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A sus 84 años, el Indio Rómulo sigue con la ruana puesta

El máximo exponente de poesía rústica y campesina mantiene sus recitales para resaltar el folclor.

SOFIA GÓMEZ G.
La presencia del Indio Rómulo en la pasada feria de Boyacá, en Corferias, causó conmoción. Después de su recital se formaron largas filas para tomarse una foto con el máximo exponente de la poesía rústica y campesina colombiana.
Ataviado con una ruana al hombro, camisa bordada, pañoleta, alpargatas y un sombrero de tapia pisada (palmiche y fique), Rómulo Augusto Mora Sáenz ha llevado con orgullo el folclor del país a todos los escenarios posibles, a través de sus poemas. Vestido así, concedió esta entrevista.
“Es bonito para mí. La gente me recuerda mucho. Claro que cuando uso corbata, me transformo en una pinta de hombre y, pues, ya no es tan fácil que me reconozcan”, bromea. Y siempre ha sido de ese modo. Dentro o fuera de los escenarios, el Indio Rómulo mueve los sentimientos.
Desde la década de los 60, Rómulo Mora caló en el alma de los colombianos con sus declamaciones llenas de emotividad. Fotos: Archivo particular
Su particular forma de declamar emociona a su público hasta las lágrimas. Su rostro, marcado por las arrugas pero sonriente, indica que los años han pasado. Ya son 84. Sin embargo, están intactas su memoria y su habilidad para lanzar ocurrencias sobre la marcha.
“Todos los días repaso. Leo y declamo los poemas”, revela como el secreto para mantener esa memoria prodigiosa, en la que acumula más de un centenar de composiciones.
En su repertorio, con el que ahora llega a colegios, festividades en distintos pueblos y encuentros privados, el Indio Rómulo alterna poemas de su autoría con los escritos por Julio Barón Ortega, Consuelo Posada Mejía, Julio Roberto Galindo y Jorge Robledo Ortiz, autor de la inolvidable Oración del arriero.
Su voz ni siquiera se ha matizado con la edad, y el sentimiento surge apenas se apropia de las palabras. “Para mí, el hecho es arrancar el poema y, de inmediato, es el mejor de todos los que tengo. La emoción es la misma con cualquiera, bien sea amoroso, jocoso o dramático”, cuenta.
El Indio Rómulo, en la primera transmisión de TV en 1954.
Rómulo Mora le ha declamado al orgullo campesino, la violencia, la familia, el amor, la naturaleza, la pobreza e incluso a temas como el pedo.
El tercer hijo de Campo Elías Mora y Ana Tulia Sáenz nació en Monguí (Boyacá), el 23 de abril de 1931. Estudió en el colegio San Francisco y empezó a declamar a los 4 años.
“Es que el artista nace, no se hace. Dios me mandó así y me pulí por el camino”, asegura este hombre que estudió teatro en la Academia Goranchacha, después de graduarse en el Salesiano de Bogotá.
Sus primeras presentaciones fueron en un teatro que quedaba en el sótano de la avenida Jiménez entre 7.ª y 8.ª. “Ahí debajo había varios locales y un escenario donde nos presentamos”, recuerda.
Pero uno de sus máximos honores como actor fue formar parte de la primera transmisión en directo de la televisión en Colombia, el 13 de junio de 1954.
El salto a la pantalla chica fue definitivo en su carrera: seis años después, ya radicado en Bogotá, empezó su programa Romerías del Indio Rómulo, que se emitía con el apoyo de la Presidencia. También apareció en Mano a mano musical, que presentaba Pacheco.
Son incontables sus shows en vivo, con llenos totales, en escenarios como la Media Torta (1965) o la plaza de Bolívar (1959).
Ya tiene 84 años, pero todavía no quiere dejar sus recitales.
Su fama lo llevó incluso al cine, pues a mediados de los 60 rodó una película con el boxeador italiano Primo Carnera, campeón mundial de los pesos pesados. Y también formó parte de extensas giras, por México y otros países de Centroamérica, que exaltaban el folclor nacional y en las que viajaban artistas como Los Tolimenses y el locutor Eucario Bermúdez.
Sin embargo, el Indio no siempre se llamó así. En 1962, por sugerencia del entonces presidente Guillermo León Valencia, dejó atrás al Campesino boyacense, como se autodenominaba.
