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Isla Grande, el paraíso marino de Brasil

Un destino de playas de arena blanca, bañadas por un mar turquesa. Para descansar y aventurar.

La ruta a Isla Grande, uno de los destinos más amados por los cariocas, mantiene un halo de misterio que solo detentan las islas: territorios que te reciben y abrazan o que te dan una patada para que no vuelvas. Ipaum Guaçu, le decían los tamoios –sus primeros habitantes–, que la bautizaron como Isla Grande en su primitiva lengua. Siglos después se convirtió en sitio de piratas y fue visitada por el único emperador que hubo durante el siglo XIX en Brasil: Pedro I.
Rocas gigantes y milenarias rodean las playas de Isla Grande.  Foto: Jorge López Orozco
Son solo tres horas de bus las que separan a la ciudad brasileña de Río de Janeiro de Angra dos Reis, un poblado que mixtura una pequeña urbe turística y refinerías petroleras, cuyo paisaje sería prácticamente el mismo que vio el portugués Gonçalo Coelho, descubridor de toda esta zona en 1502.
El buque que sale desde su puerto avanza lentamente dejando atrás las verdes montañas del continente mientras el relieve, al contacto con el Atlántico, pareciera desmenuzarse en islas de tamaños diversos que cercan la nave. Tras una hora navegando, su imponente figura se deja ver en plenitud con montes sobre los mil metros de altura cubiertos de Mata Atlántica, ecosistema originario de estas latitudes, pleno de bellos árboles como jaquerias y mangueiras.
No mucha gente llega acá y eso es raro; raro, porque es un destino fascinante. Desde acá salen lanchas rápidas que contrastan con la parsimonia del barco usado por locales y mochileros que en plácidos 90 minutos arriba a Vila de Abraão, el principal punto de llegada. Pequeña, coqueta y llena de pasajes-calles que invitan a meterse y perderse, la localidad tiene todo para el turista: decenas de posadas, hoteles y un par de campings; igual número de agencias de viajes, varios restaurantes, supermercados y una pequeña movida nocturna.
Isla Grande es el mejor destino para descansar y disfrutar de los paisajes que ofrece. Foto: Jorge López Orozco
Pero es una isla. No hay cajeros automáticos ni carreteras, los autos son inútiles, el internet funciona a veces y los valores de comida, bebida y casi todo son mucho más caros que en el continente. Tres días alcanzan para poder interiorizarse en un territorio en el que se podría estar dos semanas sin repetirse un destino y que se ha transformado en una meca de los amantes del trekking: montañas, bahías y playas desiertas hay por decenas. Pero obviamente se hallan opciones para los que aman descansar y dejarse acariciar por el tibio viento carioca.
Hacia dos ríos
Hay que abandonar Vila de Abraão, la pequeña y encantadora capital de la isla. Una de las caminatas más significativas, dentro de una decena de opciones, es la que lleva hacia el pequeño poblado de Dos Ríos, distante a nueve kilómetros por una senda de tierra y que tiene como gran meta una extensa playa desierta. La ruta es apta para todo tipo de caminante y con cualquier calzado posible –incluyendo chanclas–, lo que facilita el recorrido. Pero hay que tener piernas suficientes para ascender el relieve montañoso que colinda con el Pico do Papagaio. Una abundante selva, miradores y familias de monos pueden ser observados durante el trekking.
Un destino para disfrutar en familia. Foto: Jorge López Orozco
Dos Ríos era una colonia penal que se transformó en área de preservación ecológica y en la que uno, a pesar del encanto de sus 150 pobladores, está imposibilitado de quedarse. A pocos pasos está su bellísima playa de arenas doradas y mar azul-verde esmeralda con buenas olas para surfear y zonas más tranquilas –la de los dos ríos que cercan la bahía– para bañarse sin preocupaciones. No hay más. Apenas un pequeño kiosco de venta de bebidas. En el pueblo existe un museo penitenciario que explica su historia plagada de detalles y, colindante a los muros que quedaron de la cárcel, un pequeño almacén con refrescantes cervezas heladas, sonrisas y buenas historias como la del origen del Comando Vermelho, principal asociación criminal de Río.
