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Desastres: 'alpiste' y vulnerabilidad

Las tragedias se repiten una y otra vez por la volatilidad de la memoria humana.

A pesar de que no existe una vacuna que a nivel individual nos libre el “alpiste” (mezcla de Alzheimer con despiste), deberían existir medidas obligatorias para evitar que las instituciones y las autoridades pierdan la memoria, una peligrosa causa de amenazas y de vulnerabilidad. Como las debería haber también para proteger la memoria colectiva de las comunidades, de la cual en gran medida dependen la resiliencia del territorio y su identidad.
La palabra resiliencia, precisamente, hace referencia a esa característica de un resorte en virtud de la cual, a pesar de haber sido distorsionado, conserva en la memoria su forma original. (Lea también: Tres de cada diez colombianos están expuestos a desastres naturales)
Una de las razones por las cuales se suelen repetir una y otra vez desastres similares en los mismos lugares del país, es la volatilidad de la memoria humana, defecto que nos impide convivir sin traumatismos con seres vivos de memoria tan implacable como los volcanes, las fallas geológicas y los cuerpos de agua.
La ciudad de Armero, destruida por un flujo de lodo en 1985, ya había sido destruida en 1595 y en 1845 por la misma razón: atravesarse en el “abanico” del río que el volcán se ha reservado de manera exclusiva para él. El municipio de Salgar ya ha vivido varias veces desastres parecidos al que lo acaba de afectar.
Todo lo que sucedió en Colombia cuando el desastre invernal 2010-2011 ya había ocurrido muchas veces en los mismos lugares con anterioridad: desde la ruptura del Canal del Dique hasta los derrumbes en la carretera de La Línea, pasando por deslizamientos y por desbordamientos de múltiples lagos y ríos del país. Lo particular del 2010-2011 fue que todo sucedió a la vez.
Las autoridades consagran en sus planes medidas para evitar los desastres, pero se olvidan de que si se quedan meramente escritos y sin aplicar, pueden ser suficientes para tranquilizar a las “ías” (Contraloría, Procuraduría, etc) pero no para convencer a una laguna o a una quebrada de que no intenten a la brava recuperar su extensión o su cauce original.
Difícil, claro, transformar esa situación, cuando muchas veces borrar la memoria institucional y colectiva constituye una estrategia planificada para ejercer la política y mantener la “gobernabilidad”.
GUSTAVO WILCHES-CHAUX
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