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Delitos

Informe devela 57 años de violencia sexual en la guerra

Mujeres sobrevivientes de violencia sexual participaron en talleres de memoria para reconstruir lo que sucedió en sus territorios.

Mujeres sobrevivientes de violencia sexual participaron en talleres de memoria para reconstruir lo que sucedió en sus territorios.

Foto:Cortesía Centro nacional de Memoria Histórica

no es hora de callar

No es hora de callar

El documento 'La guerra inscrita en el cuerpo’ muestra la magnitud de ese crimen en el país.

Juan Carlos Rojas
Helena, una campesina del sur del Tolima, uno de los enclaves históricos de las Farc, logró salvar a sus hijos de 10, 14 y 15 años de ser reclutados por esa guerrilla. Eso ocurrió hace siete años, en el 2010. Guerrilleros del frente 21 le mandaron razón de que preparara a los muchachos porque “iban a pasar por ellos”, y ese mismo día ella decidió sacarlos de la vereda escondidos, entre guacales, en un carro de venta de bananos.
“Allá, en cada vereda, en cada finca, a usted le dicen: ‘Tiene dos o tres hijos, y a medida que vayan creciendo, de los 10 años en adelante, se los van llevando’. Y si usted habla o algo, es peor: lo matan. La ley es que todo el mundo va a engrosar la fila de la guerrilla”, contó la mujer.
Pero la valentía para defender a sus hijos terminó por convertirla en víctima de violencia sexual. “Les decía que yo por mis hijos me hago matar. Fueron a mi casa a las 9 de la noche. Me ataron las manos atrás. Me llevaron al ‘Rincón de la muerte’ (en inmediaciones de la quebrada La Catalina, donde los grupos armados asesinaron a varias personas)”.
Allá estaba ‘Agustín’, el jefe del frente 21, que murió en combate con el Ejército en el 2012: “Él me violó y les dijo a los otros: ‘Cada uno haga lo que quiera con ella, tenemos cinco horas para hacer todo lo que quieran’ ”.
Testimonios como el de Helena fueron recogidos por el Centro Nacional de Memoria Histórica en el informe ‘La guerra inscrita en el cuerpo’, revelado esta semana y que reconstruye cómo todos los grupos armados y muchos agentes del Estado utilizaron la violencia sexual en medio del conflicto armado. La investigación tiene casos desde 1959 y su macabro balance –que claramente es inferior a la realidad, porque muchas víctimas temen denunciar incluso hoy– es que al menos 15.000 niñas y mujeres, pero también muchos niños y adolescentes, fueron violados por los actores de la guerra.
La mayoría de los casos no tiene un responsable identificado. Pero el documento, de 550 páginas, encontró que los grupos paramilitares fueron señalados por 4.837 víctimas; las guerrillas de las Farc, el Eln y el Erg, por 4.722, y los agentes del Estado, por al menos 206.

Más allá de los ‘paras’

El Centro Nacional de Memoria Histórica acudió a expedientes judiciales y a testimonios directos para retratar las prácticas de sometimiento. Muchas de ellas han sido documentadas y ampliamente recogidas en la última década, gracias a las confesiones de paramilitares desmovilizados ante la jurisdicción de Justicia y Paz y, sobre todo, a la valentía de centenares de víctimas que se atrevieron a romper el miedo y la impunidad.
En cuanto a las guerrillas, la violencia sexual fue ejercida tanto contra las comunidades de sus zonas de influencia como contra las niñas y adolescentes reclutadas. La plena confesión sobre esas prácticas será una de las pruebas de fuego sobre el real compromiso de los desmovilizados ante la nueva Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), pues la verdad y la reparación a las víctimas son parte de las condiciones para acceder a penas alternativas.
Esta semana, de hecho, causó revuelo el señalamiento directo contra ‘Raúl Reyes’, uno de los íconos de las Farc, quien, como lo reveló EL TIEMPO, fue acusado por mujeres de su escolta –que fueron elegidas por él cuando contaban apenas con 10 u 11 años– de abusar sistemáticamente de ellas.

