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Olimpo, el pastelero tras la receta del Chocoramo

Con sus golosinas ha estado presente en la vida de 3 generaciones de colombianos.

JORGE QUINTERO
El 9 de abril de 1948, el día en que asesinaron a Jorge Eliécer Gaitán, se empezó a cocinar la historia de uno de los tres productos más recordados por los colombianos: el Chocoramo.
Ese viernes, el pastelero Olimpo López tenía una entrevista de trabajo en Bavaria que, de cumplirse, lo habría convertido en un repartidor de cervezas y no en el creador del popular ponqué recubierto de chocolate con el que han crecido tres generaciones.
Olimpo pensaba que esa cita le iba a cambiar la vida. A sus 30 años, aspiraba a mucho más que ser un panadero. Por eso era tan importante aquel 9 de abril. Pero Bogotá estaba hecha un caos, la empresa había sido acordonada por la Policía y no pudo llegar.
Decepcionado, no tuvo más remedio que seguir con el rumbo que la vida le trazaba.
Había nacido en Jericó (Boyacá), en 1918, entre harina, huevos y mantequilla. Se había hecho fuerte cargando leña para el horno del viejo caserón en el que vivía con Evangelina Gómez, su mamá, una experta cocinera de colaciones, mantecadas, pan y pasteles. Se podría decir que fue panadero y pastelero desde que nació.
“Y lo seré hasta que me muera”, dice Olimpo, a tres meses de cumplir 95 años, y en un tono muy suave. Habla desde el laboratorio de Ramo, ubicado en Mosquera (Cundinamarca), donde aún llega todos los días a las 6:30 de la mañana, porque rehusó pensionarse.
Habla claro y sin titubear. Sus manos son firmes, sus recuerdos están nítidos y sus capacidades para crear, ‘catar’ y elaborar recetas de pasteles están intactas. Tiene problemas de azúcar, y por eso ya no come tanto Chocoramo como quisiera. Mientras esconde detrás de la silla el bastón que utiliza para ayudarse a caminar, Olimpo pregunta: “¿Ya le conté cómo fue lo del Chocoramo?”.
Después de su fallida cita, viajó a Tunja y se hizo socio de una productora industrial de pan. Pronto se enteró de que las mejores pastelerías de Europa habían llegado a Bogotá, tras los duros años de la Segunda Guerra Mundial, y sin pensarlo regresó a la capital. Trabajó en Palace, Alférez Real y El Planeta. Sus maestros fueron pasteleros suizos, franceses y alemanes.
Luego de haber recorrido casi todos los puestos en El Planeta, desde auxiliar hasta jefe de cocina, Olimpo llegó a convertirse en administrador. Una tarde, ya en los años 60, cuando salía del trabajo, se encontró al hombre con el que se iba a reunir en Bavaria el día en que estalló el ‘Bogotazo’. Era Rafael Molano, el creador de la compañía Ramo S.A.
Aunque Olimpo ya tenía 45 años, Molano lo reconoció de inmediato. Seguro por sus largos bigotes encrespados y su alta estatura o simplemente porque no había cambiado desde la entrevista previa que le había hecho antes del 9 de abril. Molano se había salido de Bavaria, donde era un alto ejecutivo, porque los ponqués que su esposa le preparaba para comer en el trabajo le habían resultado más rentables que su puesto en la cervecera (léase recuadro).
“Apenas me vio, me pegó un grito: ‘Olimpo, menos mal que no me cumpliste la cita, porque ahora es que te necesito’”, recuerda. Ese mismo año fue nombrado jefe de planta de Ramo, entonces una pequeña empresa de 30 empleados. Olimpo no tardó en sorprender a su nuevo jefe. Un día de 1968 creó el ponqué Gala, que se convirtió de inmediato en uno de los productos más vendidos de la compañía. No en vano estos ponquesitos llevan en su empaque una caricatura de Olimpo, como homenaje.
La receta secreta
Cuatro años después nació el Chocoramo, que no solo es la tercera marca más reconocida por los colombianos –después de Águila y Bom Bom Bum, según la firma Raddar–, sino el producto líder del mercado en su categoría, con el 90 por ciento de las ventas, además de representar hoy el 80 por ciento de las ganancias de Ramo S.A. Por algo, su receta está en la caja fuerte de un banco en los Estados Unidos.
