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De paseo por Cartagena y las nuevas maravillas de Bolívar

Este destino ofrece planes de naturaleza, playas paradisiacas, cultura y mucho patrimonio.

Jose Mojica Patiño
Siempre será una dicha ir a Cartagena de Indias, la ciudad más bella de Colombia y uno de los principales destinos del país. Será una dicha y un privilegio caminar por las calles de la única capital del país que ostenta el título de Patrimonio de la Humanidad y contemplar sus imponentes casonas, de las que cuelgan flores de colores desde balcones de madera y hierro forjado.
Considerada como una de las ciudades amuralladas más bellas del mundo, no deja de cautivar con su historia, su arquitectura y con ese sabor caribe de su gente. También con su gastronomía y monumentos históricos.
Pero más allá de la bella y gloriosa Cartagena de Indias hay mucho más para ver. Eso lo asegura Zully Salazar, presidenta de la Corporación de Turismo de Cartagena, orgullosa del impresionante crecimiento turístico de la ciudad. En el 2015, La Heroica recibió a 245.931 pasajeros aéreos internacionales (un 31,6 por ciento más que en el 2014) y a 1.746.469 nacionales (un incremento del 13,6 por ciento). Mientras en el mundo el turismo crece en el año un 4,5 por ciento, aquí el incremento es del 13,6 por ciento.
Entre las novedades turísticas de Cartagena se destaca el Aviario Nacional de Barú, todo un universo de pájaros. También han fortalecido la oferta gastronómica, con todo un circuito, y han potenciado actividades náuticas como el buceo. Además, están promoviendo destinos a los que se puede ir y volver en un mismo día, como el municipio de San Jacinto.
Este es un recorrido por otras joyas del departamento de Bolívar, que se puede hacer en carro particular o de alquiler, e incluso, en bus.
Un paraíso de aves
En la isla de Barú, a cuarenta minutos de Cartagena en carro, hay un mundo donde los pájaros son amos de su propio reino. Es el Aviario Nacional, santuario natural de siete hectáreas por donde revolotean, felices, 1.960 aves de 160 especies de todos los tamaños, colores y formas posibles.
La entrada es una recreación de una selva húmeda tropical; una estructura al estilo de los parques de Orlando (Estados Unidos), con fuentes, cascadas, un lago y una larga pasarela de madera. Un ambiente donde las aves tropicales se sienten como en casa. Gallitos de roca, tucanes, grullas, flamencos, águilas, cóndores, guacamayas, faisanes y hasta avestruces forman parte del inventario del lugar, que explica por qué Colombia es el país con mayor diversidad de aves en el mundo, con más de 1.900 especies, según Proaves.
El Aviario Nacional de Barú tiene una colección de 1.960 pájaros de 160 especies. 
Allí, tranquilo sobre las ramas de un árbol, está el paujil piquiazul. Es negro, robusto y mide cincuenta centímetros. Tiene el pico obviamente azul, el pecho blanco, el copete crespo y las patas amarillas. Es endémico de Colombia y aquí luchan para que no desaparezca, pues quedan muy pocos. En la zona ribereña del río Magdalena, donde es su hábitat, lo han cazado durante décadas para comérselo. También está en vías de extinción por la tala de los bosques.
Pero las cosas van por muy buen camino. “Es el único lugar del mundo donde se ha logrado reproducir esta especie”, dice Paola Buitrago, veterinaria del aviario. Ya hay diez crías. Uno de los principales indicadores de bienestar de un lugar como estos es la reproducción en cautiverio. Y aquí los pájaros son tan felices que se reproducen sin parar. Llama la atención que se vean tan relajados y que hasta posen para las cámaras de los turistas, que no se espanten. Eso sucede, básicamente, porque no reconocen al hombre como su enemigo.
Aunque cautiverio es una palabra que parece no encajar en este lugar, pues las aves se ven muy libres: las que no están por ahí, de árbol en árbol o picando en el suelo, están en amplias exhibiciones cerradas sutilmente.
El recorrido por el Aviario dura cerca de dos horas. 
“Es una colección muy bien armada. Los animales están en muy buenas condiciones”, dice Arcadio Ojeda, un biólogo mexicano de visita en Cartagena. “Es un lugar maravilloso. Debería ser una visita obligada para todo aquel que venga a Colombia”, dice su esposa, la antropóloga María del Carmen Valverde.
La caminata por el Aviario dura cerca de dos horas, por diferentes ambientes: uno para las aves del trópico, otro para las de litorales y uno más para las de desierto. Uno de los lugares que más llaman la atención es el lago de los flamencos, que se ven como una mancha rosada sobre el agua, en medio del mangle.
El recorrido termina en una tienda donde, obviamente, todo está inspirado en los pájaros. Hay desde peluches hasta artesanías de madera, y dos muñecas de trapo -negras con el pelo esponjado-, que son los símbolos del Aviario: Barú y Ana la pajarera.
