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Disciplina positiva: tan firme como amorosa

Esta crianza propone que los padres no sean ni demasiado permisivos ni demasiado duros.

Los niños están creciendo sin disciplina: esta afirmación se oye siempre que se conoce la participación de menores de edad en acciones delictivas, de matoneo y discriminación, así como consumo de drogas y otros actos de altísimo riesgo que se han vuelto comunes, incluso, dentro de los colegios.
De acuerdo con especialistas en crianza como Lina Saldarriaga, psicóloga y asesora de evaluación y proyectos de Redpapaz, es muy frecuente que los propios padres de familia se declaren sorprendidos por estas conductas de sus hijos y aseguren sentirse frustrados e incapaces de controlarlas.
Saldarriaga reconoce, de hecho, que para ellos, que han interiorizado la necesidad de criar a los hijos lejos del maltrato y el regaño, uno de los mayores retos es educarlos y corregirlos sin permisividad, pero tampoco echando mano de la represión y la agresión, como ocurría antes.
La respuesta, según expertos, está en introducir un tipo de disciplina, la positiva, cuyos principios son el respeto mutuo y la combinación de amabilidad y firmeza.
Esta doctrina, creada en 1988 por las psicólogas Jane Nelsen y Lynn Lott, le apunta a entender la conducta inadecuada de los hijos, a promover actitudes positivas hacia los niños y a enseñarles a tener buen comportamiento y a ser responsables; también promueve en ellos el desarrollo de destrezas interpersonales a partir de la aplicación, en su vida diaria, de actitudes como la generosidad y el respeto.
En otras palabras, la disciplina positiva, que no es punitiva ni permisiva, busca crear un equilibrio en pro de la estabilidad familiar y aportar a los hijos los valores que les permitirán tomar decisiones acertadas en su vida.
Al respecto, María Mojica, psicóloga de la Fundación Por Amor a los Niños y a las Niñas, señala como principal beneficio de la disciplina positiva un menor riesgo de que en la adolescencia los hijos padezcan problemas comunes en esas edades, como las adicciones o los trastornos del ánimo.
Afirma, además, que esta corriente les genera amor propio y poder de discernimiento y les establece una ruta clara para conseguir sus metas. “Por eso se dice que la combinación entre amabilidad y firmeza es la clave del éxito de la buena crianza y del futuro adulto exitoso”, agrega.
Saldarriaga explica que esta metodología se funda en cinco criterios: generar en los hijos un sentido de pertenencia y conexión con la familia, establecer relaciones amables pero firmes con ellos, señalarles límites claros (pero tomar en cuenta su punto de vista al permitirles proponer soluciones a conflictos), promover valores y habilidades sociales y ayudarlos a descubrir por sí mismos sus capacidades.
Pero ¿cómo introducir estas premisas en la vida diaria? De acuerdo con María Elena López, psicóloga de la Universidad Javeriana y autora del libro Inteligencia familiar, lo primero que hay que saber es que no hay una única estrategia que funcione.
“El uso de una u otra táctica para corregir las conductas inadecuadas de los niños depende de muchas variables, como la edad, la personalidad, el momento y el estilo de crianza de los padres”, dice.
Sin embargo, hay acciones que pueden ejecutarse en casa, que no solo permitirán generar una buena conducta en los hijos, sino que lograrán desarrollar mecanismos efectivos de comunicación entre toda la familia.
Explicar las normas
El primer paso que deben dar los papás –explica López– es definir unas reglas claras y, sobre todo, hacerles entender a sus hijos cuál es el propósito de estas. “El objetivo de la disciplina no es castigar sino enseñar a los niños y jóvenes comportamientos aceptables para tomar decisiones juiciosas y prudentes cuando se encuentren ante los problemas”, asegura.
Saldarriaga agrega que a los niños debe explicárseles el porqué de las normas u órdenes, pero sobre todo se les debe mostrar la forma de ejecutarlas. “Es como si una visita te dijera: ‘quiero que me prepares un sancocho rico’, y tú preguntas: ‘¿pero qué es para ti rico?’. Es una visión subjetiva, y los papás siempre cometemos el error de hablarles a los niños con generalidades; les decimos cosas como ‘quiero que seas un buen niño’, ‘pórtate bien’, pero eso para ellos no significa nada”, apunta.
Más soluciones que castigos
- Las estrategias de los expertos para la crianza hacen énfasis en la solución y no en el castigo, es decir, en la búsqueda de resultados positivos a largo plazo.
- Establezca reglas sencillas y claras: ayúdele al niño a entenderlas, explíquele qué pasará si ellas se rompen y la importancia de cumplirlas siempre.
- Ayúdeles a desarrollar el autocontrol: “Un niño de 5 años –dice la psicóloga María Elena López– no tiene el autocontrol suficiente como para no comerse una galleta antes de la comida. Ayúdele a no caer en la tentación; cambie las galletas de lugar u ofrézcale algo que esté permitido, como una fruta”.
- Explíquele a su hijo, de buena manera, qué comportamientos lo enojan a usted o a otras personas.
- Actúe rápidamente cuando el niño se porte mal. No deje que el problema aumente. Si usted desde el comienzo le dice: “por favor, no grites que me molesta”, podrá decírselo con calma, y lo más seguro es que él responda igualmente. Pero si lo ha dejado gritar por un rato, se le habrá salido de las manos y un “por favor” ya no tendrá ningún efecto. En este punto, muy seguramente usted optará por una técnica de disciplina negativa (grito, palmada).
- Sea consistente. Póngase de acuerdo con los otros miembros de la familia en los métodos de disciplina. De esta forma, el niño siempre sabrá qué pasará si no sigue las reglas.
- Felicítelo por su buen comportamiento. Deje que su hijo sepa que usted aprecia su esfuerzo.
- Evite el conflicto de poderes. La disciplina no es un juego en el que hay un ganador y un perdedor. Usted espera de él cooperación y él, de usted, justicia. Respete a su niño lo suficiente como para permitirle no estar de acuerdo en ocasiones.
- Ofrézcale sugerencias positivas. Evite criticarlo. Las críticas pueden traer resentimiento y furia o desarrollar baja autoestima.
- Estimule la independencia y la responsabilidad.
- Mantenga su sentido del humor.
- Dígale cuánto lo quiere. Cuando haga algo malo, déjele saber que es el comportamiento lo que no le gusta, no él.
- Cuando lloran, así sea por una pataleta, hay que validar su sentimiento de frustración. “En este caso –señala la psicóloga Lina Saldarriaga–, se puede crear en casa un espacio al que debe ir el niño para calmarse, pero hay que explicarle claramente por qué debe ir a ese sitio, del cual debe salir cuando ya esté tranquilo”.
TATIANA LIZARAZO CORREA
Redactora de EL TIEMPO
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