A él le gustaba cogerlo a uno para escolta, siempre tenía muchachas así y después abusaba de uno, a él le gustaba abusar de las muchachas que llevaba

En sus estatutos, las Farc castigan incluso con la muerte las violaciones y otro tipo de abusos sexuales. Lo que las víctimas denuncian es que si bien esto podía regir para los mandos medios o los combatientes rasos, rara vez aplicaba para los jefes de frente y menos para hombres tan poderosos en la organización como ‘Reyes’, cuya muerte en un bombardeo de la Fuerza Aérea marcó en el 2008 el declive militar de las Farc. “A él le gustaba cogerlo a uno para escolta, siempre tenía muchachas así y después abusaba de uno, a él le gustaba abusar de las muchachas que llevaba”, dijo Gina, quien fue su guardaespaldas durante 16 años.
El informe señala que algunos frentes también usaron la violación para castigar a quienes se negaban a pagar las vacunas. En el 2006, Yuliana, de 40 años y con nueve meses de embarazo, fue atacada por guerrilleros del frente 32 en el Huila. La violaron en frente de su esposo.
“Llegaron hombres comandados por ‘Joaquín’ y yo les dije que qué pasaba, si ellos sabían que nosotros les pagábamos, que nosotros éramos gente de bien, que me dieran una explicación (...). Él (Joaquín) y otros dos abusaron de mí. Mi esposo lloraba de ver lo que me estaban haciendo”, narró la mujer.
“A las mujeres les recuerdan la cuota que deben sus parejas con violencia sexual, o les cobran parte de la cuota o de los intereses de esta forma. Donde hay extorsiones a los comerciantes, suele existir violencia sexual hacia sus esposas para que recuerden que no deben dejar de pagar la cuota”, dice el informe.
En Meta y Buenaventura se encontró que las Farc “utilizaron técnicas de control moral sobre las mujeres y las comunidades con el propósito de regular la vida cotidiana de la población y establecer un control de género”. También buscaban “proclamarse como la única autoridad capaz de hacer uso de la fuerza en el territorio”.
“Ellos tenían sus leyes y castigaban, y a quienes no cumplían sus leyes los mataban”, dijo una mujer durante un taller de reconstrucción de memoria.
“Paramilitares y guerrillas establecieron, cada uno, sus propias pautas de comportamiento, nociones frente al delito; regularon la vida afectiva, los ritmos y espacios cotidianos, la vida social, la sexualidad, los espacios de divertimento y las formas de llevar y conducir los cuerpos”, señalan los investigadores del Centro Nacional de Memoria Histórica.
En el 2009, en Nariño, una lesbiana fue víctima de guerrilleros porque decidió vivir abiertamente con su pareja. Una noche su casa fue asaltada. A las dos las violaron y a su compañera la desaparecieron. “Los paramilitares y las guerrillas tuvieron el afán de ‘limpiar’ de sus territorios a aquellos cuerpos que representaban contaminación, desviación, inmoralidad y enfermedades”, advierte el documento.

Ellos tenían sus leyes y castigaban, y a quienes no cumplían sus leyes los mataban

Este resalta también los casos de niñas que fueron reclutadas y, después, víctimas de abuso. Rosa, que fue guerrillera en el Meta, contó que fue reclutada por las Farc junto con sus dos primas, de 9 y 10 años, en los años 80. “Hacían dos filas, las que eran vírgenes y las que no. Los que comandaban tenían relaciones con las niñas vírgenes. Y ya los demás compañeros eran los que abusaban de otras muchachas. Pero siempre las vírgenes pasaban por la cabeza mayor”, afirmó.
“La relación entre reclutamiento de niñas y adolescentes y violencia sexual en el interior de las Farc fue común. Se repitieron y recrudecieron en las filas discursos que situaban los cuerpos de las niñas como cuerpos-premio para los altos comandantes”, señala el informe.
Pero esa práctica se daba en todos los actores armados. Neyit, excombatiente de la guerrilla del Eln, fue reclutada a los 15 años y a los dos días la violaron: “Reclutaban y hacían lo que quisieran con las muchachas. El que me reclutó llegó a mi habitación y me quiso besar, y no lo dejé. Luego vino con dos muchachos, uno me agarró las manos y otro los pies, y él me iba quitando la ropa”. Para evitar ser atacada por otros, la joven terminó como pareja del violador, que tenía mando en la tropa.

