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Tras 80 años, en Discos Fuentes la rumba no se acaba

Un recorrido por la historia de los éxitos y fracasos de la primera casa discográfica del país.

CARLOS SOLANO
Por estos días, las cortinas permanecen abiertas de par en par en el tercer estudio de Discos Fuentes. Allí, donde los músicos se refugiaban en la oscuridad cómplice para grabar los éxitos tropicales de los diciembres, ahora el sol apunta a los escritorios y ventiladores de 10 jefes de producto, diseñadores e ingenieros que antes tenían sus oficinas en los otros pisos del edificio.
“Ya no tiene sentido que estemos tan lejos, todos cabemos aquí”, me dice Luis Felipe Jaramillo, el jefe de prensa de Fuentes, al abrir la puerta que insonorizaba este espacio cargado de historia. En las paredes aún cuelgan los potentes altavoces de madera, como estalactitas de otra era.
En la última década no solo el equipo humano, sino la planta física de la primera casa discográfica que hubo en Colombia, que acaba de cumplir 80 años, se redujo de sus más de 2.000 metros cuadrados (donde se prensaban los vinilos y, luego, los discos compactos) y tres edificaciones, a la esquina en la que aún quedan las oficinas y los estudios.
Y pronto, todos los empleados que quedan saldrán de allí, porque Fuentes ya vendió el edificio a Leonisa, el único que le faltaba a la empresa textil por adquirir en esa calle.
Bohemio, pescador, deportista, fotógrafo aficionado, Fuentes fue un visionario industrial. Murió en 1985.
Eso significa que el estudio Uno, aquel que se construyó en los años 60 siguiendo el mismo diseño amaderado del que creó su fundador, Toño Fuentes, en Cartagena, y en el que grabaron sus éxitos la Sonora Matancera, Fruko y sus Tesos, Joe Arroyo y Alfredo Gutiérrez, por mencionar solo algunos, corre el riesgo de desaparecer o de convertirse en una bodega más.
Para un melómano es difícil no desligarse de la melancolía. En esos corredores, Rodolfo Aicardi descubrió que podía animarse a grabar música tropical en lugar de sus boleros y baladas, y se unió a Los Hispanos para grabar Así empezaron papá y mamá, un clásico que reside en el ADN de las familias colombianas.
Hoy, la escena no es muy romántica: encuentro pilas de carpetas AZ con los folios que recogen más de 41.000 licencias, casi la historia discográfica de Colombia, que guardan profundamente, entre códigos y sellos, leyendas como las del Sexteto Miramar, ‘Michi’ Sarmiento, Pedro Laza y sus Pelayeros, las sonoras Dinamita y Matancera, Peregoyo y su combo Vacaná (acrónimo formado por la primera sílaba del departamento donde habían nacido sus integrantes: Valle del Cauca, Cauca y Nariño), Fruko, Los Teen Agers y Los Latin Brothers, así como los registros de Estados Alterados, Johnny Rivera y hasta Juan Carlos Ensamble, con su tema oficial de la Feria de Cali de este año.
Así llegó Fuentes a sus 80 años, habiendo puesto la base sonora del vallenato, la cumbia y la salsa, y como sobreviviente de todas las batallas.
El emporio de Toño
Detrás de todo esto estuvo un patriarca, cuyo legado fue el del amor profundo por la música.
Después de conocer cómo era la industria en Estados Unidos, a donde fue a estudiar en los años 20, Antonio Fuentes López, joven de familia acomodada de la sociedad cartagenera, decidió montar una emisora rudimentaria en el altillo de la fábrica de Laboratorios Fuentes, una farmacéutica que tenían sus padres. Allí empezó a programar discos que traía del norte; pero, no contento con ello, decidió empezar a grabar artistas en una casa del barrio Manga.
El 28 de octubre de 1934 fue el día en que Discos Fuentes abrió sus puertas, primero a los músicos de la región. En su emblema apareció la Torre del Reloj de Cartagena, un símbolo que perduró.
Lo primero que grabó fue de artistas internacionales: el argentino Domingo Fabián consignó en el primer máster su canción Dos almas; y por el lado B, el cubano Luis Marquetti presentó Deuda.
Pero el primero nacional sería el artista más emblemático de todos: Lucho Bermúdez dirigió la Orquesta Fuentes, interpretando La vaca vieja y El pollo pelongo, de Clímaco Sarmiento.