“Ya famoso, gracias a la TV, me recibió el mandatario. Al final de la presentación fue a abrazarme, porque lo hice ‘berriar’. Desde ahí trabajé para el Gobierno, llevando mensajes positivos para la gente del campo (técnicas para sembrar, por ejemplo). Y como iba a trabajar con él, me pidió que me llamara mejor Indio Rómulo de Colombia”.
El alcalde que nunca estuvo
Otra de las facetas de Mora Sáenz fue la política, como alcalde de varias poblaciones en Boyacá. Durante un lustro, fue nombrado como la primera autoridad en los municipios de Monguí, Mongua y Tibasosa.
Pero casi nunca estaba en su despacho, pues entre 1955 y 1960 atendía sus compromisos artísticos y políticos.
“Me volví el artista de la Gobernación. Ellos me mandaban para los eventos a representar el departamento –cuenta–. Lo que tenía era un buen secretario en cada despacho. Yo llegaba a firmar lo que era necesario”.
Padre de 21 hijos y con 14 nietos, frutos de dos matrimonios, Rómulo Mora es un hombre con el humor a flor de piel. Difícilmente, el Indio se pone bravo.
El programa ‘Romerías del Indio Rómulo’ contó con el apoyo de la Presidencia y se emitió por TV a partir de 1960.
“Sí, nunca se enoja; pero cuando se molesta por algo o con alguien es muy en serio”, comenta su esposa, Martha Macías, quien además es su asistente personal, fotógrafa, asesora y representante. Su sombra.
Con ella ha compartido los últimos 38 años: espectáculos, ensayos, jornadas gloriosas de fama y reconocimientos. Pero, también el precio de los excesos.
Después de su paso por la pantalla, Mora probó suerte con bares y restaurantes. Así nacieron El Rincón, El Palacio, La Taberna, La Choza y El Jardín. Su incursión en la rumba se acabó porque su salud empezó a tambalear.
“La gente creía que hacerme un homenaje era embutirme trago. Hasta que un día me subí al escenario y estaba en blanco, completamente borracho”, recuerda.
Después de una semana en el hospital, el médico le dijo que, si quería seguir actuando, tenía que parar de consumir licor. Él escogió quedarse como el Indio.
“Ya llevamos 36 años sin probar una gota de alcohol. Voy a las fiestas y paseo el trago toda la noche. Incluso, donde me dan la oportunidad, lo boto”, agrega.
Durante esta charla, las fotos de su archivo personal pasan de sus manos a las de su esposa. Él duda con algunos nombres. “Es que debería escribirle con lápiz por detrás quién es quién”, le recrimina su mujer. Ella se ha convertido en su mano derecha, su mejor asesora.
“La verdad, no. Es bastante regular, tengo otras mejores”, prosigue Rómulo, en chiste. De repente, se pone serio: “Bendito Dios que di con esta mujer porque ella es metelona como nadie. No le queda grande nada. Hacemos negocios. Nos movemos mucho”.
En los últimos años, Rómulo y Martha han emprendido una cruzada para que no muera el Indio, que lleva la tradición en su piel y en su voz. Al mismo tiempo se han convertido en “el pañuelo” –como dice él mismo– de muchos artistas.
“A mí me da mucha tristeza cuando me encuentro a músicos buenos con una guitarra debajo del brazo recorriendo las calles, rebuscándose. ‘Romulito, regáleme para una libra de arroz’, me dicen. Eso me parte el alma”.
En paralelo con su carrera artística, Mora Sáenz fundó asociaciones que buscaban la protección de los derechos de los actores colombianos, entre estas Coartes (al lado de Carlos Pinzón) y el Cica (Círculo Colombiano de Artistas). “El problema en Colombia es que somos muy desunidos y envidiosos”, enfatiza.
Su historia personal es bien distinta. De forma juiciosa ha invertido las ganancias de su carrera en otros negocios, como la finca raíz. “Si el personaje ya no me da, tengo cómo vivir”, asegura.
A su edad, no ha pensado en detenerse ni en retirarse. Siente que con sus versos coloridos y, en algunos casos, llenos de críticas sociales debe seguir llevando las banderas del costumbrismo.
“Cuando ya no esté, no quiero que se hable de mí como Rómulo Mora Sáenz. Quiero que me recuerden siempre como el Indio Rómulo”.
SOFIA GÓMEZ G.
Cultura y Entretenimiento 
SOFIA GÓMEZ G.
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