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Santiago Díaz era considerado el sucesor de José Celestino Mutis

El fallecimiento del botánico priva a Colombia de uno de sus hombres más sabios y multifacéticos.

Conocí a Santiago Díaz Piedrahíta, sin lugar a dudas uno de los botánicos más importantes del siglo XX en Colombia, a través de sus escritos sobre José Celestino Mutis, quien fue el científico pionero del siglo XVIII en el Nuevo Reino de Granada.
A finales de 1990, la Universidad Pedagógica Nacional convocó a los conocedores de la obra de Mutis a una reunión, a la cual asistí por solicitud del entonces rector de la Universidad del Rosario, Gustavo de Greiff Restrepo, en mi calidad de directora del Archivo Histórico.
Ese día me llamó especialmente la atención la erudición de Santiago Díaz, y de inmediato lo convidé para que visitara la universidad con el ánimo de mostrarle el plan de matemáticas elaborado de puño y letra por el propio Mutis, el cual reposa en el archivo.
Luego supe que Díaz Piedrahíta se había graduado de botánico con honores en la Universidad Nacional de Colombia en 1969 y que había permanecido como catedrático en la misma institución desde esa fecha, donde llevaba más de veinte años regentando las cátedras de Biología General, Morfología Vegetal, Taxonomía Vegetal y Botánica Económica.
Además de dirigir numerosas tesis y trabajos de grado, era asesor de la carrera y miembro de los comités de pénsum e investigaciones del Departamento de Biología, decano de la Facultad de Ciencias y miembro del Consejo Superior Universitario.
Su legado como botánico
Fue secretario del Comité Coordinador del Programa de Flora de Colombia desde 1982 hasta 1986, coordinador de la biblioteca del Instituto de Ciencias Naturales por un lustro, jefe de la Unidad de Fanerogamia de la Sección de Botánica, director del mismo instituto y miembro de la junta directiva del Jardín Botánico de Bogotá durante seis años.
Viajó por el país recogiendo plantas en los departamentos del Amazonas, Boyacá, Caquetá, Cauca, Cundinamarca, Chocó, Magdalena, Meta, Nariño, Norte de Santander, Risaralda, Santander, Tolima y Valle, donde creó más de cuatro mil números de referencia y cerca de mil quinientos exsicados, en los que incluyó los tipos de varias especies.
Describió cerca de un centenar de taxones y redactado varias monografías botánicas, tales como Las leguminosas, los volúmenes III, XLV y XLVII de la Flora de la Real Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada y Génesis de una Flora, un capítulo de la obra Mutis y la botánica en Colombia. José Celestino Mutis 1732-1982 y un precioso libro denominado Las hojas de las plantas como envoltura de alimentos, primer estudio sistemático que se había hecho Colombia en el que describió los helechos, así como las monocotiledóneas y dicotiledóneas que se han utilizado en nuestro país para el empaque y protección de los alimentos.
Recientemente el Ministerio de Cultura reeditó este libro en su colección ‘Biblioteca básica de cocinas tradicionales de Colombia’.
Asimismo, era miembro de número de la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales desde 1988 y estaba dedicado a la investigación en las áreas de taxonomía y sistemática vegetal, familia asteraceae (compositae).
Acababa de recibir el premio como Maestro Universitario de la Universidad Nacional de Colombia.
Conocimiento y sencillez
Prácticamente sabía de memoria todas las plantas del Fondo Mutis, que reposan en el Real Jardín Botánico de Madrid, ya que había sido profesor invitado por dicha institución y becado por el Ministerio de Asuntos Exteriores de España. También fue becario del Smithsonian Institution de Washington y del Museo Nacional de Historia Natural de Francia.
Con ese historial ya se le conocía como el sucesor de Mutis en Colombia.
Cuando Santiago visitó el Archivo Histórico del Rosario me enseñó en una hora todo lo que yo no sabía del sabio español.
Realmente me deslumbró, no solo por su erudición y conocimiento científico, sino por la sencillez y generosidad que mostró.
Su modestia me recordó el calificativo de “bonachón” que Humboldt había utilizado para referirse al sabio Mutis, como el mismo Santiago me lo contó. Este primer encuentro fue el comienzo de una entrañable amistad, que perduró hasta el día de su prematura y súbita muerte.
El historiador
A Santiago la historia no le era ajena, pues, como hijo del historiador y expresidente de la Academia Colombiana de Historia Oswaldo Díaz Díaz, había estado muy cerca de esa disciplina.
