que se trate de un episodio real. La muerte de una usurera de San Petersburgo bajo el hacha del estudiante Rodion Raskolnikov nunca ocurrió, pero la novela que la narra, Crimen y castigo, de Fiódor Dostoyevski, ha sido influyente en la aplicación del derecho penal.
Ingredientes que potencian
Para que un crimen aislado adquiera visos de leyenda y produzca una catarsis social se requieren varias condiciones. El suceso de Teresita ocurrió en un entorno de clase media baja, pero un escenario de riqueza o fama incrementa el interés de la historia. Que la víctima fuera estudiante de la acreditada Universidad de los Andes; que su última noche hubiera transcurrido en un bar de la célebre zona rosa; que sus compañeras fueran bonitas, jóvenes y de familia acomodada y que los despojos de Colmenares aparecieran en uno de los parques más distinguidos de la ciudad son ingredientes que enriquecen la receta.
Pero si no hay misterio no hay veneno. ¿Accidente? ¿Asesinato? ¿Hasta dónde mienten los testigos y los reos? ¿El difunto estaba borracho, perdido o apenas levemente 'alicorado', como se dice en la jerga periodístico-forense? ¿Las acusadas callan porque participaron en el crimen, porque encubren algo gordo o porque no tienen nada que ver con los hechos? Y, sobre todo, ¿quién mató a Luis Andrés Colmenares?
La dosis de atracción aumenta si se revelan amores, despechos o venganzas sentimentales. En el elenco del caso hay antiguas novias, novios actuales y, por consiguiente, la posibilidad de celos. El terreno es idóneo y estimulante para tomar partido y que cada quien escoja sus inocentes y sus sospechosos.
Al comentar un crimen famoso, todos somos una mezcla del observador teniente Columbo y el perspicaz abogado Perry Mason. Es porque la sal del asunto son los detalles contradictorios, y mucho más si el proceso sufre virajes dramáticos. El primer examen post mórtem del estudiante, sobre el que se edifica la idea del accidente, quedó destrozado por un estudio posterior y más cuidadoso de las circunstancias, practicado a solicitud de sus padres. De este se desprende la tesis del asesinato, que esgrimen el fiscal y el apoderado de los Colmenares.
Un asomo de posible corrupción encrespa el interés. La investigación a la abogada de un indagatoriado a quien se acusa de presiones contra el fiscal y la dudosa grabación de unas conversaciones suyas con su cliente suben la aguja del escándalo. También ayuda la rivalidad entre la costa y el interior: la víctima, el fiscal y uno de los defensores son de familia costeña.
Donde hay personajes hay imán, en especial si están enfrentados. Los penalistas Jaime Granados -defensor de la estudiante Laura Milena Moreno, última que, según asegura, vio con vida al finado-, Jaime Lombana -representante de la familia Colmenares- y Antonio González -fiscal que abraza la tesis del asesinato- son tres notables figuras del foro penal. Lombana ha ganado varios casos como el de Commsa y Fidubogotá, y Granados, el sonado pleito de inocencia del almirante Gabriel Arango Bacci, entre otros.
No había nacido aún ninguno de los protagonistas del caso Colmenares cuando hacían furor en Colombia las crónicas sobre los crímenes del 'Doctor Mata', el 'Baúl escarlata' o 'Teresita la descuartizada'. Desde entonces todo ha cambiado y nada ha cambiado. El ser humano sigue siendo el mismo y la curiosidad colectiva es más poderosa que la intimidad personal. Pero al final solo valdrá la sentencia que, en algunos meses, dicte la justicia.
Los protagonistas del caso Colmenares
Jessy Quintero
Estudiante con casa por cárcel
También estuvo con Colmenares esa noche. Dice que Laura le contó que él se lanzó al caño.
Familia Colmenares
Oneida y Luis, padres del joven
Dicen que Laura y Jessy ocultan que se trató de un crimen. Jaime Lombana es su abogado.
Carlos Cárdenas
Exnovio de Laura Moreno
Vio a Laura y a Luis ese día, pero se fue a otro lugar. El fiscal dice que su versión tiene vacíos.
María del Pilar Gómez
Madre de Carlos Cárdenas
Fiscalía dice que habría presionado para cerrar el caso. Está acusada de dos delitos.
Aidé Acevedo Santos
Asesora jurídica de los Cárdenas
La Fiscalía la acusa de maniobras ilegales para desviar el proceso. Iván Cancino la defiende.
Antonio González
Fiscal 11 de Unidad de Vida
El fiscal dice que fue un crimen y que que Laura y Jessy encubren a los autores materiales.
Armando Novoa
Director Nacional de Fiscalías
Está indagado por la reunión con la abogada Acevedo, quien le puso quejas del fiscal del caso.
Lesly Rodríguez
Médica forense de Medicina Legal
Hizo la primera necropsia. La Fiscalía dice que en este dictamen hay 60 vacíos.
Daniel Samper Pizano
Especial para EL TIEMPO
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