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Nell Leyshon y el placer de escribir en primera persona

Después de 'El color de la leche', la escritora inglesa presenta la novela 'El show de Gary'.

‘El show de Gary’ es el título en español de la novela que la británica Nell Leyshon tituló en inglés ‘Memorias de un carterista’ (‘Memoirs of a Dipper’). En su idioma explica la esencia de la historia. En español hace énfasis en la forma en que es contada. Gary podría estar frente a una audiencia contando cómo sus manos ligeras eran capaces de quedarse con los valores de cualquier desprevenido en el Londres de finales del siglo XX, ufanándose de haberse perfeccionado hasta convertir su oficio en un arte.
Leyshon, que continuamente ha manifestado que prefiere historias de personajes marginales, explora el encanto que puede tener un ingenioso maleante como Gary. La primera persona la hace sentir cómoda, ya la había usado en el personaje de Mary –una campesina adolescente que aprende a escribir, en 1830, y plasma en un texto recuerdos familiares y tristezas–, en ‘Del color de la leche’, su anterior novela escrita en el 2012, que presentó en Colombia, en el Hay Festival.
Dos monólogos. Diferentes épocas y, por tanto, diferentes lenguajes. Leyshon admite que trabaja duro para que sus personajes sean diferentes, para cambiar la forma de narrar. “Escribir dos novelas similares me aburriría muchísimo. No representaría para mí un desafío”, le dijo a EL TIEMPO en un español que aprendió durante una breve temporada en España y que esta semana ha tenido que retomar, ya que viajaba al Hay Festival de Arequipa (del 8 al 11 de diciembre).
Meterse en las voces de otros parece ser su fortaleza. De hecho, escribir para Leyshon es justamente eso: “Para mí es sencillo escribir como si fuera otra persona. Es como un escape navegar dentro de mi personaje. Es como ir por la calle con otra música. Todas las personas en las calles tienen voces diferentes y eso me encanta. Es algo parecido a lo que pasa con los niños, que juegan a ser otros en sus juegos. Cuando tenemos más años es más difícil jugar así. Para mí es una cosa fantástica”.
Eso explicaría su relación con el teatro. Su nombre siempre va precedido con la frase de haber sido la primera autora mujer en haber puesto una de sus obras en el cartel del Shakespeare’s Globe (Bedlam) y tiene otras más. “Si quieres escribir para teatro –dice al respecto–, tienes que ser a la vez muchas otras personas. Si en una obra tienes 10 personajes, el escritor tiene que meterse en la piel de todos ellos, en la mente de cada uno”.
¿Fue primero dramaturga o escritora de novelas?
Primero fue la literatura. Pero cuando escribo novelas, me gusta escribir diálogos. Por eso tenía tantos problemas con los libros. La gente cree que llegué a los 40 años sin escribir libros. Pero escribía desde antes. Pero antes no sabía que podía escribir para mostrarlos.
Siempre quise escribir novelas, mucho antes de empezar con el teatro. Ahora lo que hago es escribir para radio. En la BBC hacemos una cosa que no es propiamente teatro, tampoco es novela, es como una mezcla. Tenemos obras cada día, unas son fantásticas, otras son horribles. Así es cuando se trabaja a diario.
Se siente esa necesidad de llevar sus textos a una lectura o interpretación en voz alta...
Estoy escribiendo ahora un monólogo para mí, lo voy a interpretar yo misma el año que viene. Es un trabajo con un poquito de peligro que lo hace interesante, es otro desafío, algo que no he hecho.
Gary, el protagonista de su nueva novela, también cumple con uno de sus intereses: el gusto por los personajes marginales...
Trabajé con personajes así durante diez años (la autora hacía trabajo social) y encontré muchas historias interesantes. El libro está inspirado en mi trabajo con ellos. Era una cosa fantástica oír sus historias de vida. Entre ellos había personajes con un tinte un poquito malo que me impulsaban a trabajar como escritora. Escribía sus historias en novela y poesía. Muchas de estas me dieron las ideas para escribir esta novela.
Lo más divertido a la hora de escribir esta novela fueron los diálogos. El diálogo de los hombres malos tiene, para la literatura, una lucidez que no es pesada.
Sería, quizás un reto, hablar de personas del común...
Para mí es importante entender que cada persona tiene un mundo y el derecho de hablar. Las voces de personas diferentes son importantes para mí, porque me suenan diferente, por sus puntos de vista que no son los míos y porque no me aburren. Las personas marginales son interesantes cuando hablas con ellos por esa diferencia.
Por ejemplo, hace unos días fui a las tiendas y encontré a unos habitantes de la calle. Me contaron experiencias interesantes y también divertidas. En cambio, si hablo con una persona normal, la conversación es predecible: el clima, el tiempo, Inglaterra, el ‘brexit’, el gobierno. Pero con una persona de la calle surgen otro tipo de experiencias. Entonces no me interesan las personas que llamamos normales. Me interesan otros puntos de visa que no están entre las personas educadas y sofisticadas.
Hay una constante en la novela: Gary parece culpar de su mala vida al ejemplo dado por su padre, pero a medida que avanzan las páginas va descubriendo que no es una causa o una culpa única...
Ese siempre ha sido un debate, si la gente nace o se hace. No sabemos a ciencia cierta de quién es la culpa o la causa de lo que es o hace un individuo. Si la causa es la familia, el contexto o lo genético. Lo más que se puede hacer para intentar estudiarlo es ver el desarrollo de un par de mellizos, y aun así no habría respuestas. Y el libro tiene mucho de esta realidad sin respuestas: hay un padre y un hijo y nunca se saben las verdaderas causas.
Dice que empezó a escribir más temprano de lo que anuncian las reseñas. ¿Por qué tardó en publicar?
En realidad, empecé a escribir a los 30. Pero solo tenía un hijo y quería dos. A los 32 tenía un bebé y tenía que escribir con él sobre las piernas, era difícil. Me quedaban dos o tres horas cada día. Después tenía dos y un trabajo. Y por otro lado, quería escribir siempre mejor. Así que durante muchos años escribí sin mostrarle mi trabajo a nadie. Mi primer libro salió cuando tenía como 40 años. Me tardé porque mostré mis libros solo cuando los hice mejor. Los de antes no me gustaban.
Es muy importante aprender a escribir. Es más complicado de lo que se cree. Quería entender muchas cosas sobre la escritura antes de mostrarlo. Ahora sigo queriendo entender cosas.
LILIANA MARTÍNEZ POLO
Cultura y Entretenimiento
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