El legendario Daniel Santos (derecha) también grabó con Antonio Fuentes, en la década de los 50, una de sus épocas más exitosas.
Pero aún no se prensaban vinilos en Colombia. En 1943 importó una máquina prensadora y cortadora, pero solo en 1945 Fuentes prensó su primer disco, el de Guillermo Buitrago. Y 15 años después, fabricó el primero en estéreo: Pedro Laza y sus Pelayeros cantaban Navidad negra.
Un año después comenzó a editarse el recordado 14 cañonazos bailables, que empezó a llegar a los hogares colombianos cada diciembre. Este no fue ocurrencia realmente de Toño Fuentes, sino de sus hijos Pedro, José María y Rosario, quienes estaban decididos a modernizar la firma con miras a una década de cambios.
Sin embargo, la primera foto que acompaña este texto, que parece un buen antepasado de las carátulas de los Cañonazos, corresponde a una sesión de fotos para un disco de la agrupación Los Diplomáticos, una orquesta fundada por el patriarca junto con el profesor Julio García, en 1962, a la que luego se uniría Daniel Santos. Y la idea caló.
Toño Fuentes falleció el 28 de mayo de 1985 y dejó la empresa en manos de sus hijos, y bajo la gerencia de Conrado Domínguez.
Como muchas empresas familiares, esta también desembocó en conflictos, que tomaron cinco años en resolverse desde el 2009. En ese tiempo, explica Rafael Mejía Pérez, el actual gerente de Fuentes y disquero de marras, la puja congeló gran parte de los proyectos que la discográfica tenía y debió concentrarse en el negocio del contenido licenciado.
“Hoy es el año cero”, sostiene Rafael Mejía Osorio, su hijo y gerente del área digital, quien cuenta que, finalmente, la firma madre se dividió en dos empresas: una, con administración directa de los hijos de Fuentes, maneja los portafolios hacia Estados Unidos, mientras que la otra quiere transformar su negocio en Colombia y hacia Suramérica.
Se les vino el futuro
En Discos Fuentes no hay tiempo para lágrimas ni melancolía.
En contraste con la posible desaparición de sus estudios, ven por primera vez un panorama alentador en el negocio: tienen toda su fe puesta en el mundo digital.
En la oficina improvisada, casi sobre las cabezas de todos, se levanta un inmenso tablero blanco en el que consignan con marcador los resultados de la hoja de ruta que se han trazado: el total de likes, retuits y pins que tienen en Facebook, Twitter y Pinterest. Los logos de estas marcas contrastan en toda la escena. También está escrito en letras grandes: “Deezer”, “Spotify”...
Precisamente, este será recordado como el año en el que los 14 cañonazos bailables se estrenaron de forma exclusiva en la plataforma digital de reproducción en línea Deezer.
“El próximo año lanzamos todo el catálogo completo de Fuentes en iTunes”, adelanta como noticia Mejía Osorio.
Todo el cambio de chip trae consigo hábitos nuevos. Ángel Villanueva, hijo del maestro Isaac Villanueva, quien se encarga en Fuentes de las regalías y los autores, dedica estos días a explicar a todos los artistas –algunos, totalmente ajenos a inter- net– cómo funciona este negocio.
Y no se trata solo de las grabaciones más conocidas de sus grandes figuras, sino que se encuentran en el proceso de rescatar cintas perdidas (han ubicado 700) para digitalizarlas antes de que se desmagneticen.
Joe Arroyo, al separarse de Fruko, siguió grabando en Medellín con Discos Fuentes. Su álbum 'Musa original' (foto) fue un gran éxito en el país.
Es que en Fuentes ya no se hacen discos físicos. Del proceso con los acetatos solo queda como recuerdo una cortadora (una máquina de agujas que traza las ondas sobre el máster del que se harán luego los vinilos), mientras que el resto del aparataje se lo cedieron hace décadas a Discos Victoria, y se desconoce qué pasó con él; en cuanto a los CD, también se deshicieron de las máquinas.
Todo lo que necesitan llevar a un soporte físico (como los Cañonazos...) se hará de ahora en adelante en la empresa CD Systems, en Bogotá.
