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Los desafíos que enfrenta el modelo del turismo verde

Expertos proponen que la infraestructura turística esté fuera de las zonas ambientales protegidas.

Esta semana se reabrió la polémica sobre el ecoturismo en los parques naturales nacionales, como consecuencia de un proyecto de decreto del Gobierno Nacional.
La base de la polémica, planteada por sectores defensores del ambiente, tiene que ver con dos aspectos neurálgicos de la iniciativa: el primero se refiere a la creación del Comité Nacional de Turismo Naturaleza, instancia integrada por el Ministerio de Ambiente y el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo, pero que deja por fuera al Sistema Nacional Ambiental, al cual pertenece Parques Nacionales Naturales, en cabeza de Julia Miranda.
El otro aspecto es un artículo que “permitiría la construcción de nuevas infraestructuras para el alojamiento y servicios de hospedaje, y plantas turísticas”.
Frente a este punto, los ambientalistas reaccionaron porque desde el 2013 existe una resolución que prohíbe nuevos desarrollos hoteleros en zonas protegidas.
Para el Gobierno, la lógica de esta propuesta radica en que estos parques son hoy una de las cartas más potentes para atraer a turistas internacionales. De hecho, el año pasado estos sitios recibieron casi un millón y medio de visitantes.
Todo esto, en el marco de un notorio auge en el número de turistas extranjeros que llegan al país, los cuales alcanzaron el año pasado la nada despreciable cifra de 5’092.004.
También –ha expresado el presidente Juan Manuel Santos– es una oportunidad que se abre en el marco del posconflicto. “Ningún sector es tan importante en este momento como el turismo”, dijo Santos, y destacó que la llamada ‘industria sin chimeneas’ desplazó al carbón como generador de divisas (en el 2015 generó ingresos por 5.251 millones de dólares) y es el segundo renglón en este campo, después del petróleo.
El debate que queda sobre la mesa es cuál debería ser el modelo de turismo de naturaleza al cual debe apostarle el país para mejorar la infraestructura que tanto reclama la industria turística, pero también conservar recursos naturales.
“Parte del problema es que no existe ninguna norma ni regulación sobre la actividad ecoturística, que ya se realiza en quince parques naturales nacionales”, le dijo a EL TIEMPO María Claudia Lacouture, ministra de Industria, Comercio y Turismo. Y justificó en Twitter que “no son incompatibles el desarrollo económico y la preservación del medioambiente”.
En respuesta, Julia Miranda, de Parques Nacionales, sostuvo que la vocación ecoturística de 29 de los 59 parques es un servicio secundario. Y aclaró que la infraestructura debe limitarse a senderos, señalización, aulas ambientales y otras estructuras suaves.
Acto seguido, plantea que en las áreas de amortiguación –aledañas a los parques– sí se puede apostar por infraestructura turística.
En esa misma línea, Luis Gilberto Murillo, ministro de Ambiente, explicó que la gran apuesta es la conservación de las áreas y que el resto de actividades son “usos secundarios”, que pueden ser una alternativa de desarrollo económico para las comunidades.
Josefina Klinger, directora de la Corporación Mano Cambiada y operadora de los servicios turísticos del Parque Nacional Natural de Utría, comparte una experiencia de construcción sobre el turismo en áreas de conservación y propone entregarle estas áreas a una organización local.
Según dice, “la solución no es darles los parques a privados, montando hoteles de lujo, sino que debe ser integral”, y explicó que “eso solo se hace con inversión, acompañamiento y alianzas comunitarias con privados y el Estado”.
Para Javier Gómez, presidente de la Federación de Ecoparques, Ecoturismo y Turismo de Aventura, las comunidades deben manifestarse y ser escuchadas, “porque no podemos seguir planeando el desarrollo turístico del país desde Bogotá”.
A su juicio, la comunidad debe ser un participante activo de estos procesos. Y para ello –explicó– debería haber una concertación de comunidades y autoridades locales para establecer un modelo incluyente de vinculación de la población.
Por su parte, Manuel Rodríguez Becerra, exministro de Ambiente y profesor de la Universidad de los Andes, manifestó que se debe mantener la política establecida hace unos años por el presidente Santos –a raíz de la problemática en el Tayrona– de no construir establecimientos hoteleros dentro de los parques. “Debe hacerse en zonas limítrofes”, dijo.
“La tendencia moderna es que los hoteles se pueden hacer fuera del área del parque para que tengan mayor libertad, mejores vistas y los turistas puedan caminar hacia las zonas de reserva y regresar a sus hospedajes al final del día”, agregó.