El Aviario de Barú es un sueño hecho realidad del reconocido ambientalista Rafael Vieira, también creador del acuario de las Islas del Rosario. Un enamorado de las aves y los peces, convencido de que este lugar no solo servirá para fortalecer el turismo en la región, sino para la conservación ambiental. Un lugar bello y entretenido que realmente vale la pena conocer.
San Jacinto, entre gaitas y hamacas
A dos horas de Cartagena se esconde un pueblo donde gran parte de la población vive de dos oficios legendarios: las artesanías y la música. Es San Jacinto, municipio que brota de los Montes de María, una de las regiones más afectadas por el conflicto armado en Colombia y donde desde hace varios años, de cara a la paz, la gente ha encontrado una nueva esperanza de progreso gracias al turismo.
Un pueblo que, según Angélica Villalba, directora técnica de turismo del Instituto de Cultura y Turismo de Bolívar, forma parte del Circuito de la Paz: un nuevo proyecto turístico que también componen los municipios de Palenque, María la Baja, San Juan Nepomuceno, Magangué y Mompox, a través del cual se busca explorar la biodiversidad y el patrimonio cultural. Las tiendas de artesanías, al lado y lado de la carretera, dan la bienvenida.
San Jacinto, pueblo donde gran parte de la población vive de la música. Foto: Sebastián Velásquez
Parte del circuito consiste en visitar los talleres de maestras artesanas como Gladys Támara, quien le ha dedicado su vida a la elaboración de hamacas y cuyas creaciones han llegado a toda Europa. Mientras teje sobre un telar, con cientos de hilos de colores, cuenta que tejiendo una hamaca puede demorarse entre dos semanas y un mes.Son locales donde las coloridas hamacas, tejidas a mano por las artesanas sanjacinteras, son el producto estrella. También las gaitas, tambores, maracas, mochilas, sandalias, sombreros y otras artesanías que se pueden conseguir a muy buenos precios. Las hamacas que venden en Bogotá y Cartagena a un millón de pesos, aquí se pueden comprar desde 200.000 pesos.
De las artesanías se pasa a la historia y la cultura en el Museo Comunitario de San Jacinto. Édison Guzmán, el guía, muestra la primera sala donde se exponen piezas arqueológicas halladas en una excavación hecha en los Montes de María hace varias décadas. Son cerámicas con figuras humanas y animales (jaguares y pájaros) atribuidas al pueblo zenú y que datan de hace más de seis mil años. También hay bellas piezas de orfebrería.
Otro de los oficios son las artesanías y la elaboración de hamacas. Foto: Sebastián Velásquez. 
Toño García, hoy de 86 años, está siempre dispuesto a recibir a los turistas en su humilde casa. Noble y generoso, los recibe, cuenta los relatos de sus viajes por el mundo y toca la gaita. Hay que dejarle una propina al viejo Toño. Y así, con sabor a gaita, termina esta visita a San Jacinto. Hay una sala dedicada a los gloriosos Gaiteros de San Jacinto: una saga de artistas que le han dado gloria al país durante varias generaciones: desde Juan y José Lara y Toño Fernández, hasta Antonio García (Toño, en la foto), Nicolás Hernández (Nico) y Juan Fernández (Juan Chuchita), ganadores del Grammy en el 2007. Allí, en un cofre de vidrio, tienen el gramófono, las gaitas de madera y los sombreros de los famosos gaiteros, que hoy entrenan a una nueva generación con la que ya garantizaron que su legado seguirá vivo: Los Gaiteritos de San Jacinto. Los más talentosos y pequeños artistas del pueblo.
Bucear en las islas del Rosario
A 23 kilómetros al sur de Cartagena, navegando, se llega al Parque Nacional Corales del Rosario y de San Bernardo. Ese paraíso marino de 120.000 hectáreas ubicado frente a las costas de los departamentos de Bolívar y Sucre, y uno de los lugares más recomendados para la práctica del buceo en Colombia y en todo el mar Caribe.
Así que estando en La Heroica hay que aprovechar la oportunidad para explorar y disfrutar ese universo fantástico que se esconde bajo el mar. No hay que ser experto. Solo hay que tener ganas.
A las 8 de la mañana salimos desde el muelle de Cartagena con Andrés Obregón, directivo de Diving Planet, escuela de buceo que goza de gran prestigio gracias a su experiencia y profesionalismo. En el grupo van franceses, estadounidenses, brasileños, chilenos y unos pocos colombianos. De estos, solo tres son buzos profesionales. Los demás haremos un curso básico y corto que nos permitirá hacer una inmersión. Para la mayoría será la primera vez.