Abortos forzados

Yurani, quien formó parte de las Farc en el suroriente del país, contó que tuvo tres abortos forzados. En las tres ocasiones quiso tener el bebé ocultando su estado, pero siempre fue descubierta y sancionada. La última vez tenía ocho meses de embarazo. “Cuando eso todavía estaba vivo el ‘Mono Jojoy’. Él dijo: ‘Hágale el aborto’, y al otro día madrugaron a meterme la pasta esa para hacerme un legrado”, narró.
Con estos testimonios, el informe reseña que las decisiones sobre los cuerpos de las mujeres estaban en poder de los comandantes. En las Farc y en los otros grupos, dice el Centro Nacional de Memoria Histórica, las combatientes fueron obligadas a prácticas de anticoncepción, aborto y esterilización forzada.
“Dicha renuncia obligada a la maternidad se configura como un reflejo más del ejercicio de entrenamiento y acondicionamiento del cuerpo femenino a la guerra: un cuerpo masculinizado –señala el documento–. Las niñas y mujeres son sujetas a controles sanitarios constantes, verificación y vigilancia sobre los ciclos menstruales y vigilancia sobre las relaciones sexuales que establecen las mujeres y con quiénes lo hacen”.
Algunas de sus compañeras, según Yurani, murieron después de practicarles abortos forzados. “En el Yarí hubo una muchacha que se llamaba Dayana y le decían la ‘Charuza’. A ella le practicaron el aborto y a los dos días murió desangrada”, contó. Estos casos, dice el informe, se suman a las 21 muertes en similares condiciones que documentó Justicia y Paz contra el Ejército Revolucionario Guevarista (Erg).
El desgarrador informe advierte también sobre los abusos perpetrados por el bando contrario. Un exparamilitar de las Autodefensas Campesinas del Casanare contó que cuando las guerrilleras se dejaban “coger vivas” eran víctimas de torturas y violencia sexual. “Sí, era guerrillera, pero no tenían derecho de violarla tantos manes, pasaron como unos 25 por encima de ella y la mataron a cuchillo”, confesó.
Magaly, exintegrante de las Farc, contó que su prima, también de la guerrilla, fue violada por el Ejército en un combate en el 2004: “Le echaron ácido en la cara después de violada; yo estaba escondida y vi todo, y me daban rabia las cosas que le decían. Ellos le decían que por ser el Ejército podían violar y asesinar como si nada”.
Como ya se conoce, los paramilitares utilizaron la violencia sexual como método de terror en las zonas a las que iban llegando. Pero no solo ocurría en la etapa de incursión. Ya establecidos en las zonas, numerosos jefes se convirtieron en depredadores sexuales contra las comunidades que estaban en sus áreas de influencia.
El caso más conocido es el de Hernán Giraldo, capo del cartel de Medellín que terminó como jefe paramilitar de Magdalena. “El señor (Hernán Giraldo) solo violaba niñas menores de 15 años. Para él, y lo dijo públicamente en la audiencia, para él una mujer de 20 años era una anciana. Las tenía una semana y luego las devolvía”, contó una líder de la zona rural de Santa Marta. Incluso, denunció que estando preso (antes de ser extraditado a Estados Unidos) le llevaban menores de edad.

Yo creo que lo que lo mueve a uno es el amor, esa fortaleza y esa resiliencia que hay en uno para no quedarse postrado.