Además de la obra de Mutis, estaba interesado en investigar la vida y obra de otros científicos colombianos, como el médico y botánico José María Triana, trabajo de investigación con el que entró a formar parte de la Academia Colombiana de Historia como miembro correspondiente, el 2 de octubre de 1990.
El 28 de octubre de 1993 se posesionó como miembro de número de la misma Academia con un trabajo sobre el pintor de la expedición botánica, Francisco Javier Matiz: Aventuras y desventuras de un miniaturista.
Como era un trabajador infatigable, además de la docencia, escribía artículos científicos y ensayos históricos.
En su obra historiográfica se pueden destacar La Botánica en Colombia: Hechos notables en su desarrollo (1991,1997); Nueva aproximación a Francisco José de Caldas (1997); José Jerónimo Triana, naturalista multifacético (1996); Fray Diego García y su obra científica en la Expedición Botánica (1992, 1995); Matís y los dos Mutis: Orígenes y desarrollo de la Sinanterología en América (2000); Una escuela y cuatro naturalistas del siglo XIX (2005) y Mutis y el Movimiento Ilustrado en la Nueva Granada (2008).
Al mismo tiempo dictaba múltiples conferencias sobre la Real Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada, la flora de Mutis y la historia de la botánica en Colombia y Latinoamérica, en el ámbito nacional e internacional.
Al jubilarse de la Universidad Nacional de Colombia fue honrado con la medalla Juan Herkrath de la Facultad de Ciencias y el título de Profesor Emérito.
Durante los quince años transcurridos desde su jubilación hasta el día de su muerte trabajó arduamente y fue tan prolífico en divulgar sus conocimientos como en hacerse merecedor de toda clase de premios y honores.
En el ámbito nacional fue miembro de las academias de historia de Bogotá, Cundinamarca, Antioquia, Boyacá, Cartagena y Norte de Santander; de las de Historia Eclesiástica, e Historia Militar y de la Academia de la Lengua.
En el campo internacional fue miembro correspondiente de las academias de historia de Uruguay, República Dominicana, Argentina, El Salvador, Ecuador y Chile, la Real Academia de Historia de España, la Real Academia Española de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de España y la Real Academia de la Lengua de España.
Recibió los siguientes galardones: de la Asociación Colombiana para el Avance de la Ciencia el Premio Nacional al Mérito Científico, categoría vida y obra (2003); de la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales el premio a la Obra Integral de un Científico (2008), y de la Diputación de Cádiz y la Real Academia Española de Ciencias Farmacéuticas el Premio Iberoamericano de Botánica Cortes de Cádiz-José Celestino Mutis por “su excepcional trayectoria científico-botánica, cultural, lingüística e histórica”, tal como lo expresó el jurado.
Por último, el Instituto Nacional de Salud le otorgó en el 2013 la Condecoración Samper Martínez por sus méritos científicos.
En la Academia de Historia
Desde que ingresó a la Academia Colombiana Historia asistió cumplidamente a todas las sesiones, pues tenía especial amor por la centenaria institución.
Recuerdo perfectamente cuando, en una sesión del año 2000, el entonces presidente de la Academia, Luis Duque Gómez, aquejado de una grave enfermedad, informó que había estudiado con el mayor cuidado las hojas de vida de cada uno de los académicos de número para escoger a quien debía sucederlo en el cargo y que esa persona era Díaz Piedrahíta, pues quería dejar la presidencia en las mejores manos.
La postulación fue acogida y resultó elegido para el período 2000-2001 y reelegido anualmente hasta el año 2008.
Durante ese tiempo se preocupó por modernizar la institución, incorporar a jóvenes investigadores y, sobre todo, por lograr que la cátedra de historia de Colombia volviera a formar parte del pénsum educativo del país.
Santiago Díaz Piedrahíta deja a Colombia un valioso legado como científico, como historiador y como un ser humano de excelentes calidades, del cual pueden sentirse orgullosos su hija Catalina Díaz Camacho, su esposa, Clemencia Manrique de Díaz, a quien conoció en Berlín cuando ella se desempeñaba como cónsul de Colombia y con quien compartió los últimos 18 años de su vida, y sus hijos María Clemencia, María Andrea y Germán Izquierdo Manrique.
María Clara Guillén de Iriarte
Especial para EL TIEMPO
* Académica de número de la Academia Colombiana de Historia
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