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Cervantes leyendo 'Hamlet', según Nahum Montt

En 'Hermanos de tinta', el autor barranqueño noveló un encuentro entre Shakespeare y Cervantes.

Imaginar un diálogo entre Miguel de Cervantes Saavedra y William Shakespeare es quizás una tentación literaria por las coincidencias entre ambos: el más grande de las letras inglesas y el más grande de las letras españolas vivían en el mismo siglo y murieron con pocos días de diferencia. Y fue la tentación del escritor colombiano Nahum Montt que se materializó en la novela Hermanos de tinta, consecuencia directa de su investigación para la biografía Versado en desdichas, escrita hace años.
Montt buscó posibilidades históricas que hubieran permitido el encuentro. La más cercana fue la delegación cultural de más de 600 ingleses a Valladolid, en 1605, luego de un tratado de paz entre España e Inglaterra. “Llegaron pintores, arquitectos, músicos y teatreros –cuenta–. Los historiadores dicen que Shakespeare estaba en otro lado. Eso frenó la novela. Después dije: ¿para qué está la literatura si no para hacer posible lo imposible?”
De la misma época era un documento, de los escasos que hablan de Cervantes aparte de los prólogos de sus libros. Era un acta escrita por un alguacil Villarroel sobre la muerte de un Gaspar de Ezpeleta. Decía que se llevaba a la cárcel a Miguel de Cervantes y a sus hermanas. Ese fue el punto de partida para la trama casi policiaca de Montt.
“Antes de ese documento, aparecido en el siglo XIX, no sabían que Cervantes vivía en una calle de putas, que a sus hermanas las llamaban las Cervantas y que se dedicaban a la prostitución –añade–. Para un historiador es grave no tener más fuentes. Para la literatura es una maravilla, porque esos vacíos se pueden llenar con imaginación”.
E hizo una novela, ambientada en la España del siglo XVII, con un lenguaje que jamás emplea el “vosotros” que, confiesa, intentó usar. “Pero, ¿para qué voy a fingir? –afirma– Si algo tiene esta novela es que está escrita por un latinoamericano que se acerca como un lector más y reivindica desde el lenguaje la posibilidad de contar estos relatos”.
¿Qué sabía de Cervantes antes de la biografía?
Antes tenía la imagen de quien estudió literatura y leyó El Quijote: que era manco, pobre y cornudo. Conrado Zuluaga me dijo que esto último no era cierto. Era tahúr y se movía entre los malevos. Me sirvió para desmitificar a Cervantes. Rastreando a la delegación de ingleses me pregunté: ¿qué tal que hubiera llegado Shakespeare?
Y empezó a investigar a Shakespeare...
Lo trabajé para acercarme al lado humano de estos autores tan encumbrados. Borges escribió que en la época de Shakespeare ser autor teatral era ser nadie. Él ‘fue’ porque era especulador inmobiliario, así hizo dinero. Que publicara no era común, escandalizó a la gente: ¿Por qué publican a un autor teatral?
¿Cómo es investigar para novelar?
Es distinto a lo académico: acá es algo creativo, buscando aportar elementos a la trama y a los personajes. Un escritor investiga como quien escucha las conversaciones con la curiosidad del chisme. Pero debe apoyarse en lo esencial que de Cervantes es poco: se conservan cuatro o cinco documentos históricos. Dicen que encontraron sus restos. Pero murió en la miseria, lo enterraron de caridad en un convento que tumbaron. Lo que sucede con sus huesitos es similar a lo que pasó con su obra: El Quijote salió, se vendió, llegó a América, se tradujo al inglés, pero en España, en pleno siglo de oro, pasó de bajo perfil y un siglo después, los españoles lo redescubren gracias a los ingleses que sí seguían leyéndolo. Ahora es como si quisieran borrar esos años de olvido y hacer un puente encontrando esos huesos, cosa que para mí no tiene sentido. Están jugando con la memoria.
En su novela, Cervantes lee ‘Hamlet’, ¿En qué idioma?
Tenía que solucionar el problema del idioma y al principio no encontré que Shakespeare supiera español. Entonces, como Cervantes fue prisionero en Argel, a donde llegaban piratas ingleses, dije: inventemos que acá aprendió inglés. Y monté la trama. Después, Carmen Millán, especialista en el Siglo de Oro, me dijo que Shakespeare sabía español: tradujo y adaptó El Cardenio, de Cervantes. Pero mi novela ya tenía una estructura que no podía echar atrás. En la novela, Hamlet se representa en español, usé la traducción al colombiano de Joe Broderick. Imaginar a Cervantes viendo Hamlet y después sentarlo a leerlo, esa sola imagen justifica años investigando para darle coherencia al relato.
¿Qué representa esta novela para usted?
Esta novela, para mí, se convirtió en su título: Hermanos de tinta. Cuando uno lee a Cervantes o a Shakespeare se convierte en hermano de tinta de ellos. Soy hermano de tinta de Cervantes y de Shakespeare porque los he leído. Y se es uno antes y otro después de leer El Quijote o Hamlet. Así que es una declaración de amor a la lectura de autores que la gente encumbra tanto que ni se atreve a leerlos y busca que se vean humanos, no tan distantes de nosotros.
LILIANA MARTÍNEZ POLO
Cultura y Entretenimiento
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