En las goteras de Santa Marta, los paramilitares tenían la práctica de quitar la luz en las noches para perpetrar sus ataques sexuales. Irrumpían en las casas y forzaban a familias enteras.
También se documentaron casos de esterilización forzada practicada en hospitales públicos. “Nos mandaban a ‘capar’ para que no tuviéramos hijos, y esto lo hicieron en el hospital. Era algo tan inhumano, llegaban con lista en mano”, dijo una de las mujeres afectadas.
En Valle y Santander se documentaron casos de paramilitares que buscaban a sus víctimas entre las niñas de las escuelas, como lo señaló la histórica sentencia contra el bloque Central Bolívar por casi 3.000 crímenes, entre ellos 1.013 de violencia sexual.
Como ocurrió con Helena, a Esperanza la violaron por evitar que uno de sus pequeños hijos fuera utilizado por paramilitares del bloque Cacique Nutibara para mover armas. Ocurrió en diciembre del 2002 en Medellín. Ella decidió mandar a los niños a casa de su hermana, metidos en un armario del trasteo de una vecina. Cuando los ‘paras’ fueron a buscar al muchacho, la reacción fue salvaje. “Entraron cuatro de ellos, cerraron la puerta, me tiraron a la cama, me amarraron de pies y manos, me dañaron mi pijama y abusaron de mí toda la noche”, relató la mujer.
El Centro de Memoria Histórica recomienda a los gobiernos departamentales y municipales, a la academia y a las organizaciones sociales realizar investigaciones que contribuyan a la comprensión de las variaciones locales de la violencia sexual, con el fin de conocer las condiciones que, en cada caso, han permitido su emergencia.

Testimonios de sobrevivientes

Mary Luz López
Mi mayor motivación es estar viva, respirar, saber que no me mataron, que mientras yo esté viva las letras hablarán por mí y por otras mujeres. Escribo cuentos y poesía para sacar el dolor. La escritura pasa por el corazón, por el cuerpo y remueve muchas cosas. Uno tiene un talento escondido y el mío es la escritura; eso me ha ayudado bastante.
Yo creo que lo que lo mueve a uno es el amor, esa fortaleza y esa resiliencia que hay en uno para no quedarse postrado. Por eso hoy les digo a las mujeres que dejen el miedo, el miedo no viene detrás de uno, no callen.
Sandra González
Mi principal motivación para seguir viva y seguir adelante, son mis hijos y mi familia. Cuando uno empieza a hablar, crea una conciencia con las otras mujeres que nunca han hablado, ellas se identifican con mi historia y dicen, a mí también me pasó. Yo soy la voz de las mujeres que no tienen voz, soy la voz de las mujeres que han muerto. Ojalá que todo el mundo se entere de que esto pasa en Colombia y ojalá que el Estado lo reconozca.
Ilda Osorio
Mi prioridad y motivación son el resto de mujeres que han sufrido la misma violencia que yo. Porque sé lo que se siente, sé lo que duele, y sé la vida tan sucia que uno siente que lleva. El mensaje para las mujeres víctimas es que escuchen la voz de esta experiencia que sufrió en carne propia la guerra en su propio cuerpo. Si 10 veces les cierran la puerta, hay que tocarla 50 veces, hasta que la abran. Para que los dueños de esta guerra también sean dueños de esta vergüenza, de esta culpa que nosotras no tenemos.
Tulia Lozano
En medio de una guerra nuestros cuerpos han sido botines de guerra. Nosotras no somos las culpables. No tenemos por qué callar algo que nunca debió haber sucedido. Hay que ir superando, ir saliendo, ir luchando por nuestros derechos, nosotras fuimos las más damnificadas en esta guerra y por eso tenemos razones para seguir paradas luchando, así nos amenacen por hacerlo.
JUSTICIA
justicia@eltiempo.com
Juan Carlos Rojas
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