“Dejar soltar, dejar ir, es parte del éxito”, afirma Mejía Osorio para explicar que no era viable para la casa discográfica continuar con el formato físico: “No somos sobrevivientes, sino luchadores”.
Es paradójico, en medio de una ola mundial de ‘resurrección’ de los discos de vinilo, un fenómeno de nostalgia retro que sigue acrecentando las ventas en todas partes, todavía en números limitados, pero cada vez más significativos.
De hecho, sellos de otros países, como el español Vampisoul, han puesto sus ojos en los catálogos de Fuentes, Sonolux y Codiscos, y han editado en vinilo, con su respectiva autorización, compilados como los dos volúmenes de The Afrosound of Colombia, bajo la supervisión de DJ Bongohead. Estos artistas circulan por el mundo, otra vez.
No son pocos los melómanos que suelen preguntar en foros de coleccionistas por qué Fuentes ya no prensa música en pastas.
Producir cada disco hoy requeriría un mínimo 500 copias, que obviamente tienen que ser distribuidas y vendidas. Así que no es tan fácil como suena”, responde Mejía Osorio.
En Discos Fuentes no pueden ocultar el sentimiento de pesar que les produce el estudio de Toño Fuentes, que aún funciona con tubos, una tecnología que está demostrado que genera un sonido más cálido, menos sintético. Muy pocos estudios en Colombia conservan esas características.
Allí llegó hace un par de años el proyecto Ondatrópica, para grabar con todo el sonido natural del estudio, una tendencia que ya se mueve con fuerza en el mundo: Jack White, de los White Stripes, busca ese sonido análogo en estudios antiguos, y este año la banda Foo Fighters recorrió las principales ciudades roqueras de su país para grabar en los estudios analógicos de los años 90.
Este es el piano Yamaha que se escucha en las grabaciones de Joe Arroyo con La Verdad, interpretado por 'Chelito' de Castro. Sigue activo en el estudio Fuentes. Foto: Carlos Solano.
Ya han hablado en Fuentes de un convenio con la Universidad de Antioquia para levantar un museo de la historia de la grabación de la música tropical en Medellín, en donde reposarían objetos como el micrófono Neumann con el que los artistas más queridos de la casa grabaron sus grandes éxitos, con claridad y calor. Dice Peñarredonda que está a la misma altura en calidez que los famosos Telefunken en los que grababa Frank Sinatra para Capitol Records.
Todas estas variables están por definirse dentro del complejo panorama planteado por un mercado que cambió dramáticamente en las últimas décadas. Por eso la pregunta es: ¿podrá sobrevivir la infraestructura que dio origen al legado de Toño Fuentes?
Cinco hitos en su historia
1934
Nace Discos Fuentes, en Cartagena. Su logotipo fue la Torre del Reloj de la Heroica.
1945
Se prensa el primer disco de Fuentes (de Guillermo Buitrago), grabado dos años antes.
1954
La empresa se traslada a Medellín, lo que convierte a la ciudad en un emporio de la grabación discográfica.
1961
Nacen los ‘14 cañonazos bailables’. En su carátula tenía uno de los cañones de Cartagena.
1986
Por primera vez, se lanza en formato CD ‘14 cañonazos bailables’.
En España aman a Fuentes
En los compilados del sello Vampisoul, en vinilo, CD y MP3, ‘The Afrosound of Colombia’ se encuentran clásicos de artistas como El Combo Loco, el Sexteto Miramar, Lisandro Meza, Peregoyo y su combo, los Corraleros de Majagual o Adolfo Echeverría, entre otros. En las páginas interiores, hay una recreación, con estética de cómic, de los artistas, lo que resulta ser un gran objeto de colección.
Vampisoul también ha editado a artistas colombianos de los años 70, como el dúo paisa Elia y Elizabeth (‘La onda de Elia y Elizabeth’), bajo licencia de Codiscos, y una antología del pionero de la champeta Abelardo Carbonó, que le pertenece a Sonolux. A estos sellos les interesa mucho la conexión de músicas colombianas con las vertientes del ‘afrobeat’ de Fela Kuti o con el rock sicodélico. Por eso, también han editado chicha peruana y cumbia.
CARLOS SOLANO
Cultura y Entretenimiento
Medellín*.
* La realización de este reportaje fue posible gracias a la invitación de Discos Fuentes.
CARLOS SOLANO
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