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Tres días mirando al cielo desde Villa de Leyva

La Luna creciente acompañó el Festival de Astronomía, una cita tradicional desde 1998.

VIDA / CIENCIA
La noche nubosa dejó escapar la fina silueta de luz de una Luna creciente. Como jugando a las escondidas, se asomó y desapareció entre el cielo. Además de suerte, para verla se necesitaba paciencia. Largas filas de niños, papás y abuelos esperaban turno en la plaza central de Villa de Leyva (Boyacá), a unas tres horas de Bogotá, que este fin de semana se transformó en un observatorio astronómico.
La magia estaba en apuntar con alguno de los casi 50 telescopios instalados allí. Para muchos, era el primer contacto con estos instrumentos, que acercan los cuerpos celestes.
“Increíble”. “No me la imaginaba así”. “Se pueden ver los huequitos”. “Se ve hasta la parte oscura”. El asombro de los turistas luego de despegar el ojo del visor lo complementaban las sonrisas de satisfacción.
Nadie tuvo que pagar un peso. Es la esencia del Festival de Astronomía, una cita que reúne a astrónomos profesionales y aficionados desde hace 18 años, con el objetivo de compartir la belleza del universo con todo público.
La fila más larga estaba junto al telescopio más grande. Había que subir un par de pasos en una escalera portátil para medirse con este ‘gigante’ de ancho cuerpo azul. No importaba el tiempo de espera.
“Trabaja con base en espejos. Tiene 45 centímetros de diámetro y una distancia focal de 2.000 milímetros. Estos significa que sirve para ver objetos tenues en nuestro espacio, como la nebulosa de Orión, la Luna y los planetas”, explicó Raúl Joya, director del Observatorio Astronómico de la Universidad Sergio Arboleda y uno de los creadores de este aparato.
Cuando el cielo lo permitió, apuntó hacia Venus, un brillante punto blanco que, esta vez, no estaba solo. Durante el fin de semana lo acompañó Marte, fácil de reconocer por su color rojizo. Ambos parecían casi alineados, un evento que se conoce como conjunción.
Luego, la Luna volvió a asomarse. Con forma de letra ‘c’, pero al revés, acompañó un rato la noche.
“No la veo, yo veo es un planeta”, dijo un niño de unos 5 años al asomarse al telescopio. Esa es la Luna, le respondieron. “Parece una pelota de golf”, dijo otro, de unos 12 años.
El asombro pasaba de persona en persona, minuto a minuto, cuando un nuevo ojo se ponía sobre el visor del telescopio. Pese a estar en fase creciente, el satélite dejó ver cráteres como el Copérnico, de unos 93 kilómetros de profundidad.
Esos detalles contagiaron durante tres días a unas 4.000 personas que asistieron al Festival de Astronomía y que este año llegó a su edición 18.
“Nos dimos cuenta de que si hay un espacio abierto para que el público venga sin costo y comprenda del cosmos, logramos tener bases del conocimiento científico”, recuerda Joya sobre el nacimiento de esta cita, un referente en Latinoamérica.
Fredy Moreno, profesor del Gimnasio Campestre, llegó, como lo ha hecho en los últimos años, con un grupo de estudiantes. “Venir a un festival de estos es muy importante porque la astronomía es una de las buenas formas de vincular a los niños con la ciencia”.
En el día, el Sol fue el protagonista. Telescopios especiales, con distintos filtros, dejaron ver el astro rey como una enorme bola blanca. Otros lo mostraron bañado en feroz rojo. Incluso, los telescopios más potentes permitieron detallar la actividad de la estrella.
También hubo tiempo para charlas sobre temas como el Año Internacional de la Luz, cómo descifrar la luz solar, cómo iniciarse en astronomía y hasta crónicas marcianas.
Con la plaza a oscuras, un espectáculo de cohetería bajó la mirada del cielo por unos minutos. El famoso conteo regresivo previo al lanzamiento de una misión espacial se coreó hasta ver cómo tres cohetes, cargados de agua, volaron iluminados con parpadeantes luces led. El descenso, con un sistema de paracaídas, fue aplaudido por la multitud.
Fueron tres días en los que Marte, Júpiter, Venus, Saturno, el Sol, Sirio (la estrella más brillante de todo el firmamento), Orión y muchos otros objetos astronómicos se asomaron en el cielo para que la gente los reconociera y entendiera de ellos, en el marco de un festival que ha hecho de Villa de Leyva, famoso por sus calles empedradas y su arquitectura colonial, un destino para que los curiosos por la astronomía y la ciencia se reúnan cada año.
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