Playas sin salir de casa
Si el plan es playa, mar tibio y no moverse mucho, a pocos metros de Abraão hay opciones de sobra para lograrlo. De hecho la misma villa tiene una pequeña playa adornada con botes que ofrecen recorridos por los alrededores. Pero es mejor caminar pocos minutos para encontrarse cara a cara con lugares que quedan en el recuerdo.
Si tomamos el muelle como punto de partida, hacia la izquierda queda la Praia Preta, distante a fáciles 10 minutos de distancia entre bellos roqueríos que anteceden sus tranquilas aguas, ideales para nadar. De hecho hay un pequeño islote al que se puede llegar en pocas brazadas. Las arenas son oscuras y llenas de pequeños y curiosos cangrejos que se pasean entre toallas y turistas. Hacia la derecha, en cambio, la ruta va bordeando bellísimas posadas litorales y restaurantes hasta llegar primero a la Praia da Crena –distante a unos 15 minutos– con arenas rubias y algunos barcitos con cervezas y jugos helados. Luego hay que remontar un pequeño morro poblado con enormes árboles hasta llegar, tras otros 10 minutos, a la playa de Abraãozinho.
Isla Grande es un puerto que recibe cruceros. Foto: Jorge López Orozco
Este pequeño paraíso es la paz. Con sombra de los árboles, mar calmo y mucho silencio, pareciera que toda civilización quedase a siglos de distancia. Abraãozinho es una de las 106 playas de Ilha Grande, la cual también es accesible en taxi-botes que por una decena de reales evitan este mini-trekking.
Navegar es preciso
La gran atracción, sin embargo, es embarcarse en una de las veloces lanchas que recorren distintas zonas de la isla. En cada una de las opciones que se ofertan en Vila de Abraão se incluye la posibilidad de realizar buceo de profundidad o esnórquel. ¿Por qué? Este es uno de los mejores puntos en Brasil para ver vida marina en plenitud.
Realizamos la llamada ‘Vuelta a la isla’, uno de los clásicos recorridos que, como dice su nombre, circunvalan todo el territorio insular. Durante todo el día se viaja por puntos poco accesibles como Caxadaço, con enormes rocas y profundos pozones de aguas turquesas donde aparece el esnórquel por primera vez. Luego hay paradas en Parnaióca, de esas playas solitarias y perfectas de las que no dan ganas de irse, y Aventureiro, pequeño poblado con una playa igualmente bella. Los aplausos, no obstante, se los lleva la Praia dos Meros, verdadero acuario natural con cientos de peces estilo ‘Buscando a Nemo’ y una visibilidad submarina perfecta.
Este destino cuenta con variedad de planes para todas las edades y todos los gustos. Foto: Jorge López Orozco
Si usted va:
Desde Río de Janeiro sale la línea de autobús Viação Costa Verde, que llega a Mangaratiba y Angra dos Reis, los dos puntos desde donde salen lanchas rápidas. El barco lento solo en Angra, de lunes a viernes a las 15:30, fin de semana a las 13:30.
Para dormir se recomienda la Pousada Recreio da Praia, ubicada a un costado del muelle y frente a la playa de Vila do Abraão. Con cómodas habitaciones, aire acondicionado, excelentes desayunos y ubicación. Tel.: (024)3361-5769/98823-4500  www.recreiodapraia.com.br
Recreio da Praia cuenta con una agencia de viajes, Felicidade Tour, que ofrece media docena de navegaciones por la isla. Contacto en el hotel o felicidadetour@gmail.com.
Periodista.viajero@gmail.com
Es un lugar que alberga diferentes especies, como los cangrejos. Foto: Jorge López Orozco
JORGE LÓPEZ OROZCO
Especial para VIAJAR
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