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El reto de adoptar un hijo siendo gay

Un nuevo libro relata los esfuerzos de una pareja del mismo sexo que tiene un hijo adoptivo.

Cuando ya camina por la séptima década, el antropólogo Gonzalo García Valdivieso –abiertamente gay– se atrevió a contar lo que fue sacar adelante a su hijo adoptado con su pareja, con la que completa 43 años de unión, en un país y una sociedad conservadores.
El santandereano, autor de la primera columna gay de opinión ‘Arcoíris’, que fue publicada en este diario, relata sus vivencias de padre en 'Tres hombres: dos padres y un hijo', que presentó en la Feria del Libro de Bogotá.
¿Por qué decidió contar esta historia tan personal?
Me siento con la obligación moral de contarla y desmenuzarla porque los homosexuales que quieran criar un hijo solos o en pareja tienen que saber a qué se están enfrentando, cuáles pueden ser las posibles consecuencias, únicamente por el hecho de no pertenecer a la sexualidad reproductiva heterosexual.
¿En qué momento aparece el niño en la vida suya y de su pareja?
El 25 de octubre de 1976 vimos por primera vez a nuestro hijo de tres meses de nacido, acostado en una cuna improvisada, chapeado, cachetón, calveado por lo rubio, serio, con los ojos muy abiertos y casi sin parpadear, observándonos.
¿Cómo se decidieron a ser padres?
Al principio, la idea era únicamente apadrinar, encargarnos de sus necesidades económicas, pero con el pasar del tiempo, sin pretenderlo, nos fuimos convirtiendo en sus padres.
¿Qué sentimientos y pensamientos se les pasaron cuando el niño se fue a vivir con ustedes?
El niño se va a vivir con nosotros cuando tenía 12 años, y por la influencia homofóbica de su entorno maternal, este cambio de vida, inicialmente, le ocasionó una gran ansiedad y una preocupación. Varios meses demoró para tranquilizarse, para darse cuenta de que nosotros no éramos tan retorcidos, tan inmorales ni tan malévolos como nos habían descrito sus primeros familiares.
¿Sintieron temor de sacar adelante un hijo, en un contexto social tan conservador como el de entonces?
Naturalmente. Por nuestra experiencia sabíamos a qué nos estábamos enfrentando. Sin embargo, a pesar de nuestros sufrimientos, no alcanzamos a calcular al detalle la avalancha de dolor y discriminación que se nos venía encima. Porque para esta sociedad, profundamente homofóbica, una cosa es dos homosexuales conviviendo en pareja y otra muy distinta, convertidos en padres.
Ustedes ya cumplen 43 años juntos. Y su hijo es un exitoso ejecutivo de casi 40 años, casado y con una hija. ¿Qué balance hace de la educación que le dieron?
Como él empieza a vivir una nueva vida como esposo y padre, todavía es muy temprano para calcular al detalle los efectos de nuestra educación. Sin embargo, existen dos aspectos muy distintos: en el profesional e intelectual el resultado, hasta ahora, es muy positivo, él es una persona excepcional en su comportamiento económico y social. Pero en su vida emocional, como los heterosexuales en nuestra cultura, le resulta más difícil hablar de sus sentimientos.
“Muchas de sus inquietudes y preguntas, a sus 4, 5 o 6 años, no eran fáciles de contestar”, dice. ¿Cómo le fueron explicando al niño el contexto de su hogar?
Paso a paso, a medida como las inquietudes se iban presentando. Pero siempre con un lenguaje simple, directo y veraz, sin explayarnos demasiado en explicaciones innecesarias. Utilizando el idioma infantil del candor y la pureza, pero siempre ceñidos a la verdad.
Sin embargo, en el relato usted también refleja esa dura tensión que fue para el niño el entorno de su hogar, enfrentado al de la familia heterosexual donde él vivió sus primeros años. ¿Qué lectura ha hecho de esto?
Ahora caemos en cuenta de que su infancia y su adolescencia fueron de extrema bipolaridad moral, social, política, religiosa y emocional. En su hogar materno, culto a la reserva, al racismo, al fanatismo religioso, al esoterismo, al machismo, al desprecio a los homosexuales, al statu quo y al éxito económico y social. En nuestra casa, devoción a los derechos humanos, al disfrute de la vida, a la libertad, a la igualdad, a la verdad, al estudio, a la ciencia, a la libre expresión de la personalidad y al respeto a las diferencias de género, sexo y raza. Sus influencias no conocieron la mesura y la armonía. Él, en el centro, y dos fuerzas antagónicas jalonando cada una para su lado.
¿Qué tan preparado cree que está el país para la adopción gay?
De acuerdo con una encuesta publicada recientemente por el periódico 'El Espectador', todavía el 70 por ciento de los colombianos se oponen a la adopción homosexual. Pero como la esencia del pensamiento democrático es el respeto a las minorías, a las diferencias y al trato igualitario, el Estado colombiano está obligado, sin excepción, a tratar a todos sus ciudadanos con los mismos derechos y obligaciones. Por lo tanto, si somos iguales ante la constitución, tenemos derecho a la adopción. Así se oponga la mayoría.
¿Qué consejo les daría a aquellas parejas igualitarias que están pensando en adoptar?
Primero, que lean mi libro para que se enteren de la cascada de discriminación y violencia que les espera. Y segundo, que se llenen de valor porque vale la pena sentirse padres. Se justifica sentir ese amor desenfrenado y sin condiciones al amar un hijo.
Usted comenta: “Así no esté presente con claridad en nuestras mentes ni en nuestras intenciones, muchas de nuestras acciones fueron orientadas a evitar que (el niño) fuera homosexual”. ¿Por qué?
Por nuestro amor de padres. Porque no queríamos que él tuviera que pasar por los mismos desajustes emocionales, discriminaciones, tristezas y amarguras que nosotros habíamos pasado.
¿Volvería a nacer gay?
Definitivamente, sí. Porque a pesar de la discriminación, la violencia y el sufrimiento quiero seguir siendo la misma persona. Porque convertirme en heterosexual sería una especie de suicidio sicológico, me transformaría en una persona diferente.
CARLOS RESTREPO
Cultura y Entretenimiento
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