Luz Marina Mantilla, directora del Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas (Sinchi), plantea que la apuesta debe redirigirse a tierras alrededor de las reservas naturales, las cuales son baldíos o están en manos de particulares. Son extensiones de terrenos que podrían tener un alto potencial para recibir a los turistas, sin poner en peligro las reservas.
Otro esquema
Varios expertos coinciden en que el modelo de ecoturismo debe romper esos viejos esquemas del turismo tradicional, en que simplemente se entrega un terreno o zona a un particular para que lo explote comercialmente.
“El modelo que se vaya a adoptar en estas zonas, y más en un periodo de posconflicto –plantea Mantilla– debe ayudar a romper los círculos de pobreza en las regiones, por lo que se le debe apostar a esquemas de turismo comunitario, que le retribuyan beneficios directamente a la población local y no solo a terceros”.
Para Adriana Soto, reconocida experta ambiental y exviceministra de Ambiente, apuestas como las de África o Canadá con modelos de infraestructura de bajo impacto, pero con las comodidades de los resorts de cinco estrellas, son ejemplos que Colombia podría adoptar.
Por último, varias fuentes señalaron que es urgente limpiar los parques nacionales de cultivos ilícitos, para generar procesos de restauración en sus ecosistemas, y que si un esquema de turismo verde responsable ayuda a ello mediante la generación de ingresos dignos para los lugareños, sin duda sería un gran paso adelante.
El reto es proteger unos recursos vitales
La discusión sobre el aprovechamiento turístico de las zonas de reserva no es menor, pues involucra uno de los grandes patrimonios de cualquier nación: los recursos naturales.
Los ambientalistas advierten que una mala intervención en cualquiera de los parques nacionales naturales tiene el potencial de afectar negativamente a varias regiones, pues de ellos depende la regulación climática del país y la provisión hídrica de la mayoría de los municipios.
En el caso de la Amazonia, por ejemplo, está en juego nada menos que la quinta parte de toda la flora de Colombia, según el Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas (Sinchi).
Luz Marina Mantilla, directora de esa institución, advierte que presiones nuevas e inadecuadas sobre este ecosistema harían aún más vulnerables a cerca de 25 especies que están en peligro de extinción.
Además, “si llegaran a afectarse los bosques amazónicos, se perdería gran parte del agua del río Magdalena, una cuenca de la que depende el 70 por ciento del producto interno bruto (PIB) del país”, agrega la experta Adriana Soto.
No obstante, el Gobierno ya no parece estar en la etapa de definir si explota o no sus atractivos ecológicos, sino en la que se debe decidir la mejor forma de hacerlo.
Hace varios meses, en entrevista con EL TIEMPO, Jean Claude Bessudo, presidente del Grupo Aviatur y una de las personas que más saben de turismo en Colombia, hizo dos sugerencias al respecto: “Definamos las zonas de amortiguación donde se puede tener hotelería y no nos dejemos obnubilar por la cifra de turistas, sino por su impacto: la tendencia mundial es apuntar a la alta gama”.
Ecoturismo de éxito en el mundo
Indonesia
En las Islas menores de la Sonda orientales le han apostado a una infraestructura hotelera que recibe a estudiantes voluntarios del mundo. Está compuesta por un complejo de cinco cabañas y un hotel-escuela. Con el dinero que obtiene, ayuda a jóvenes locales a educarse en agricultura y a romper el círculo de pobreza.
Ecuador
El turismo en las islas Galápagos permite la movilidad de cruceros, pero, dado que admite un número limitado de visitantes, se debe reservar este tipo de visita con anterioridad. El número máximo de visitantes que admiten las islas son 110.000 al año (aunque esta cifra se va siempre hasta 200.000).
Colombia también sobresale
Caño Cristales
Combina un riguroso manejo de conservación –está abierto solo seis meses al año- y limita el acceso de turistas: la carga diaria es máximo de 300 personas, que siempre están acompañados por guías oficiales. Es la misma comunidad la que se encarga de operar el destino. Cerca de 350 familias se benefician.
Ciudad Perdida
Las comunidades indígenas, los campesinos y los operadores turísticos trabajan de la mano de Parques Nacionales y del Instituto Colombiano de Antropología e Historia para atender y guiar a caminantes. Cerca de diez mil personas, principalmente extranjeras, visitan al año este sendero.
REDACCIÓN VIDA Y DOMINGO
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