“La idea nació por iniciativa de un hijo de don Rafael Molano, a quien se le ocurrió bañar al ponqué Gala con chocolate”, sigue Olimpo. Él y dos químicos de la empresa, Pedro Perezón y Álvaro Iregui (ya fallecidos), empezaron a trabajar en la receta. Pero resultó muy mal: el ponqué se partía y se caía en pedazos porque no soportaba el peso del chocolate. Olimpo no se amilanó y dijo que había que hacer una nueva masa. Se encerró por seis meses, y quizá evocando las recetas de Evangelina, lo logró. No da detalles de la mezcla, pues es considerada ultrasecreta. Lo cierto es que, siete meses después, el ponqué soportaba el chocolate, que también fue preparado por Olimpo y los químicos.
El Chocoramo, recuerda, pudo ser blanco, “porque probamos con todo, desde chocolate Fondant (un tipo con alto contenido de manteca de cacao) hasta chocolate de cobertura, por el que me decidí”. Lo demás fue definir el empaque que, como su sabor, no ha cambiado en 40 años.
Después de hacer un recorrido por la planta, donde 500.000 Chocoramos desfilan diariamente por una pista metálica, Olimpo se dirige a la oficina de su antiguo jefe, Rafael Molano, de 85 años, quien ya no va por dolencias de salud.
Detrás del escritorio de Molano hay una imponente caricatura de Olimpo. Está hecha a lápiz y mide 1,50 centímetros de altura. Olimpo luce como un héroe. Y realmente lo es, dice el actual CEO de Ramo, Óscar Gutiérrez Pemberthy: “Es el hombre más influyente de la compañía, y ningún producto sale sin su visto bueno”. Y es que en la planta de Mosquera, Olimpo es respetado, admirado y reverenciado. No es para menos, creó el 80 por ciento del portafolio de la compañía.
Nadie en el restaurante de la planta de Ramo se anima a despertarlo de su siesta, que toma todos los días y a la misma hora en su silla, después del almuerzo. Cuando se duerme, el restaurante se queda en silencio. Pero no es por miedo, es por respeto, aclara una empleada que lleva 40 años en la empresa.
Olimpo es disciplinado. Se despierta a las 3:30 de la mañana. Vive solo en el barrio Minuto de Dios, de Bogotá, y llega a Ramo con ayuda de su hijo Olimpo junior, jefe de desarrollo de productos en la planta.
Hoy, Olimpo es un hombre anónimo, pero no siempre fue así. Hace más de 40 años era el pastelero más famoso de Colombia. Preparaba recetas en vivo, por televisión nacional, en el programa Feliz cumpleaños Ramo, que conducía Gloria Valencia de Castaño y con el que se hizo popular el estribillo: “Feliz cumpleaños, amiguitos/ les desea ponqué Ramo / con la misma fe y alegría de un feliz cumpleaños Ramo”.
Llegó a preparar, en 1988, un ponqué para 35.000 personas en la Media Torta como parte de las celebraciones de los 450 años de Bogotá. Para la misma época, lanzó uno de sus productos más populares: el Gansito de Ramo, que se sumó a las ya exitosas galletas Lecheritas, las Cucas y las Carmelitas.
Pero, sin duda, su gran éxito ha sido el Chocoramo. Aún hoy, 40 años después de su creación, es un producto obligado de la lonchera de miles de niños y genera nostalgia en los más grandes.
Hace un mes, por ejemplo, Olimpo fue invitado a una ceremonia en la que le entregaron un premio a la jefe de mercadeo de Ramo, la española Isabel Pérez. Cuando ella subió a la tarima del Teatro Julio Mario Santo Domingo, llamó a Olimpo. Al verlo, el auditorio se puso de pie y lo aplaudió durante tres minutos. Impávido y apoyado en su bastón, miraba en silencio la ovación y sonreía. Por lo demás, no ha recibido mayores homenajes. Pero no los necesita.
“Mi mayor homenaje es saber que descubrí mi vocación, que he entregado todo por mi trabajo y que nunca me he rendido”, dice Olimpo, mientras se encrespa sus largos bigotes. Sonríe y sale de la oficina caminado lento; debe trabajar.
Una empresa familiar de seis décadas
Ramo nació, hace más de 60 años, gracias a una receta que Margarita Olarte –madre de Rafael Molano– le enseñó a su nuera, Ana Luisa Camacho.
Todos los días, Molano llevaba a su trabajo en Bavaria un pedazo de ese legendario ponqué familiar que le preparaba su esposa para consentir sus horas de almuerzo.
Los compañeros se antojaban y ocurrió que le empezaron a hacer encargos hasta que Molano y su esposa pensaron en que lo mejor era independizarse y dedicarse vender tortas. Comenzaron vendiendo puerta a puerta y luego en tiendas de barrio. Su primera planta se abrió en el barrio Alcázares. Hoy, la compañía tiene tres y más de 3.000 empleados.
JORGE QUINTERO
REDACCIÓN DOMINGO
JORGE QUINTERO
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