Parque Nacional Corales del Rosario y de San Bernardo, lugar ideal para la práctica de buceo. Foto: divingplanet.org
Tras una hora de navegación llegamos a Isla Grande, una de las 28 que conforman el archipiélago de las Islas del Rosario. Allí, en la piscina de uno de los hoteles, hacemos un curso teórico-práctico en el que aprendemos a manejar los equipos y a respirar con el tanque de oxígeno, al igual que las señales para comunicarnos bajo el agua.
Y luego de practicar una y otra vez nos embarcamos hacia mar abierto y nos detenemos cinco minutos aguas adentro. Ya listos con los equipos –con ilusión, ansiedad y sí, un poco de miedo–, nos echamos al agua.
Cada grupo va con su respectivo instructor.
Descendemos diez metros sujetos por una cuerda, de dos en dos; y cuando estamos los diez del grupo empezamos a nadar, siempre guiados por Andrés, un bogotano que hace 16 años decidió dejar el estrés capitalino para cumplir el sueño de muchos: irse a vivir a Cartagena. A vivir entre peces y corales.
Ese paraíso marino de 120.000 hectáreas está ubicado frente a las costas de los departamentos de Bolívar y Sucre. 
Y empiezan a aparecer ejércitos de peces de todas las formas y colores. Creolas, cirujanos, mariposas, loros y palometas –además de langostas, cangrejos y estrellas de mar– se mueven entre bosques de manglar, extensos pastos marinos y corales cerebro, lechuga, cuerno de alce y abanico. Todo es belleza, tranquilidad, paz y libertad en la plataforma coralina más extensa del Caribe continental colombiano, con unos 420 kilómetros cuadrados de extensión.
“La superficie de la Tierra está cubierta de agua en un 70 por ciento. Pero la mayoría de personas no sabe cómo es ese mundo que se esconde bajo el agua”, dirá en la superficie Andrés Obregón al insistir en que bucear es una de las cosas que todos debemos hacer en la vida si queremos conocer un mundo distinto e insospechado.
Hotel boutique Playa Manglares en Barú; decorado al estilo vintage y otros materiales orgánicos que se mimetizan con al naturaleza.
Para ir al aviario...
Queda en el kilómetro 15 de Barú, a menos de una hora de Cartagena. Se llega vía terrestre, tras atravesar el nuevo puente que comunica a Cartagena con Barú. Quienes lleguen a la isla por el mar también pueden visitar el lugar. Está abierto todos los días desde las 9 a. m. hasta las 5 p. m.
El ingreso para adultos cuesta $ 35.000. Niños y estudiantes con carné pagan $ 30.000. Dentro del lugar, además, se ofrecen servicios de restaurante y cafetería.
Para reservar transporte desde Cartagena, llamar al 323 525 5320. http://www.aviarionacional.co/
Si quieren bucear
Contacten a la agencia Diving Planet. Queda en la calle Estanco del Aguardiente N°. 5 -09 en Cartagena. La experiencia de un día cuesta 365.000 pesos por persona e incluye el transporte desde Cartagena hasta las islas del Rosario, el curso teórico-práctico en piscina, los equipos, seguro y almuerzo liviano. La actividad comienza a las 8:00 de la mañana y termina sobre las 4:00 de la tarde.
Informes: http://www.divingplanet.org/es/ Teléfono 310 657 4926. info@divingplanet.org
Terraza del hotel Sophia, en el centro histórico de Cartagena. La vista es espectacular.
 
Sophia Hotel, exclusividad en Cartagena
A pocos meses de su inauguración, el hotel Sophia se consolida como una de las mejores opciones para los viajeros que buscan exclusividad y atención personalizada en Cartagena. Ubicado en plena Plaza de la Aduana, en el centro histórico, y operado por la cadena OxoHotel, garantiza un servicio que se adapta a las exigencias de cada huésped. Dispone de 15 sofisticadas habitaciones, ubicadas en los tres pisos de un antiguo y restaurado edificio republicano. El lugar que más cautiva a los huéspedes es la terraza, con una piscina refrescante y una vista privilegiada de todo el centro histórico y del mar Caribe. Los atardeceres, desde allí, son fascinantes.
Teléfono: +57 (5) 651 7007
Hotel playa manglares Barú
Entre el espeso mangle, en Barú, brota un pequeño hotel boutique llamado Playa Manglares. Un lugar íntimo y exclusivo, decorado al estilo vintage y construido con madera y otros materiales orgánicos que se mimetizan con la naturaleza. Tiene playa privada, restaurante y una terraza para disfrutar el sol. Un sitio para descansar de verdad, que dispone de cinco exclusivas habitaciones. Tarifas desde 450.000 por habitación para dos personas. Incluye parqueadero, wifi y desayunos.
Informes: www.playamanglares.com/
Teléfono: 311 403 939. Kilómetro 12, Barú.
José Alberto Mojica Patiño
Enviado especial de VIAJAR
@JoseaMojicaP
Jose Mojica Patiño
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