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Un migrante haitiano con sobrepeso, otro drama en Urabá

Pesa 220 kilos y no puede caminar por la selva rumbo a Panamá. Cuenta su propia odisea en Turbo.

Ella tiene 28 años y él 39. Los dos son haitianos y cuentan que son novios hace siete años. Ella pesa 70 kilos y él, 220. Y por eso, por el sobrepeso de él, están varados en el municipio antioqueño de Turbo sin ninguna esperanza de seguir su camino hacia Panamá en la búsqueda de un mejor porvenir.
El drama por los migrantes en Urabá se ha concentrado en los cubanos que llevan varados más de tres meses y que ya empezaron a abandonar el pueblo, poco a poco, por el miedo a la inminente deportación anunciada por Migración Colombia.
Pero entre los migrantes que pasan por aquí no solo hay cubanos: hay indios, pakistaníes, africanos y sobre todo haitianos. "Pero a todos ellos no les interesa quedarse, casi que siguen derecho. Vienen huyendo de la violencia y del hambre que se vive en su país", explica el padre Leonidas Moreno, director de Pastoral Social de la Diócesis de Apartadó.
Ellos, prudentes y discretos, se mueven por Turbo sin hacer ruido y sin pedir nada. Van de paso. Máximo, pasan una o dos noches en Turbo -se hospedan en residencias y hoteles-, pues su objetivo es llegar cuanto antes a la frontera con Panamá, y desde ahí seguir su camino rumbo a Estados Unidos. Solo los delatan sus peinados y gorras al estilo rastafari.
Entre los migrantes haitianos se cuentan muchos niños.
En lo corrido del año, según cifras de Migración Colombia, por Turbo han pasado 9.377 migrantes extranjeros, la mayoría de Haití: 3.500. La cifra ya supera la de todo el 2015 (8.885).
El padre Moreno, como buen conocedor de la problemática de los migrantes en la región, afirma que el gran problema con los haitianos es que son casi invisibles y no tienen dolientes. Y como no hablan español, no tienen cómo comunicarse. Muchos de ellos vienen desde Brasil, donde fueron acogidos después del terremoto que devastó Haití en enero del 2010. Pero como ya se les acabó el trabajo, ahora buscan nuevos rumbos.
Migrantes invisibles
"Con ellos, nadie está haciendo nada. Los quieren invisibilizar, como si no existieran, como si no fueran seres humanos", sigue el sacerdote, quien hace un llamado al Gobierno colombiano y al mundo entero para que comprendan que en el Urabá se está viviendo una gravísima crisis humanitaria por cuenta de los migrantes.
"Ahora se ha movido mucho lo de los cubanos. Pero este problema no es nuevo, ni es solo de cubanos, y va a seguir", insiste.
El caso es que por primera vez hay dos haitianos varados en Turbo, por razones -literalmente- de peso mayor. No revelan sus nombres porque aseguran que son perseguidos políticos en su país. No tienen pasaporte. El único papel que afirman tener, y que muestran, es el salvoconducto que les dio Migración Colombia para que salgan del territorio nacional en un plazo máximo de 30 días.
"La única opción que tenemos es coger la selva. Yo tal vez podría, pero él no. Se muere, le da un infarto", comenta la mujer con un español enredado, que aprendió en República Dominicana.
Ella sirve de traductora y él cuenta que a su papá lo mataron por problemas con el gobierno haitiano, y que a él le metieron cuatro disparos y que casi pierde el brazo derecho. El hombre desnuda la cicatriz en ese brazote -tan grueso como la pata de un elefante- cubierta por un tatuaje con una mata de marihuana. Y muestra una radiografía que deja ver una platina del tamaño de un cuchillo de mesa.
Huyendo, según su versión, volaron de Haití a Perú y pidieron refugio político. Y allí, aseguran, no se los dieron. De Perú volaron a Ecuador y pidieron refugio político. Tampoco lo obtuvieron. Volaron a Bogotá y luego a Medellín y dicen que pidieron lo mismo. Nada.
En Medellín les dijeron que la única opción era llegar a Turbo y embarcarse rumbo a la frontera hacia Panamá. Y eso hicieron, pues esperan que en el vecino país sí les den refugio político. Su plan, aseguran, no es el mismo del resto de los puñados de haitianos que a diario pasan por esta población del Urabá antioqueño, que es llegar a a Estados Unidos o a Canadá. Aunque la ruta que hicieron para llegar a Colombia es una de las más comunes entre sus compatriotas. Otros vuelan a Ecuador o a Brasil y buscan las fronteras.
Un grupo de haitianos, listos para embarcarse desde Turbo rumbo a las selvas del Darién.
El migrante con sobrepeso, que en su país trabajaba como promotor de artistas y grupos de reggae, y su novia, enfermera de profesión, aseguran que solo buscan refugio. Algún país que los deje vivir y los proteja.
El hombre camina lentamente, arrastrando sus 220 kilos de humanidad, en sus 1,80 de estatura, y dice: "Es imposible que vaya a la selva. El cuerpo no me da".
Él asegura que se enteró de semejante travesía solo hasta cuando pisó Turbo. Le informaron que para llegar a Panamá, por la selva del Darién, el recorrido sería exigente y peligroso: son entre cuatro y siete días caminando por el monte, con serpientes y otras bestias al acecho, y a la merced de esos traficantes de migrantes conocidos como 'coyotes'.
Caminante, no hay camino
"Necesito que me dejen volar a Panamá en un avión", sigue. Pero eso será imposible, pues lo primero que necesitan es un pasaporte para salir del país. Eso lo explica Alexandra Castro, investigadora en derecho internacional público de la universidad Externado de Colombia. Ese documento se lo podría dar la autoridad consular del país donde esté.
Y respecto al tema del estatus de refugiado, añade la experta -autora del libro 'La gobernanza internacional de las migraciones: de la gestión migratoria a la protección de los migrantes'- no se trata de un trámite fácil pero tampoco imposible. Es ahí donde la historia del migrante haitiano pierde peso, pues ningún país puede negar tajantemente una solicitud de refugio político sin antes iniciar el debido proceso.
"Ese estatus podría concederse cuando demuestre no solo una persecución sino una situación desesperada, o de hambruna y otros temas vigentes en el estatuto de los refugiados", añade Castro.
Y explica que, en estos casos, Colombia no está en la obligación de suministrar un tiquete aéreo ni de ayudarlos a salir del país. "Cuando los migrantes deciden salir del país, lo hacen bajo su propio riesgo", añade la experta.
El migrante haitiano con sobrepeso se quedará unos días más en Turbo. Pero se queja porque se le está acabando el dinero.
Él y su novia son los únicos haitianos varados. Los demás, en grupo -familias enteras con niños- siguen derecho. Ayer, nada más, fueron 75, según las cifras del Muelle del Waffe de Turbo. Ellos, al igual que sus compatriotas, saben también que tienen que cuidarse porque no solo son víctimas de los coyotes en el Darién.
Según un informe de la Diócesis de Apartadó y el Instituto Pensar, están en la mira de los atracadores, que los despojan de sus pertenencias. En este pueblo, que vive en gran parte gracias a los migrantes, los ladrones andan al acecho de estos negritos callados, tranquilos y que no hablan con nadie, con peinados y gorras de rastafari.
JOSÉ ALBERTO MUJICA P.
Enviado especial de EL TIEMPO.
Turbo (Antioquia)
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